domingo, 30 de marzo de 2014

Señales, imágenes y palabras.


Voy recogiendo de vez en cuando esas indicaciones que nos hacen a los ciudadanos en forma de iconos, que luego hemos de interpretar. Dicen que más vale una imagen que mil palabras y, digo yo, si una palabra puede ser equívoca (tener significados diferentes según quién la diga o quién la escuche, dónde o cuándo), pues mil palabras… ni te digo.


Basta ya de decir. Miremos. Por ejemplo: yo veo

 y no sé qué debo entender: ¿Que está prohibido que un perro atado haga sus necesidades?; ¿que no se puede llevar perros atados?




 Menos mal que lo han traducido a palabras.


Pero, entonces ¿para qué sirve la imagen?











Esta otra imagen es evidente: si uno quiere ir a Rosales, debe comenzar a excavar, porque Rosales está en dirección al Centro de la Tierra. Si lo llega a saber Julio Verne... Afortunadamente un poco antes las palabras de otro cartel indicaban que sólo son cinco kilómetros.






Pocas veces en la vida será tan fácil no tener problemas con un tren. Pero en este caso, no un ojo, sino unos buenos prismáticos no bastarían para llegar a ver el tren más cercano. Alguno hubo por esas cercanías, pero hace ya tanto tiempo que la señal casi debería ser declarada de interés histórico.





Donde sí que vale la imagen es en la que va a continuación: por si no se lee bien el frontispicio he recortado el detalle en el que se ve lo que era el edificio y de quién era.
¿De verdad que el "almacén municipal" está tan destartalado?; ¿es ésta la imagen más clara y representativa de hasta dónde ha llegado la crisis? ¿Los que pusieron el frontispicio también estarán así ahora o habrán conseguido abandonar el barco antes de que se hunda?













Hablando de barcos en este lugar hay que estar atentos para respetar la prioridad de la derecha:

Pasad una buena semana. Ya están cerca las próximas vacaciones.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Yo fui Johnny Thunders

“Yo fui Johnny Thunders” es la tercera novela que he leído, y  la más reciente que ha publicado Carlos Zanón (una vez más no confundir con Zafón)

En mi blog el 29 de abril del 2012  a propósito de “No llames a casa” decía yo esto:
“¿Es una novela negra?, ¿es un thriller psicológico?, ¿una novela costumbrista del más puro realismo?, ¿una novela policíaca? Esto último seguro que no. Ni siquiera hay un guardia de circulación, tampoco un detective,… “

Pues ahora digo lo mismo.

Es una novela excesiva, que peca de exageración. Terrible. Sin respiro. Novela de perdedores, perdedores y perdedores. No hay un solo ganador en sus páginas. Sí hay muchos que buscan desesperadamente una oportunidad que les permita ser alguien. Impresionante. Es una (¿muy?) buena novela. De las que se leen de un tirón, si hay tiempo, o de las que se van “tragando” poco a poco para que no hagan mucho daño.

He encontrado este resumen y os lo traigo aquí:

Francis, Mr. Frankie, decide regresar al lugar donde vivió las primeras cosas, su barrio. Se marchó de allí persiguiendo su particular sueño de rock’n’roll, que le llevó a acariciar con la punta de sus dedos una fama tóxica y efímera. Ahora Francis vuelve para dejar atrás la miseria y la drogadicción. Pero su viejo barrio son ruinas por donde aún deambulan su padre, su medio hermana, su primera novia y algún que otro amigo. Francis quiere empezar de nuevo y hacer las cosas bien. El problema son los atajos, las canciones de tres minutos, la imposibilidad de olvidar quién fue. Para Francis la línea recta es la distancia más retorcida entre dos puntos. De momento, sus facturas y sus noches no suele pagarlas él, pero esa situación no puede alargarse mucho más. Va a necesitar algo más que promesas para salir adelante. Eso sí, en una ocasión fue Johnny Thunders.

Leeros, si queréis esta entrada tan interesante: 


Os dejo dos citas textuales de la novela:
“Un grupo numeroso de gente espera que los trabajadores tiren a los contenedores productos caducados o en mal estado para llevárselos. […]Le hubiera gustado no ver aquello. Hacer algo. Ser Batman. Tener los huevos que tenía antes y no esa congoja, aquel cobarde sorbete de mocos y retirada.
—¡Hostiaputahostiaputahostiaputa!
Mete los puños en la chaqueta que no puede abrochar del todo. Ha refrescado, pero aún no es el frío que recuerda de los inviernos de crío. Está furioso, harto, loco. Quemaría la ciudad. Los mataría a todos. A los que han hecho eso. A los que lo han consentido. A los que lo vieron venir. A los que saldrán ilesos. A los que se harán más ricos. Va subiendo sin saber hacia dónde. Cruza las inmensas instalaciones de uno de los colegios religiosos del barrio, restos de cuando Horta no era propiamente Barcelona sino zanahorias, lechugas y lavanderas. Se cruza con chavales que salen de clases extraordinarias, actividades deportivas. Sube por la Font d’en Fargues, toda una montaña que el asfalto no ha podido esconder. Sin resuello, se detiene en uno de los bancos y se sienta. Se mesa los cabellos. Mira sus viejos zapatos. Hace un amago de llorar, pero no hay nada con lo que secar esa nada que le anega por dentro. Cierra los ojos con fuerza y espera. Segundos después, todo sigue en su sitio.”

“El dominio de la violencia, del más fuerte, y la única opción es dejar pasar el tiempo hasta el último estertor, hasta el golpe final y luego intentar olvidar.”

lunes, 24 de marzo de 2014

Azkuna

Cuando alguien muere, y más si ese alguien ha sido una figura social, un hombre público y conocido, parece como si su vida la hubiera escrito siempre con un bolígrafo de trazo grueso y con líneas rectas. Como si no cupieran en su vida ni las curvas, ni las desviaciones, ni las líneas finas que matizan y tiñen los colores del trazo.
Ya no caben más elogios en la prensa, en la calle o en los comentarios de las cuadrillas a Iñaki Azkuna. Al menos, eso es lo que parece desde Medina donde escribo, leo y escucho lo que parece llegar desde Bilbao.
No seré yo quien hable mal de él. No creo tener ninguna razón de peso. Creo que hice críticas a su gestión y, si no las hice, el tiempo se me ha pasado ya. Pero matizar los trazos gruesos… de eso no me voy a privar. Porque eso nos ayudará a reflexionar sobre el siguiente, sobre lo que nos venga ahora.
Dicen que fue “el alcalde de todos los bilbaínos”. Confieso que yo (de Sestao) ejerzo muy poco de bilbainismo. Pero tengo claro que Azkuna nunca llegó a ser alcalde con mis votos, porque yo nunca lo voté. Y que, si hubiera podido presentarse a las próximas elecciones, tampoco lo hubiera votado. Azkuna, como todos los alcaldes, era un hombre de partido, del PNV, y ese no es mi partido.
Que haya sido el mejor alcalde que nunca ha tenido Bilbao, así, a botepronto, me parece verdad. Pero no lo tenía muy difícil. El ranking de los anteriores no daba para mucho. Y además eso no quiere decir que no pudiera haber habido otro que lo hiciera mejor que él
Dicen que era un hombre cercano. No me impresiona el asunto. Era cercano, pero más cercano de unos que de otros, de unas calles que de otras, de unos barrios que de otros,… Al fin y al cabo yo no pude ir a visitarle; sí que fue Juan Carlos. Y “dime con quién andas y te diré quién eres”.
Nunca, por lo que sabemos, aceptó un soborno, nunca hubo corrupción en sus cuentas (mucho más saneadas que las del ¿90? Por ciento de los bilbaínos), nunca admitió favores, ni se le conocen prebendas mal adquiridas. Y todo eso es de agradecer: que en el mundo de nuestros políticos, uno de ellos se mantenga en la legalidad y en la honradez es ejemplar, así que bienvenido sea. Pero, que éste sea un tema importante en la vida de un político no tanto habla bien del sujeto cuanto mal de la clase política.
Más allá de ciertas actitudes chulescas, de utilizar el rodillo de las mayorías cuando le fue útil, de cierta indiferencia real (no sentimental) a la hora de buscar soluciones a quienes más han sufrido y sufren las crisis, más allá de la defensa de una concepción de Bilbao desde el Centro y no desde las periferias, reconozco sin que me duelan prendas que muchas veces he pensado que hacía las cosas bien, que lo estaba haciendo mejor que otros y que estaba más cerca de la calle de lo que parecen estar otros regidores.

Pero la cortesía y el reconocimiento no eliminan ni la reflexión ni la crítica.

viernes, 14 de marzo de 2014

Bami sin sombra

No sé de dónde me había llegado la noticia de que “Bami sin sombra”, de Fernando Aramburu, era una buena novela. Son muchas las fuentes de los títulos que voy anotando de reseñas periodísticas, webs, blogs, comentarios por acá y por allá,… Tantas que pierdo la orientación. Ahí suelen estar, en un documento creado ex profeso, y de vez en cuando, el título se transforma en novela que leo.
“Bami sin sombra”, es una historia en la que se funden la ficción más increíble por inverosímil (casi ciencia ficción) con un realismo apabullante. Aramburu, un giputxi afincado en Alemania, crea una historia plagada de suspense, crítica con todo lo que se ponga a tiro, tierna a veces, tremebunda o terrorífica otras, y siempre con un humor fino con mucha retranca (como a él le gusta decir). Es una historia diferente, muy bien escrita, imaginada o inventada, imposible en su propia estructura y absolutamente recomendable.


jueves, 13 de marzo de 2014

Otros escritos

Pasado ya el examen del concurso de relatos (de nuevo suspendido), como he perdido cualquier tipo de prohibición, vuelvo a colgar en el blog el relato aquel que apareció y desapareció en la proximidad del 8 de marzo: "La espera". Está en su sitio en la columna de la derecha.
También en esa columna podéis, a partir de hoy (si funciona correctamente), encontrar un capítulo nuevo titulado "otros escritos míos". Lo abro para ofrecer a todo el que quiera dos direcciones interesantes: una de ellas contiene el estudio socio-demográfico que hicimos sobre Otzarkoaga un servidor y Jesús Mari Paredes (Txutxi), que no sólo es el que más sabe de basket.
La segunda dirección remite a un estudio que hice allá por la prehistoria sobre los movimientos contraculturales en España a mediados de los setenta, y que se tradujo en un ensayo (que esta vez sí tuvo un accésit a premio). Lo dejo ahí y os animo a leerlo no por las virtudes del ensayista sino por lo interesante de lo ensayado. Lo que allí se decía, con una buena puesta a punto para hoy, no ha perdido ninguna actualidad.
Y para que podamos empalmar con lo del basket, una pregunta ingenua: entonces, ¿lo del Bilbao Basket era un asunto político?. Y una respuesta en nada ingenua: pues, evidente. En este país (y, supongo, en el de al lado) todos los problemas económicos (¿y deportivos?) son políticos y viceversa: todos los asuntos políticos son económicos.

Arrinda era el problema

La salida del principal accionista del Bilbao Basket reconforta a un PNV que, tras años de aplausos desde la Diputación, desconfiaba ahora de su gestión "personalista"

miércoles, 12 de marzo de 2014

Otra inmigración.


La semana pasada me encontré con Bader en una tienda de deportes. Yo iba buscando una ropa y él se encontraba trabajando de dependiente allá.
Algunos conoceréis a Bader, otros no. Sin ningún ánimo de exhaustividad, os situaré con un par de datos de su biografía, en la medida en que se entrelazó con la mía.
Bader llegó de Marruecos hace unos 6 años, cuando tenía 12 ó 13. Era un ilegal que contaba una hazaña épica para explicarnos su llegada (escondido en un camión, decía), aunque nunca supimos del todo si esta peripecia y las que siguieron sucedieron como él las contaba o tenían menos adornos.

Llegaba escolarizado en francés, de una ciudad grande (no del campo) a ganarse la vida. Y, como otros muchos, acabó (o empezó, mejor) en la Escuela Profesional de Otxarkoaga. Yo fui su primer tutor, hasta que tuve la suerte (sobre todo, la tuvo él) de dejarle en manos de quien podía hacerlo mucho mejor. Y lo hizo.
Pues bien. Bader, la semana pasada, me dijo varias cosas. Todas ellas en un plazo de tiempo muy breve. Os repito algunas. Y las escribo tal como me vienen a la memoria (que no es lo que mejor tengo), sin ningún orden. Vosotros podéis colocarlas en orden, de la más importante a la menos, de la más curiosa a la menos, de la más creíble a la menos; como queráis. Yo sólo me reservo una pequeña conclusión, que, aunque la comparta con vosotros, es mía.
Me dijo: “gracias”. Sin más. Sin razones.
Me dijo que seguía en contacto con aquella tutora (casi una madre, en este caso) con la que tuvo la suerte de tropezar al poco de llegar; que hablaba con ella algo así como una vez a la semana.
(Nota adelantada: quede claro que yo nunca fui un ingenuo en mis relaciones con él; que supe que me engañaba o, al menos lo intentaba, muchas veces; que yo era consciente de que no era oro todo lo que relucía)
Me dijo que llevaba seis meses consecutivos trabajando en aquella tienda. Y eso no es un trabajo fijo, pero tampoco el trabajillo que uno encuentra para tirar un par de meses. Y eso significa estabilidad, si la hay hoy en algún trabajo. Y eso significa posibilidad de pensar el hoy y el mañana de forma diferente.
Me dijo que se iba a poner a estudiar. ¡Comercio! Y le deseé lo mejor porque valía (en aquellos ayeres) para hacerlo y porque de ese mundo, posiblemente, venía cuando llegó.
Y me dijo que “mañana bajo a Marruecos”. Por primera vez en seis años. Volvería a ver a su madre. Por primera vez en seis años. Y, aunque él no me lo dijo, yo pensé que ya no necesitaría entrar en España escondido en los bajos de un camión.
Hoy lo imagino en Marruecos. ¿Feliz? Marruecos debería ser su vida, no sus vacaciones. Pero, por fin, tiene vacaciones.

Una sola conclusión: a veces es extraordinariamente patente que mereció la pena dedicarse al mundo de la educación.


martes, 4 de marzo de 2014

Una de escritores



Por fin ayer por la tarde, después de varios días amagando, decidí abandonar “El juego de Ripper”. Me ha costado; tanto que ya había leído sus cien primeras páginas. Era la trampa de una prosa fácil y fluida y el nombre de Isabel Allende.
Isabel Allende es una de esas escritoras de las que he leído casi todo, y casi todo a gusto. Pero, esto último… Un relato que no avanza, guiños a una realidad empobrecida y tópica, una gran dispersión de temas y personajes cogidos con pinzas…Yo seguía leyendo porque no me podía creer que aquello fuera tan decepcionante. “Va a cambiar. Ya lo vas a ver”, me decía. Hasta ayer.
En definitiva no es más que una de esas novelas que abandonas porque no te interesan. El asunto es que estuve a punto de comprarla y, como lo que compro me lo leo (por principios, aunque no sé muy bien cuáles), hubiera perdido muchas más horas, paciencia, fe en los escritores,… y 20 euros o más.
Menos mal que, antes de soltar la pasta, me pude hacer con ella por caminos más baratos. Tanto como oímos a los escritores clamar contra lo que ellos denominan la “piratería” en Internet, me pregunto si la buena de Isabel hubiera buscado la forma de resarcirme de tanta pérdida como la enunciada. Me temo que no.
Y es en este momento del discurrir cuando recuerdo (y cito de memoria, porque aquí no tengo los materiales necesarios) como hace bien poco Reverte (a quien, en principio, leo con respeto todas las semanas) venía a decir que una novela le llevaba dos años y se preguntaba si eso se podía “bajar” impunemente para no pagarlo.
Pareciera, dicho así, que ha dedicado dos años, en exclusividad, a esa novela. Pues en su discurso había dos (al menos) datos que no aparecían: por una parte, los ingresos que le quedan después de haber sido “robado” (no me parece temerario decir que no trabaja más que mi hijo y que sus bienes y sus ingresos anuales sí son muy superiores); por otra parte, todos esos “trabajillos” que rompen la exclusividad de la novela: columnas periodísticas, conferencias, sesiones de Academia, clases en la Uni, pensiones de jubilación, derechos de escritos anteriores,… (todo no es atribuible al mismo autor).
Y, puestos ya, el pasado domingo me encontré con una entrevista a un señor llamado Juan Gómez-Jurado, que, además de periodista, es escritor y presentaba su quinta novela. Se afirmaba allí que cada de sus novelas tiene más de 16.000 horas de trabajo. El tiene 36 años.
Ahora mismo os lo traduzco: en los convenios suelen aparecer alrededor de 1.700 horas de trabajo anuales. Suponiendo que este señor trabaje el doble (o sea, 80 horas semanales), es decir 3.400, cada novela llevaría casi 5 años de trabajo exclusivo. Como ha escrito cinco novelas, lleva en el asunto cerca de 25 años. Para los 36 que tiene, no está mal. Me pregunto de dónde sacará el tiempo para ser periodista.