lunes, 27 de agosto de 2018

Ultimas novelas


Recopilo las últimas lecturas de este mes de agosto. No voy a tardar mucho, porque salvo dejar constancia de lo leído, poco merece la pena detenerse siquiera en ello. Pero, al menos, que lo sepáis.
No tardé mucho en abandonar la idea de leer a “los de Bilbao”. Cuarenta páginas de “Una de del oeste” de Abásolo (todavía en Bilbao) fueron suficientes para desecharla. Otro tanto ocurrió con “Sindy la colegiala” (primer título de la serie Bellón) de Julián Ibáñez y con “No más miedo” de Erika Jong (por el morbo que me producía saber qué había sido de aquella mujer que escribió el famoso “Miedo a volar”).
Luego llegó el turno de “Verano en rojo” de Berna González Harbour, que tan buen sabor de boca me había dejado con su “Los ciervos llegan sin avisar”. Pero, esta vez, aunque la técnica que utiliza y la adición que provoca su lectura es casi tan interesante como las de “Los ciervos…” (podéis verlo en mi blog del 20 de abril), esta vez, decía, me cuesta mucho creer esos conventos, esos frailes… Diría que son una mala caricatura y que poco favor hacen al análisis (aunque sea novelístico) de la pederastia en la iglesia.
Por último, acabo de leer “Vengaré tu muerte” de Carmen Riera. Nada que ver (o muy poco) como aquella “Naturaleza casi muerta”, que me llevó hasta ella. Es una mala novela, muy sosota, es como si demasiadas veces a lo largo del relato, que no consigue engancharte, nos estuviera pidiendo que no nos tomáramos en serio nada de lo que leemos.
Y eso es todo. A ver si tengo un poco más de suerte con lo que empiece a caer a partir de ahora.

lunes, 13 de agosto de 2018

Hasta salen ecologistas


Domingo. Tarde soleada y calurosa, aunque ya a esta hora ha bajado la temperatura porque se ha levantado el Norte y el sol ha desaparecido más allá de la iglesia y del montículo en que se posa.
Los inquilinos de fin de semana ya han marchado y quedamos sólo unos pocos. Me siento delante de casa a hacer un sudoku en la más absoluta de las quietudes y del silencio.
Un vecino ha tenido una idea parecida y se sienta “a la fresca” delante de su casa, muy próxima a la mía. Intercambiamos un par de comentarios amables sobre la jornada que acaba y sobre las fiestas de la próxima. Y, después, cada uno a lo suyo, cada uno con su móvil.
No han pasado diez minutos cuando por el fondo del callejón aparece una familia (padre, madre, hija en el comienzo de la adolescencia, e hijo de 8 años), llegada desde Cantabria para recordar viejos tiempos y saludar a los habitantes que otrora conocieron.
De entrada confunden a mi vecino con su hermano, pero no dudan en quedarse con él para recordar aquellas viejas anécdotas, de las que la madre y los hijos parecen participar por primera vez.
No hace falta silencio para hacer sudokus.
Luego el niño descubre que mi perra tiene una pelota en la boca y se la está acercando para que juegue con ella a tirársela. El niño no sabe, ni tiene por qué caber, que mi perra lo hace con todos e insiste en cuanto ve una pequeña falla en el posible lanzador. Así que el niño se la lanza una y otra vez, mientras trata de convencer a sus padres de que le regalen un perro porque “yo sí que voy a saber educarle. Mirad cómo me la da a la mano. No como fulanito, que tiene un perro y cuando le tira la pelota no se la trae a la mano”.
Mi pobre perra, que aunque esté muy educada, no sabe lo que es acabar de correr tras la pelota, jadea. Y se lo tengo que explicar al niño para que la deje descansar un poco.
Momento que la chica aprovecha para fijarse en otra perra, tumbada por allí y ¡qué magnífica escena de teatro se perdió por la ausencia de un dramaturgo inteligente!:
-La hija: Mira, esa perra sí que es bonita.
- El padre: Sí, pero esa es una perra de caza.
- El niño: ¿Para qué quiere un cazador una perra?
- El padre: “El perro levanta la pieza y el cazador la tumba”
- La madre (intentando poner un poco de cordura en el asombro incrédulo de su hijo): No te preocupes. Ya lo entenderás cuando seas mayor. Ahora en un poco difícil”
- El padre: O no lo entenderá. Ahora los niños salen hasta ecologistas”
“Salen hasta ecologistas”. Hermosa frase para enmarcar. No me digáis que no. Ojo, educadores, dentro de un mes os van a llegar a la escuela niños que hasta salen ecologistas. No lo permitáis, por favor. No defraudéis a sus padres.

viernes, 3 de agosto de 2018

El refugio de los canallas

Antes de leer “El refugio de los canallas”, conocía de su autor algunas pequeñas cosas escritas en el periódico. Y no me hacía ninguna gracia.
Para estropearlo más, la novela se vendía con una recomendación de F. Aramburu, que me gusta menos.
Y pocos días antes de terminar mi lectura anterior, mi recelo se tropezó con la noticia de que la novela había ganado el premio Dashiell Hammett a la mejor novela negra escrita en español, un premio al que también optaban como finalistas Diego Amexeiras, Berna González Harbour, Alicia Giménez Bartlet, o Juan Madrid.
Así que la balanza se inclinó a continuar con mi proyecto veraniego de leer a gente de “aquí”.

En la página 30 me estaba preguntando si no era hora de acabar con el proyecto. Pero, seguí.
Y acerté.

Ésta es una novela muy bien escrita, con algunas páginas de muy bella factura literaria, con personajes muy bien retratados, a los que el lector casi los ve presentes, con esa especie de “deconstrucción” del tiempo, esos saltos en la cronología, que parecen tan de moda, pero que aquí aumentan el ritmo de la narración y acentúan las intenciones del autor, agilizando su lectura.

Es, creo, una buena, buena novela.
Y no me atrevo a calificarla de “muy buena” porque el final casi lo sabemos ya desde el principio, porque al tratarse de una parte reciente de nuestra historia, aunque hecha ficción, le falta un poco de intriga.

Bas ha dicho que "El refugio de los canallas" es su "mejor novela" o "su libro menos malo" y se basa en la historia de ETA desde los años 50 del siglo pasado hasta el 2015.
"Estoy contento de la estructura. Me dio mucho trabajo. Son saltos en el tiempo adelante y atrás, capítulo a capítulo, entre 1942 y 2015. Escogí esta fórmula porque me pareció que esta historia debía contarse así, que era la manera de dar al lector una visión poliédrica y la información completa de por qué actúan los personajes del modo que lo hacen y cómo son por cómo fueron y de dónde vienen", ha explicado el autor en una entrevista a Europa Press.

Pero, no podemos desentendernos de lo que cuenta. No es una historia cualquiera, mejor o peor entramada. Como cualquier contador de historias (político, historiador o novelista) Juan Bas toma partido en los hechos. Como cualquier narración histórica (aunque sea novelada), toma partido en la historia que cuenta.
"Es una historia endogámica, mediocre, pero llena de crueldad y estupidez, sobre el odio que termina destruyendo la vida de dos generaciones", ha dicho Bas.

Y, además, ésta es una novela para hablar, más desde ella, creo, que sobre ella. No va a dejar frío al personal, supongo. Y, si no lo es ya, pienso que se convertirá pronto en lectura obligada en los “comideros” del “mundillo intelectual vasco”.

A mí me gustaría decir tres cosas:

Primero, que Juan Bas tiene mucho empeño en dejar clara su postura, su tesis, tanto como para que el más clarividente (¿y único?) de sus personajes, desde su cinismo casi absoluto diga:
“El guardia civil y el etarra eran dos fascistas de libro, de los que piensan que las patrias existen y que valen el precio de morir y matar por ellas. Ambos, estúpidos y despreciables.
“El patriotismo es el último refugio de los canallas”, escribió el certero doctor Johnson”
Por si acaso, que no nos quede ninguna duda, no sea que alguien no se entere bien.

En segundo lugar diré que me ha resultado, como historia, un mundo excesivamente “cerrado”, endogámico. No he conseguido saber si la novela tiene o no una cierta pretensión de universalizar: “esto, y sólo esto, es lo que ha habido en la historia de ETA y los GAL”. Pero si tuviera esa pretensión, me resultaría excesiva. Y, si no la tiene, me gustaría resaltar que la historia de ETA (y la de los GAL) no puede reducirse a lo aquí contado.

Y, por último, dejar claro que la historia contada (y, supongo, la vivida) es oprimente, desasosegante, vomitiva. Hasta donde alcanza mi recuerdo de la lectura sólo uno de los personajes se “salva”, de alguna manera se queda al margen (si ello es posible): la hermana de uno de los terroristas. En rara, muy rara, coincidencia con “Patria” de F. Aramburu (que tan poco me gustó).

Deberíais leerla.