martes, 29 de diciembre de 2020

Un hombre decente

 

Hace unos días murió John le Carré. Fue uno de los autores más significativos de las novelas de espías. Un género que me interesó hace no muchos años. Así que había leído varias novelas suyas y aún guardaba alguna más para “luego”, para “cuando me apetezca”.

Tengo por costumbre honrar la muerte de aquellos autores que me interesaron en vida, leyendo o releyendo algo suyo. Así que he terminado de leer “Un hombre decente”.

Como no soy ningún experto en el género, ni he leído lo suficiente, sólo me atrevo a apuntar lo que sigue como una intuición: creo haberme encontrado con una variación sustancial respecto a lecturas anteriores: los espías siempre buscaban intervenir sobre algún problema real, importante para la salvación del mundo, o para su control por alguno de los bloques de poder establecidos.

Pero, en esta novela no he visto nada de eso, sólo he encontrado una lucha continua entre funcionarios, todos ellos del mismo grupo, sin necesidad prácticamente del enemigo, peleando por el poder funcionarial, por el dominio de la estructura, de una estructura que marca, eso sí, quién ostenta los puestos de poder en la pirámide.

El mundo en el que viven los espías suena permanentemente a irreal, a falso. Sólo los personajes secundarios de la novela, los que no son espías, dejan entrever el mundo real. Cualquier acción cualquier gesto de ellos, visto por el espía se convierte en parte de un juego de espionaje, perdiendo su sentido real.

Como siempre en John le Carré, en esta novela podemos encontrar,  desperdigados acá y allá, jocosos y profundos comentarios. Dos muestras:

(Sobre una reunión de Trump con Putin) “ – Es una repetición- Otra vez 1939. Molotov y Ribbentrop repartiéndose el mundo.

Pero eso es demasiado para mí y se lo digo. Trump puede ser el peor presidente que ha tenido Estados Unidos, le digo, pero no es Hitler, por mucho que quiera serlo. Y hay muchos buenos norteamericanos que no van a quedarse de brazos cruzados.

- También había cantidad de buenos alemanes y fíjate en lo mucho que hicieron, joder.”

“- Y no te preocupes por Dom – me insta con una sonrisa entre dientes -. Ese tío ha jodido todo lo que ha tocado en la vida, así que estará muy solicitado. Es probable que tenga un buen escaño parlamentario esperándolo ahora mismo.”

 Podéis encontrar muchos más en la novela. Una novela escrita con buena prosa y ritmo ágil, una novela de lectura fácil, amena y agradable.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Fin de temporada

 

Recuerdo que hace muchos años, cuando me apetecía más que ahora leer relatos cortos, leí un libro de relatos de Ignacio Martínez de Pisón. No recuerdo su título, pero sí la impresión que me dejó: algunos de ellos me parecieron muy interesantes, aunque no “redondos”, y otros muy malos.

Recuerdo que me quedó una duda grande sobre quién era ese autor y si me podría resultar de interés.

Así que, cuando supe que había escrito y publicado recientemente una novela, “Fin de temporada”, me hice con ella y acabo de terminar de leerla.

Acabada, apenas podría decir alguna virtud de ella. Son demasiadas trivialidades seguidas como para montar con ellas una historia que merezca la pena.

Es una novela de muy poca profundidad con situaciones y personajes extremadamente superficiales, lineales, sin que su evolución tenga ninguna explicación racional.

Hay demasiada geografía que no aporta nada a la historia, geografía que permite pensar que al relato le daría igual cualquier otra. Le sobran muchos episodios que ni añaden nada ni llegan a interesar al lector.

¿Por qué, entonces, he pasado de la página 40? Pues, se lee tan fácil (pocos personajes y claros, discurso sencillito y sin meandros)… Y además en varios momentos amaga con que ya va a ponerse interesante. La situación de partida daba para ello: un chico joven que ha nacido porque cuando su madre va a abortar sufre un accidente de coche en el que muere el que hubiera sido el padres, una mujer, su madre, que no encuentra acomodo en ningún lugar porque huye continuamente; una segunda mujer que se escapa del taxi que es su profesión, para encontrar el lugar donde, por fin quiere vivir, y una chica, la novia de él, francesa, hija de emigrantes políticos españoles. Daba para mucho. Creo yo.

Pero nada más. Es de las novelas que me hacen pensar que debería ser posible pedir que te devuelvan el dinero (y el tiempo) malgastado.

martes, 8 de diciembre de 2020

Herencias colaterales, de Lluis Llort Canceller

 

A lo largo de cincuenta años la vida puede dar muchas vueltas. A lo largo de cien, ni os cuento. ¿Alguna de ellas a mejor? Leyendo “Herencias colaterales” de Lluis Llort Canceller parecería que no.

Ironía no le falta al relatar el periplo vital de unas familias de las burguesías catalana y vasca, de las que parece reírse la historia.

Prosperan y decaen sin que en ellas deje de ser algo normalizado la corrupción, el maltrato a las mujeres o las niñas, la ambición desmedida, la falta de escrúpulos, la idiotez, la violencia llevada hasta el extremo del asesinato.

No son como ese pobre raterillo, incapaz de consumar un timo de poca monta, cuyo fracaso “viene de más lejos: del barrio, de la familia, de las limitaciones permanentes, del rechazo y de las pocas posibilidades de mejora, de la desoladora colección de negativas, de la falta de aire y de oportunidades”.

Detalles aquí y allá de crítica social, crítica socarrona, sí, pero ácida y corrosiva. Una especie de retrato social crudo caiga quien caiga. Como cuando la hermana, esa hermana con la que hace muchos años ni siquiera habla, ha puesto el dinero necesario para salir del apuro y Arturo “se siente salvado. Momentáneamente, de acuerdo, pero dormirá de un tirón, un acto aparentemente sencillo que resulta imposible para millones de personas”.

O cuando muestra la gente durmiendo sobre cartones en cajeros automáticos;

O cuando describe nuestras calles de esta manera: “va en sillas de ruedas. Como tantos otros viejos empujados por inmigrantes, va en silla de ruedas, un medio que ya se disputa el tráfico de la ciudad con los carros de supermercado llenos de trastos de contenedor y la invasión cada vez más numerosa de bicicletas campando a sus anchas”.

Oscuro humor negro, saltos en el tiempo para que todo cambie a peor como suele pasar en las buenas novelas negras.

Perfecta caracterización de los personajes, buen ritmo  con un desenlace brutal e inesperado. Traición, odio, miedo, deslealtad.

Todo ello en “Herencias colaterales”.

jueves, 3 de diciembre de 2020

El Diablo en cada esquina

 

Recogí hace unos meses la cita que os traslado, en referencia a la novela negra:

“A un lector con sentido crítico no puede pasarle por alto que las tramas más complejas, elaboradas y profundas (de la novela negra) nos informan de la realidad en que vivimos con muchas menos cortapisas de lo que le está permitido al periodismo. Esto es así porque el parecido con la realidad no es pura coincidencia: mafiosos, especuladores, traficantes, sicarios, y corruptos existen, y nadie niega la repercusión social de sus actos.

Gracias a la globalización del género, podemos acceder a lo más hondo de las sociedades, hasta de las más alejadas geográfica o ideológicamente.” (Blog  Un libro al día, 8 de marzo de 2018)

En “El diablo en cada esquina”, de Jordi Ledesma, hay mafiosos, sicarios, corruptos, traficantes,  pero ningún interés por acceder a lo hondo de la sociedad.

Se trata de lo que se conoce como un thriller puro y duro. Bien escrito y ensamblado con la precisión del mejor de los puzles.

Es una historia de miedos, de crueldades más perfiladas que explícitas, de absoluta amoralidad, que no pierde en ningún momento la tensión hasta llegar a un final exagerado, apocalíptico, escatológico por aquello de que el Diablo está en cada esquina y de vez en cuando se presenta “en persona”.

Tiene mucho de aquellas novelas clásicas del género de los años 50 y si os gustan las “novelas policíacas” ésta será una de ellas.


jueves, 26 de noviembre de 2020

Un amor

 


No es fácil reseñar con brevedad “Un amor” de Sara Mesa.

Natalia escapa de su vida en la ciudad para “refugiarse” en el campo y allí, en pocos meses, descubre que: “Esperar a un hombre al que apenas conoce como una perra en celo, bañar a una vieja medio loca, dormir sola con la única compañía de un perro al que todavía tiene que atar por las noches. ¿Qué tipo de vida ha elegido? ¿Ese era el fin de toda su supuesta rebeldía?”

Vuelve a reincidir en un estilo de existencia en la que nadie se entiende. El mismo estilo que está presente en cualquier ámbito: ciudad o campo. Nada varía. O poco.

“- Aquí, en este sitio, nadie entiende a nadie.

- Bueno, eso pasa en todos lados”.

Y es que, el que quiere escapar no deja de ser él mismo.  “- Cuando tú agarras algo, ya estás pensando en agarrar otra cosa.”

Volvemos a ese estilo que juega con la insinuación y las zonas de sombra, a ese  universo inquietante y enigmático, definido por unas normas propias que apelan a las relaciones de poder entre los distintos personajes y una violencia sórdida, latente, siempre a punto de estallar, de los que yo hablaba en “Cuatro por cuatro”.

Volvemos a la relación de sometimiento-dominación de “Cicatriz”, a la amargura de “Un incendio invisible”, a la “ingenuidad imposible” de “Cara de pan”.

O sea, Sara Mesa en su pura esencia. Novela corta de muy largas reflexiones. De las que se lee en un boleo y puede perdurar “ahí adentro” durante mucho tiempo.

No es fácil una reseña breve y yo ya no estoy para extensiones. Es más fácil leerla.

sábado, 21 de noviembre de 2020

Un tío con una bolsa en la cabeza

 


 “Esto va de un tipo que se asfixia con una bolsa en la cabeza. Un tío solo, amarrado, que piensa mientras se muere porque es lo único que puede hacer: pensar. Manda cojones. La sinopsis de la novela menos vendida del año. ¿Investigando mi propio asesinato? Pues sí, porque esto es un asesinato. Está claro”

“En vez de contar con salvarme ya sólo toca este sucederse de imágenes y recuerdos […] que lo repasa todo y me cuenta a mí mismo lo que soy, lo que fui, lo que durante tanto tiempo no he querido saber que era”.

“Un tío con una bolsa en la cabeza”, de Alexis Ravelo, es una novela de fácil lectura y de tema muy trillado ya: la corrupción de los políticos.

Mantiene a lo largo del relato un cierto suspense y tiene la “rareza” de estar narrada en primera persona por alguien que está siendo asesinado.

Quizás esto último es lo que da una cierta validez, un cierto interés porque el autor va a necesitar un giro final que le proporcione la justificación debida al hecho de que el asesinado nos traslade sus últimos pensamientos, que son, por otra parte, el resumen de su vida y de la investigación del crimen que se está cometiendo. Complicado, pero atractivo.

Eso y la visión de la corrupción desde el propio corrupto.

Por lo demás, el género está pidiendo que alguien le meta un revolcón. Me parece.

Una frase de la novela para recordar:

“Nadie que no sea un miserable moral desea el poder”.

miércoles, 11 de noviembre de 2020

Ya no quedan junglas adonde regresar

 


-“Ayer hablé con mi hijo, el mayor. No sé por qué le llamé. Supongo que necesitaba contarle a alguien la mierda que es hacerte viejo. ¿Y sabes lo que me contestó? Que pensara en la vida interior ¡La vida interior! A su madre se le debió caer de los brazos cuando era bebé y no me lo dijo. Princesa, un Soberano para mí y lo de siempre para éste. ¿Cuándo cojones vas a beber algo que prohíban los médicos?”

¿Cada vez hay más viejos protagonizando “novela negra” o cada vez los veo más, como cuando la embarazada ve cada vez más embarazos por la calle?

“Ya no quedan junglas adonde regresar,“ de Carlos Augusto Casas, trata de cómo se llega a “sentir el gratificante efecto analgésico de la venganza”, de cómo llega a ser posible que tu amigo exclame:

- “Joder, Gentleman, eres un asesino… la madre que te parió, qué envidia.”.

Para llegar hasta ahí, crece en mí la impresión de que estoy en medio de una especie de competición de escritores por ver quién es el que tiene el “malo” más cruel, sanguinario, inhumano, descerebrado, … A veces tengo la impresión de estar en una de aquellas películas o novelas del Oeste en las que había más muertos que personajes, todos ellos con varios agujeros entre el pecho y la cabeza.

Por mucho que a las formas se les intente añadir un fondo de denuncia explícita de las muchas corrupciones y de los muchos “bancos” de corruptos que deben existir por ahí.

“Ya no quedan junglas…” no aporta nada nuevo. Es, simplemente, una novela “de fácil consumo” (entrecomillado porque la expresión no es mía).

viernes, 6 de noviembre de 2020

No es un río

 

“No es un río” de Selva Almada es una de esas novelas que me provocan una gran pereza para escribir sobre ellas, para reflexionar en o desde ellas, Provoca tal cantidad de reflexiones, obliga de tal forma a ordenar el pensamiento, … Pero habrá que ser diligente porque la novela lo merece.

“No es un río” parece uno de esos ejercicios que se hacen para aprender a redactar: de este párrafo que acabas de escribir, elimina todo lo que pueda sobrar porque no hace falta para la comprensión de lo que quieres expresar. De ahí su brevedad. Y, entonces, “destripar” una novela así, llenar de palabras lo que está dicho sucintamente, pero sin dejarse nada, parece un “pecado”.

“No es un río” es ejemplo de las novelas con las que trato de entablar un diálogo post-lectura a base de leer cosas sobre ellas. Casi nunca leo casi nada sobre la novela que comienzo, para que no dirijan mi pensamiento. Pero, después, hay muchas novelas sobre las que leo lo que otros han escrito. Permitidme aconsejaros un post de María Elvira Woinilowicz, en “página12.com”. Merece, y mucho, la pena. Lo tenéis aquí

“No es un río” es “el cierre de una trilogía "de varones" junto con El viento que arrasa y Ladrilleros”, que ya están reseñados en este blog.

Os apunto sólo algunas notas para animar vuestra lectura: la profundidad de los personajes, con sólo un par de pinceladas y unos muy breves diálogos; las relaciones entre los hombres y las mujeres, destacando el carácter sanador de éstas; el hilo cronológico que se extiende al antes y al después de la anécdota que da pie al relato; la poesía de su escritura; …

“No es un río”, de Selva Almada, no os defraudará.

miércoles, 28 de octubre de 2020

El espejo de nuestras penas

 


Adondequiera que miraras, no veías más que caras y más caras. «Un inmenso cortejo fúnebre- se dijo Louise-, convertido en el espejo de nuestras penas y nuestras derrotas».

Es la visión que ofrece un enorme gentío escapando de las ciudades que van a sufrir la invasión de los soldados alemanes. Es la huida de los franceses ante el avance del ejército alemán en el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

Es el decorado en el que transcurre la historia que Pierre Lemaitre cuenta en “El espejo de nuestras penas”.

“- Excelente.

El director estaba contento. Sólo tenía tiempo de leer las conclusiones y las de ese informe lo tranquilizaban”.

“… ¿Sabían ustedes que hace poco Alemania lanzó en paracaídas unas cincuenta chicas, menos llamativas que los hombres, con la única misión de hacer señales a las fuerzas alemanas mediante espejos, y también con humo, como los indios, para mostrarles las posiciones francesas? Fueron detenidas, pero el daño estaba hecho. Incluso se ha podido constatar que algunos campesinos infiltrados colocan a sus vacas en los campos de manera que muestren el camino a los soldados alemanes. ¡Cuál no sería la sorpresa de los oficiales franceses cuando descubrieron perros entrenados por traidores para ladrar en morse!...”

Dos textos breves, que sirven de ejemplo del fino humor que recorre la novela. Humor que. a veces, se vuelve ácido, corrosivo con actividades que poco bueno dicen de quienes las llevan a cabo.

Novela sencilla, que no simple, muy lejos de la truculencia violenta de las novelas negras de Lemaitre (la serie sobre el comandante Camille Verhoeven), aquella violencia desmedida que a ratos nos podía hacer odiar el pertenecer a la misma raza humana que los que la protagonizaban.

“El espejo de…” está impregnada de ternura, de una gran ternura que sobresale por encima del sexo o la edad, que está más allá de las posiciones vitales que uno mantiene en la sociedad que vive, más allá incluso de las ideologías políticas. Una ternura abierta, incluso, a los animales.

Enormes los personajes, sobre todo ese Desiré fuera de cualquier oficio o beneficio: personaje que en la vida real se hace pasar por quien no es, interpretando eso: un personaje. Ello le permite ser en un espacio muy breve de tiempo lingüista, político, periodista o sacerdote. Desiré es posiblemente el personaje que a todos nos hubiera gustado ser, el deseado (que es la traducción española del “Desiré” francés).

Y toda esa ternura en un mundo real. Como contraste amargo,  esos dos episodios que ponen los pelos de punta: los aviones alemanes ametrallando la larga columna de los que huyen o el soldado francés ejecutando al preso tachado de anti patriota.

No se pierde el tiempo leyendo una novela amable como ésta.

lunes, 12 de octubre de 2020

La buena suerte

 

“La buena suerte” de Rosa Montero me ha parecido una novela excesivamente ambiciosa: la infancia maltratada; el amor y el desamor; el triunfo profesional; la relación con los hijos;  la duración de la vida y la eutanasia; … demasiados y ,muy profundos asuntos para tratarlos desde unos personajes que no dan para tanto.

Y “demasiado cuento de hadas”: ese amor, a todas luces imposible, redentor y que da sentido a la existencia, ese nuevo hijo que va a nacer con un padre de 55 años y que llena de esperanza su vida.

En algunos momentos empalma con la realidad a base de “citar” noticias del periódico, como queriendo mostrar que la novela no exagera. Y es muy posible que así sea, que en la vida se dan todas las situaciones que el relato presenta y todavía más.

Ello no obstante, se lee a gusto, ofrece materia para repensar algunas de las cosas de nuestra vida, se abre a un mundo mejor. Por momentos su escritura es brillante.

Y como el asunto de la posibilidad de elegir el momento de la muerte de uno mismo es tema que me preocupa, os dejo la reflexión que uno de los personajes de la novela hace sobre ello. Se trata de un “mayor” que vive atado a un dispensador de aire, casi sin recursos, solo, sin “nada más que hacer en la vida”:

“Estuvo [su padre] casi diez años en una residencia pública mientras la enfermedad se lo zampaba, aparcado en su silla de ruedas […] Felipe se pasaba las horas de visita frente a él, enderezándole de cuando en cuando […] sin poder comunicarse con su padre, simplemente observando el destrozo. Que era comparable al resto de viejos y viejas que le rodeaban en la residencia, varias decenas de muertos sin acabar de morirse. Felipe se decía: para qué, por qué, cómo es posible que duremos tanto, que nos sobrevivamos tanto a nosotros mismos, que contravengamos todas las leyes de la naturaleza, de la razón y de la piedad más elemental. La decadencia orgánica puede llegar a alcanzar un nivel obsceno. Así que, cuando por fin el hombre se murió de manera oficial, al regresar del cementerio, Felipe decidió que él nunca iba a pasar por semejante indignidad y que, para eso, debería ser capaz de matarse cuando aún estuviera bien, suicidarse muy vivo, un suicidio que formara parte de la vida y no de la muerte porque Felipe sabía que, si esperaba hasta estar enfermo, entonces el cuerpo tomaría el mando, y el cuerpo, dejado a su albedrío, siempre quiere seguir viviendo. Las células se empeñan ferozmente en vivir”.

Lo que sigue tendréis que leerlo en la novela.

jueves, 1 de octubre de 2020

Como polvo en el viento

 


¡Qué difícil reseñar “Como polvo en el viento” de Leonardo Padura!  Me voy a dejar en el tintero tantas cosas, que mi gran tentación en este momento, es dejármelas todas y acabar el asunto con un escueto y definitivo: “¡La lean, coño!”

Pero, …

Primero estarían las grandes preguntas: ¿el azar?; ¿Dios?; ¿el karma?; ¿el comunismo-socialismo científico-revolución?.

Y, agrupándolas todas, la más importante, la más urgente: ¿la libertad?; ¿podemos ser en algún lugar lo que queremos ser?; ¿no somos más que polvo en el viento?, ¿a merced siempre de lo que sople donde sople?.

Luego están todas esas preguntas que hacen referencia al juego de las relaciones entre nosotros: la familia, los amigos, el clan, el sexo, la vecindad, el partido, la política. Y las que nos hablan de nuestra postura ante la realidad que nos ha tocado vivir: si nos enajenamos de ella, si huimos, si emigramos o nos exilamos, ¿podremos ser alguien?; si permanecemos en ella, si nos adaptamos en lo que podamos, ¿se nos permitirá dar cumplimiento a nuestros sueños, a lo que deseamos para nuestros días?.

Padura analiza Cuba y sus habitantes como si de una novela negra se tratara. En un relato que bien podría haber dividido en cuatro o cinco diferentes, pues tal es la riqueza de casi cualquiera de los personajes que lo hacen avanzar.

Echo en falta otros personajes que nos hubieran podido acercar a algunos grupos de individuos con menos estudios (¿y menos posibilidades sociales?), porque en la novela todos los personajes tienen estudios universitarios y no sé si eso respondería a la situación real de la población cubana.

Luego hablaríamos de su estilo, bello, ligero, profundo, sencillo, de su ritmo y su intriga, sus “cantos” a la amistad, a la honradez, …

Terribles algunas imágenes de Cuba, impresionantes las reflexiones sobre el exilio, ...

Pues eso: “¡La lean, coño!”.

Ah, no dejéis de ver la Nota al final de la novela.

jueves, 3 de septiembre de 2020

El viento que arrasa


Almada Selva escribió “El viento que arrasa” (2012) antes que “Ladrilleros” (2013) de la que hablaba hace muy poco en este blog.

Es una novela corta, de pocas páginas –quiero decir -, pero de las que piden muchas horas de reflexión y, casi con toda seguridad, de charla apasionada y encendida.

Es una novela sencilla, de anécdota fácil y sin complicaciones, pero con tales cargas de profundidad que puede provocar inteligentes reflexiones sobre la condición humana, lo divino, las relaciones sociales, el valor de la familia, y algunos otros temas.

Almada no emite explícitamente ningún juicio fácil, ni ético, ni religioso. Quizás alguna denuncia más que velada de ciertas situaciones sociales.

Y deja a nuestra interpretación la dilucidación de qué es ese viento que todo lo arrasa:  ¿un fenómeno meteorológico que condiciona la vida de quienes lo sufren?; ¿la palabra?; ¿el fanatismo religioso?, ¿la pobreza?; ¿el desarraigo?...

Animaos y dedicadle apenas tres horas. Luego quizás os esté rondando por ahí durante unos días.

sábado, 22 de agosto de 2020

Ladrilleros

 

Hoy traigo aquí una novela muy diferente de las que acostumbro a leer. Se trata de “Ladrilleros”, de Selva Almada.

Selva Almada es una novelista argentina de casi 50 años. Premiada y muy valorada por algunos críticos, no sólo argentinos, sino también de otros países a cuyas lenguas ha sido traducida.

Una vez más me planteo cómo recoger en mi “agenda” los lugares de los que guardo recomendaciones para leer. De esa forma sabría a quién sí debo hacer caso. Pero, una vez más no recuerdo dónde encontré la recomendación de leer “Ladrilleros” o “El viento que arrasa”, su novela anterior y que no tardaré en leer.

Porque ésta es una novela de las que merecen la pena.

En uno de los “barrios desfavorecidos” de un pueblo del interior, los “machos alfa” de dos familias enemigas pelean entre ellos hasta la muerte.

Y a partir de ahí, apoyándose a veces en lo mejor del “realismo mágico”, la autora profundiza  en el tejido social en el que se mueve el conflicto, en el mundo de la masculinidad, en el papel de las madres, en el amor erótico entre los machos, en el gozo del sexo, …

Novela dura, pero con un clima de cariño por los personajes, de comprensión,… Mucha novela, en pocas páginas, como a mí me gusta.

Os la recomiendo encarecidamente, a pesar de que los argentinismos, siempre presentes en los diálogos y en las descripciones, a veces disipan a un lector de estas tierras.

Y, cuando la acabéis, podéis leer la entrevista que le hacen en  https://www.infobae.com/america/cultura-america/2019/11/09/selva-almada-como-escri.tora-siempre-me-dio-mucha-curiosidad-el-universo-de-los-varones/.

lunes, 10 de agosto de 2020

Aviso de muerte

En la misma línea de la novela anterior, “Aviso de muerte (Anne Capestan, 2)”, continúa narrando las investigaciones de ese grupo alocado que conforma una brigada policial, cuanto menos, estrafalaria.

De nuevo humor e intriga marchan en paralelo. A veces Sophie Hénaff está al borde del exceso.

Pero, es que después de las premisas con las que ha creado esta brigada S. Hénaff deberá estar muy atenta a no deslizarse por el terreno de la astracanada, si no quiere que el relato se le vaya de las manos,

El equilibrio es difícil, pero sin él sus novelas dejarán de ser relatos de lectura agradable, de buena prosa y de construcción más que interesante.

Espero a su tercera entrega. Ahora, posiblemente, necesito algo un poco más duro.

 

viernes, 31 de julio de 2020

La brigada de Anne Capestan

Agradable descubrimiento el de Sophie Hénaff y el de la brigada de Anne Capestan.

El director de la policía francesa decide crear una brigada nueva. Así que:

—Capestan, los hemos metido a todos en el mismo tarro porque necesitábamos aislarlos. No hay quien haga carrera de ustedes y, más concretamente, resultan in-de-se-a-bles. No quiero a ninguno en medio de una investigación oficial.

—Nos hace parecer peores de lo que somos, no tenemos nada que sea tan espantoso —protestó Capestan antes de que el recuerdo de su propio palmarés le obligase a rectificar el tiro—. En lo que a mí se refiere, lo admito —añadió—. Pero los demás no son…

 —¡Están ustedes ahí únicamente porque no podemos echarlos!

Pero, esa brigada tenía que demostrar que servía para algo.

Y ahí, de esa forma, da comienzo una investigación con unos personajes “deliciosos”, con un ritmo tranquilo, pero continuo, con todos los ingredientes de una buena novela policial. No creo que se trata de una novela “negra”, pero ¿qué importa?

La novela va creciendo, con una prosa fluida, bien trabada, de bella confección y con momentos de un gran sentido del humor. Yo, que no soy dado a ello, confieso que he soltado, incluso, alguna carcajada.

Antes de que esta entrada suba al blog, yo ya he empezado a leer la segunda entrega de la brigada.


martes, 21 de julio de 2020

Corazones negros


He empezado a ver en algunas de esas  listas, que no cesan de salir en los medios,  el nombre de  Noelia Lorenzo Pino: joven, mujer, autora de novela negra y vasca.
Demasiadas “recomendaciones” como para dejarlo pasar.  Así que acabo de leer “Corazones negros”, tercera entrega de la serie Chassereau & Macua. La cuarta entrega ya lleva un tiempo (creo) en las librerías.
La geografía (Zarautz, Erandio, Getxo, Bilbao, …) nos es muy próxima y el clima (lluvia casi constante) muy conocido. Los investigadores pertenecen a la ertzaintza.
Pero ninguna de esas realidades es significativa en la novela: podría haber discurrido en cualquier lugar de la geografía y en cualquier circunstancia climática. Los investigadores podrían formar parte de cualquier policía.
Lo cierto es que la escritura es casi siempre vulgar, los diálogos banales y el argumento manido. Además, el relato se le va de las manos no pocas veces.
A su favor que es una novela ágil, que no requiere ningún esfuerzo del lector y que, admitido todo lo del párrafo anterior, es entretenida.
O sea, si se me permite la comparación, es como una cerveza con gaseosa: en determinados momentos refresca y, tomada en determinada terrazas, puede favorecer un rato agradable

domingo, 12 de julio de 2020

Los testamentos


Dice la propia Margaret Atwood que “antes de poner las palabras sobre el papel, sin embargo, Los testamentos se escribió en parte en la imaginación de quienes previamente leyeron El cuento de la criada  y se preguntaban qué había ocurrido después del final de aquella novela”.

Pero esta vez, como ya conocemos Gilead, el impacto de su lectura es mucho menor. Me ha parecido que esta “continuación” es algo así como una novela de aventuras en el marco de una distopía, en la que ya se profundiza muy poco. Como si ya no hiciera falta seguir ahondando (o muy poco) en los trazos negativos de la sociedad.

Los testamentos está bien escrita, no pierde su interés ni un cierto suspense y es ágil, amena, sencilla, a pesar (o quizás precisamente por ello) de que el relato se estructura sobre la visión de tres narradores distintos que se van solapando.

Me ha parecido una buena novela, sin la repercusión o el “ruido” de “El cuento de la criada”. A los que leísteis “El cuento” y a los que estéis interesados por las lucha de las mujeres os resultará entretenida.

Os dejo un par de citas:

Así se justificaba la existencia de las Criadas:
“Cada una ocupaba su lugar en Gilead, cada una cumplía su papel a su manera, y todas éramos iguales a los ojos de Dios, pero algunas teníamos unos dones que eran distintos de los dones de otras, decía Tía Lise. Si los diversos dones se confundían y todas intentábamos desempeñar todos los papeles, sólo podía acabar en caos y en perjuicio de la sociedad. ¡No había que pedir peras al olmo!”
Así justificamos muchas existencias.

Y, sólo como curiosidad, a ver si os suena: “Tenían fotos de cuando eran bebés, cientos de fotos. Esos chavales apenas podían eructar sin que un adulto los enfocara con la cámara y les pidiera que volviesen a hacerlo; como si viviesen la vida dos veces, una de verdad y la segunda para la foto”.
Yo tengo más fotos de mi última nieta que ella días vividos.

sábado, 20 de junio de 2020

El quinto hijo


Hace tiempo, no sé muy bien por qué, que tenía ganas de leer a Doris Lessing. He leído su “El quinto hijo” y sigo sin saber por qué.

Evidentemente escribe bien. El relato es ágil, fácil de seguir, sencillo.
Pero, sus personajes, suficientemente descritos, me resultan muy extraños; el ambiente en el que se mueve la novela (Inglaterra, años 70) aunque pueda ser cercano, no tiene ninguna relación con el mío; lo que sucede no me ha resultado atractivo, no ha despertado en mí ningún interés.

Luego, he buscado y leído algunas reseñas críticas, fundamentalmente por la sorpresa que a mí mismo me ha causado esta falta  de interés. Todas le dan mayor importancia de la que a mí me ha parecido que tiene, mayor carga de profundidad de la que yo adivino (aunque puestos a especular con lo que uno lee, podemos condenar a Caperucita por mal trato animal): el tema de la maternidad, el miedo de la mujer a dar a luz a un monstruo, la felicidad de la familia, …
A mí me parecen excesivas todas estas derivaciones de la novela. Con lo que se demuestra, una vez más, que las lecturas (y los lectores) de una misma novela pueden ser muy lejanas entre sí. Y no pasa nada por el hecho de que así sea, si uno no tiene que aprobar un examen y debe dejar contento al examinador.

Doris Lessing es premio Nobel de literatura (1988) y jamás diré yo que se lo dan a cualquiera, sin ninguna razón propiamente literaria. Pero, sí puedo decir que hay muchos Nobel de literatura que no me interesan nada o casi nada.

sábado, 13 de junio de 2020

Malos tiempos para el país


Descubrí “Malos tiempos para el país” de Michaël Mention leyendo “Territorios”, el suplemento semanal de El Correo de la semana pasada. Allí escribía sobre ella J. Ernesto Ayala-Dip. Y me pareció que podría ser interesante.

Así que voy a recoger aquí mucho de lo que allí se decía porque mis palabras no podrían hacer otra cosas que corroborar todo ello.

“El argumento está basado en un hecho real. Se trata de los terribles crímenes de un asesino en serie que asoló Inglaterra durante la década de los setenta.
Pero también se podría decir que la novela trata igualmente de la llegada de Margaret Tatcher al poder como primera ministra.
Michael Mention nos habla del laborismo y cómo dejó con sus erráticas políticas en bandeja el Gobierno a la Dama de Hierro. Esta, entre 1979 y 1982, generó tres millones de parados y un aumento exponencial de la delincuencia. Acabó con la sociedad del bienestar ingles. Acabó con los sindicatos.
Lo increíble de esta novela es ver como su autor encuadra su trama criminal en este contexto social y político, sin que esta amalgama nunca chirríe.”

Y recojo un par de textos de la novela:

“Elecciones, pronósticos y debates acalorados entre electos desdeñosos, indignos de sus electores. La política y su comedia del ego que mata al mundo cada día un poco más.”
“Contra toda espera, estas medidas (reducción del gasto público, cierre de fábricas insuficientemente rentables y fin de la economía del carbón en provecho de una economía financiera) empiezan poco a poco a dar fruto: lentamente, el Reino Unido vuelve a ser un gran país, a expensas de su “gente humilde”, cuyo diez por ciento vive ya bajo el umbral de la pobreza”

La novela está escrita de forma muy poco ortodoxa. Bueno no sé si existen formas heterodoxas de escribir. Pero, hay muchas frases sin verbo. Utilizadas, claramente, para acelerar el ritmo de la acción y saltarse engorrosas descripciones, confieso que esa forma de escribir resulta eficaz y que a mí me ha parecido muy valiosa.

He aquí otra de esas novelas más que interesantes para otra tarde de verano de esas que uno no sabe muy bien qué hacer.

domingo, 7 de junio de 2020

Hot Line


Hace apenas mes y medio que moría Luis Sepúlveda. Decía yo entonces en este blog que debería homenajearle leyendo algo suyo.

Casi inmediatamente lo hice: “Un viejo que leía historias de amor”. No lo reseñé porque, aunque la novela me gustó, no llegué a entrar del todo en ella. Su temática, su geografía, su entorno natural e histórico, no llegaron a cogerme. Ya sabéis, cosas de la oportunidad de cada relato.

Pero, ayer recogí el tema porque en una sentada me leí su “Hot Line”. No hace mucho que me enteré de que había escrito una novela con un detective mapuche y el asunto me intrigaba. Había sido publicada en España en el 2002. Y hablaban de novela negra.

No sé si su corta extensión permite situarla en el ámbito de las novelas o si habría que considerarla más bien un relato largo. Se lee muy rápido y en muy poco tiempo.

En “Hot Line” aparece todo el ingenio de Sepúlveda, su buena escritura y su compromiso político y social con aquel Chile del que tuvo que huir.
Es en verdad interesante por aquello de recordar cosas que no hace tanto que sucedieron y que, todavía, no han dejado de suceder.

El mundo de los milicos… ¿A ver si la cita que sigue os suena a algo mucho más cercano en el tiempo y en el espacio?

(El detective mapuche se ha enfrentado al hijo de un general y hasta le ha disparado cuando robaba un rebaño de vacas. Poco después, su superior le lee las diligencias que constan en el expediente abierto por la policía, donde se desfigura todo lo ocurrido. Y el narrador concluye:)
“Leída hacia atrás, hacia delante o en diagonal, la historia oficial no ofrecerá nunca más que tristes variaciones para una misma mentira. El detective se encogió de hombros antes de encender también un pitillo.”

viernes, 5 de junio de 2020

La nena, de Carmen Mola


“La nena” es la tercera novela de Carmen Mola, la “tercera entrega” de la inspectora Elena Blanco y de la BAC.

El 24 de diciembre del 2018 hacía yo una pequeña reseña de su novela primera y el 20 de mayo del 2019 de la segunda.

Creo que no puedo hacer nada mejor que copiarme a mí mismo:

“Carmen Mola nos deja una novela escalofriante desde sus primeras páginas.

Es un thriller, de esos que he dado en llamar “sucio” (ver mi blog el 13 de marzo del 2013): “novelas basadas en un crimen “sucio”, tan sucio que es capaz de manchar hasta el propio concepto de “humano”. El planteamiento de lo investigado es, antes que nada, desagradable, duro, inquietante, basto, extremo,…

A mi modo de ver, a veces es excesiva y me disgusta eso de que, al final, casi todo salga bien, o lo mejor posible. El hecho de que “el héroe” se salve demasiadas veces en el último instante la hace un tanto inverosímil.

Pero, se trata de una novela intensa, tanto que cuando te coge (recién empezado a leerla) tienes verdaderas dificultades para dejarla, tanto que lo que “el cuerpo te pide” es leértela de un solo tirón.”

Así que, estómagos delicados abstenerse… y los demás a por ella. Esa tarde de verano medio amodorrado os lo agradecerá.

domingo, 31 de mayo de 2020

La hora de los hipócritas


“La hora de los hipócritas” es la última novela, por ahora, de Petros Márkaris (83 años). Es la última investigación, por ahora, de Kostas Jaritos. Un Jaritos cada vez más volcado hacia su familia y cada vez menos investigador. Un Jaritos que ya es abuelo y que se encuentra con varios asesinatos que resolver.
Nada es nuevo en la novela. Quizás lo sea el tema de investigación, un poco traído por los pelos: aquello que une a los distintos asesinados. A los asesinos les une, como siempre ser, en el fondo, los ejecutores de la verdadera justicia.

“Hoy hemos asesinado al empresario Paris Fokidis. No os diremos por qué lo hemos matado. Esto tendrá que descubrirlo la policía, el cancerbero del sistema. Sólo diremos una cosa: Fokidis merecía morir”  Este es el primer comunicado del “Ejército Nacional de Idiotas”
“Los intachables son aquellos que saben ocultar bien sus imperfecciones”

 Este es el diálogo que se establece entre Jaritos y un grupo de personas sin techo:
“- Podéis decirle lo que pensáis con toda libertad.
- ¡Hicieron muy bien!”
Y siguen: “Sabemos que su trabajo es detener a los asesinos. Lo que intentamos decir es que las víctimas no eran inocentes, Merecían lo que les pasó”
“Los que han tocado fondo ven los asesinatos como un acto de justicia”
Será el propio Jaritos el que concluya: “Los asesinos no son terroristas, sino los perdedores del sistema, que han caído en la desesperación […] Es una conclusión lógica, aunque también hablar es fácil. Porque ¿dónde empezar a buscar entre tantos perdedores de la crisis cuyo desánimo y desesperación los han llevado a los infiernos?”
Y, por si hacía falta, su mujer,  Adrianí, le dirá: “Tú tienes que meterlos en la cárcel, lo sé – me dice mi mujer -, pero yo me descubro ante ellos.”

Nada nuevo, pues, en la última de Márkaris. Pero, es Márkaris en esencia. No sorprende, pero deja el mismo buen sabor de boca de siempre.

viernes, 22 de mayo de 2020

Cometierra


Acabo de terminar de leer “Cometierra” de Dolores Reyes. Parece que se trata de una muy buena novela, muy interesante por su contenido y para que tengáis noticias de todo ello os dejo tres links por si queréis comprobarlo. (unodos y tres).Bendecida y recomendada por Carlos Zanón, lo que para mí significa uno de los mejores avales del momento.

Pero, yo no he llegado a entrar en el relato. Quizás en algunos trozos… En mí no ha calado. Puede que hay sido el tema (una chica entra en contacto con los otros a través de la tierra que come y así averigua su situación), puede que haya sido la forma en que está escrito, plagada de un argot argentino que, demasiado a menudo, me ha sacado de la acción e, incluso, me ha dejado a veces sin entender lo que sucedía.
Así que me voy a pasar a lo fácil, que ya llevo unas cuantas novelas “complicadas” por una u otra razón. La próxima entrada será para Jaritos, el de Markaris.

domingo, 17 de mayo de 2020

En el vientre de la roca




Contrabandistas de poca monta, mafia irlandesa, MI5, MI6, policías y políticos corruptos, una pobre chica que tiene que encontrar la forma de subvencionar su drogadicción, una banda de gitanos, y unos chips cargados de información bancaria sobre aspectos no regularizados,  todo ello en  el paraíso fiscal de Gibraltar. Eso es “En el vientre de la roca” de Jerónimo Andreu.

Y, en medio, un ex agente venido a menos (que a larga se convertirá en el héroe) que se dedica al trapicheo a un lado y otro de la verja.

A ratos el relato es tan enrevesado que uno termina perdiéndose un poco. Cuesta engancharse a la novela, y también cuesta dejarla porque está bien escrita, porque el “paisaje” resulta exótico (otra vez la importancia de la geografía física y humana) y porque el suspense nunca decae del todo.

Pero muchos de los elementos que podrían ser los decisivos en una novela negra son tratados de forma ligera, sin ninguna profundidad, sin detenimiento. Tampoco los personajes acaban de funcionar.

Un ligero pasatiempo sin mayor trascendencia.

jueves, 14 de mayo de 2020

Hécuba



Quizás no sea más que una impresión personal, pero no me resisto a comentar mi más sensación que reflexión de que llevamos un tiempo confinados no sólo física, sino también mentalmente.

Tengo la sensación de que “el bicho” nos ha confinado en unos “rollos provincianos” que han estado y están cumpliendo su papel de mera oportunidad y que han sido, son y seguirán siendo necesarios durante ese tiempo pasado y el que sigue: porcentajes de infecciones, mascarillas y guantes, paseos por kilómetros, videoconferencias, aplausos,… (primum vivere, deinde philosophari)

Pero hay que empezar a desescalar. La mente también debe desescalar. Y no me olvido de que las consecuencias económicas y sociales de esta pandemia van a acentuar para muchos (los mismos de siempre) el “vivere” de la frase latina.

Debo decir (que era la razón de esta entrada al blog, porque todo lo demás es más que sabido) que ayer, gracias a este confinamiento tuve la suerte de ver “Hécuba”.

PANTALLA PENTACIÓN ofrece online la obra HÉCUBA de Eurípides en versión de Juan Mayorga, dirigida por José Carlos Plaza. Fue estrenada en la 59 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, en 2013. Se trata de una coproducción del Festival de Mérida y Pentación, con Concha Velasco encabezando el elenco.
Amigos!!, teatro del bueno, del muy bueno. Y gratis.


Otra vez el teatro griego poniendo en el escenario el juego de las relaciones entre amo y esclavo, el asunto ese de la libertad, la fugacidad de la felicidad, el hombre y la mujer, la venganza, el amor maternal, el destino y los dioses, el valor de la palabra y de la retórica,… Todo eso y más en hora y media. Claro que es hora y media que lleva corriendo por el mundo la friolera de más de dos mil quinientos años.

Y con una puesta en escena que hace que uno se pregunte dónde estuvo en el verano del 2013 y por qué no estaba en Mérida. A juzgar por lo que el video deja ver (muy poco, supongo) aquella noche debió ser apoteósica, aunque a mí Concha Velasco no me ponga los pelos de punta.

Y ese tratamiento del coro. Importantísimo, el coro, en el drama griego, éste es fantástico. Por supuesto, será la mano de Mayorga.

Dejan verla unos pocos días. Haríais bien haciéndolo:

domingo, 10 de mayo de 2020

Asesinato en el Savoy


Hay un tipo de novela negra en la que no ocurre nada durante una buena parte de la investigación. O así lo parece. Y, de repente, casi por casualidad, una pista permite rellenar el puzle. Y todo encaja.
No hay en ese tipo de novela un ritmo vivo en la acción, movimiento continuo, y todo son palos de ciego, pura rutina policial, que languidece en muchos momentos. Ni siquiera hay un suspense que vaya creciendo, o un misterio que se alimenta de lo que va sucediendo.

Y es que, digámoslo una vez más, la investigación importa bien poco. Lo que interesa es tener un hilo del que ir estirando la denuncia de la sociedad en la que ha ocurrido el crimen con el que empezaba la novela.

Asesinato en el Savoy, de Maj Sjöwall y Per Wahlöö es un buen ejemplo de ese tipo de novela.

 “Linder (policía) quedaba sentado de espaldas al pequeño tramo de pared sin ventana, cubierto totalmente por una enorme ampliación fotográfica que reproducía un barco pesquero […] Se veía una hilera de hombres con impermeables, que se afanaban en sacar la red del agua. El contraste era impresionante: el esfuerzo sobrehumano de aquellos hombres para extraer una exigua cantidad de peces del océano, y la calma del que ocupa un despacho suntuoso y amasa fortunas basadas en el sufrimiento de esas personas. Impresionante, desde luego, y muy probablemente inevitable”

“Brotaba por doquier toda clase de delitos en aquel hervidero desordenado que habían dado en llamar la sociedad de bienestar”.

“Su fortuna les vuelve influyentes. Y la cosa es que esta sociedad ha llegado a ser lo que es porque existen personas como Palgrem (el magnate asesinado) y Broberg (uno de sus directores de empresa). En cierto modo son piezas más importantes en la marcha del país que el gobierno y el parlamento y esas cosas”,

Como en otras muchas novelas negras (en la mayoría) la geografía ocupa un lugar destacado, la geografía de la ciudad y la de los barrios con su propia idiosincrasia socio-económica, que marcan las diferencia de una sociedad de clases. En este caso es Malmö.

“Recordó haber leído un reportaje sobre las escandalosas condiciones sanitarias en que se encontraba aquella casa, casi exclusivamente habitada por yugoslavos”

Al final, cuando el crimen se resuelve, nada de lo que de verdad importa se ha solucionado. Todo sigue igual en la sociedad y no tiene visos de que vaya a cambiar.

“Definitivamente, Martin Beck, comisario de homicidios, no se sentía nada bien”.

Escrita en 1970,  me temo que no haya perdido actualidad

Y, para acabar, premonitorio cuando uno lee la novela en tiempos del coronavirus, sólo como curiosidad, como puro divertimento, os copio:

“Martin Beck se aclaró la garganta. Se estaba empezando a resfriar a pesar de que estaban en pleno verano, y uno de los más calurosos de los últimos años. ¿Qué le ocurriría en otoño, cuando las gélidas y húmedas nieblas invadieran el país preñadas de toda clase de virus de los más apartados rincones de la Tierra?”