jueves, 31 de julio de 2014

El Iluminado

El iluminado, en un visto y no visto, acaba con cualquier problema de manera eficaz, rápida y fácil. O, mejor dicho, explica cómo se hace para acabar con el problema.
El iluminado se acercaba allí donde se intentaba educar a chicos “difíciles” y, en menos que canta un gallo, te daba la solución. No digo nada si el iluminado tenía un altavoz y un público, dispuesto a creer.
Y lo mismo que para la educación, el iluminado tenía soluciones para la política, la economía, las relaciones laborales, la reconstrucción de los partidos políticos, la familia, para cualquier problema ético,… hasta para el fútbol o para acabar con la existencia de familias “tipo Pujol”.
Me imagino que hoy, que estoy menos al tanto de estas cosas, seguirá habiendo iluminados. Son tipos simplones. Y de esos abundan.

Pensaba yo en todo esto mientras recogía vainas. Yo solo, en poco más de una hora, he recogido unos cinco kilos. No he calculado ni el tiempo ni el peso, hablo “de memoria”, pero no me equivocaré por mucho.
El caso es que el año pasado (mi primer año en contacto con una huerta de verdad) recogimos tal cantidad de vainas que todavía hoy queda algún frasco de ellas en casa.
Las últimas que recogimos, las dejamos para simiente de las de este año.
Y, como este año me entero un poco más, puedo ser fiel relator de que aquellas semillas, unos palos y unas cuerdas (para que trepe la planta), riego, sol, un poco de limpieza de la tierra, trabajo y poco más, todo ello sumado va a volver a producir el “milagro” de la multiplicación de las vainas; y de las patatas, los tomates, los pimientos,…
De esos alimentos sólo no se puede vivir. Por supuesto, la alimentación es mucho más compleja.
Pero cualquier iluminado (simplón) nos pondría en un pequeño brete: tierra + agua + trabajo + poco más = media alimentación durante muchos meses. Aquí es donde trato de evitar cualquier tentación de convertirme en un iluminado.
Hay mucha gente (espero que todos vosotros) a los que no os sobra la variable trabajo (vamos que ya trabajáis suficiente) para incorporarla a la suma. Pero, ¿qué le puede faltar a quien tiene toda su fuerza de trabajo en desempleo?: ¿tierra?... abreviando y generalizando, ¿medios de producción?.
El iluminado es un simplón, pero muchas veces nos ayuda a comprender que el problema no está tanto en la dificultad de la solución, que a menudo empieza por medidas muy simples, cuanto en la falta de voluntad de quienes tienen el poder para aplicar esas medidas tan simples.

Después, siempre tendremos técnicos suficientemente capaces y honrados como para ir sorteando los obstáculos con los que vayan encontrándose esas intuiciones tan simples.

Maderos

Después de “Diario de un jubilado” de Delibes, y de “Bilbao-Hollywood” de Javier Abásolo, con la que no he podido, he llegado a “Maderos” de Ken Bruen. No sé de dónde ha salido la recomendación de leerlo, aunque lo supongo. Pero, como no voy a repetirla, me evito investigar sobre su origen
“Maderos” es una novela en la que hay asesinatos (casi todos ellos justicieros, salvo los que dan origen a la historia) hay sentimientos, hay mucho libro y mucha música “recomendados”, hay Irlanda con su catolicismo y su independentismo, hay amistad, enamoramiento, sentimientos, y hay, sobre todo, alcohol.
Un detective, expolicía, que prácticamente ni se dedica a ello ni investiga casi nada en este “caso”. Mucha desesperanza, mucho fracaso y una pequeña luz final…quizás. Eso es todo. Quien  guste en  profundizar en diversos tipos de detectives (bastante propio de la novela criminal) no debería perderse este Jack Taylor.
Los demás pueden aprovechar mejor el tiempo, siempre escaso, para ejercitar la lectura.

Con éste son ya tres los errores consecutivos a la hora de seleccionar mis lecturas. Si en las dos próximas apuestas las cosas siguen igual, tendré que acudir a otros blogs de recomendaciones o, en su defecto, a los clásicos o semi-clásicos.

viernes, 25 de julio de 2014

La inocencia del lenguaje o el hombre de la bodeguera

“El hombre de la bodeguera”. Nunca me habían llamado de manera parecida. O, al menos, yo no lo he sabido. Pero, está claro que cuando no sabemos bien como llamar a alguien, buscamos un rasgo que lo caracterice y que todos lo puedan identificar, para poder referirnos a él.
Yo me paseo por Medina con una perra bodeguera y de ahí que haya quien me conozca como “el hombre de la bodeguera”.

Este fue, supongo, el origen de muchos de los apellidos que hoy conocemos, y que no nos causan ninguna extrañeza: Colmenero, Cabrera, Caballero, Molinero,…
Pero, fijaros y poned vosotros el origen: Calvo, Bizarro, Cabezón, Rico, Salinas, Montes, …
No hace falta seguir. Este no es más que uno de los ejemplos de lo interesante que puede resultar la sociología del lenguaje. Asunto que algún día pasado, hace ya mucho tiempo, me parecía apasionante.
Y con el lenguaje no sólo construimos la realidad social del individuo. También construimos la sociedad, las relaciones sociales entre los hombres, los sexos, las razas,… El lenguaje es todo menos inocente.
Por poner un ejemplo. Este titular aparecía hace unos días en El Correo: “Las colonias forales rompen fronteras con 24 chicos extranjeros de intercambio”. Nada más inocente, ¿no?
Leyendo el artículo, resultaba que 24 chavales extranjeros (sólo añade que 12 son alemanes) comparten colonias con 1660 autóctonos. O sea, que a cada 70 de los nuestros les toca un extranjero. Y, así, se rompen las fronteras.
Dos preguntas, aunque podrían ser “mil”: ¿no habían dejado de existir las fronteras en el espacio europeo? y ¿de más allá de las fronteras que sí existen ha venido alguno en intercambio? Es decir, ¿vamos a mandar chavales nuestros a hacer colonias a Guinea, Siria o Bangladesh?

Podríamos fácilmente, hacer muchas más preguntas. Podríamos repasar la mayoría de las noticias del periódico de cualquier día. Siempre llegaríamos a lo mismo: el lenguaje es todo menos inocente.

sábado, 19 de julio de 2014

Viva el baloncesto

Mi boli se ha quedado momentáneamente sin tinta y mi lapicero sin mina. El calor (¡por fin!) ha desactivado la razón o las ganas de razonar.
Sólo queda tiempo para disfrutar del sol y del agua: río, piscina, regadío de la huerta.
Así que, ante la dureza de los acontecimientos me permito abrir mi blog sólo para deciros que leáis la última entrada de Mekatxiss (http://mekatxiss.blogspot.com.es/), con la que me identifico.
Que sigáis pasando el verano lo mejor que estos mangurrinos nos dejen.

viernes, 11 de julio de 2014

Muerte entre líneas



“Muerte entre líneas” de Donna Leon es una novela sencilla, de lectura fácil, menos cuidada que otras de las suyas.
Como siempre, D. Leon plantea una trama simple que se sigue sin esfuerzos por parte  del lector y con algunos “destellos de inteligencia social”, o sea con algunas puyas contra la realidad en la que vivimos y que entre todos construimos o, al menos, permitimos.

Pero, como ya me ocurrió con Andrea Camilleri, tengo la impresión de que el personajes (Brunetti), el marco geográfico (Venecia), el entorno familiar y laboral (la policía) están muy gastados. Casi diría yo que agotados. Habrá que ir pensando en que D. Leon forma parte de la historia de la novela negra.

Curiosidad y preocupación


Dos “grandes acontecimientos” (¡qué pomposidad y cuánta presunción!, madre) esperan para este próximo domingo.
Dos que serán tres si el verano tiene a bien empezar ya en esta tierra castellana. Que se está haciendo esperar.
El primer acontecimiento lo viviré con curiosidad: final del mundial de fútbol. Desde la eliminación de España sólo he visto las dos semifinales. Y la última no la terminé. Antes caí dormido. Llega una final “curiosa”: la aburrida, soporífera Argentina frente a la creativa, atrevida, brillante, resolutiva Alemania. ¿El mundo del revés? ¿El sur juguetón y guasón frente al norte teutón serio y uniforme? Pues parece que no. A ver si la Merkel se engancha a la fiesta.
El segundo acontecimiento lo contemplo con más preocupación que otra cosa: elección del secretario general del Psoe. Confieso que no he seguido el pensamiento de los tres candidatos más allá de lo que han ofrecido la prensa diaria (no especializada, lo digo por si acaso) o la televisión. Pero, en lo poco que he seguido ni rastro de un programa político y casi ni huellas del socialismo. ¿Dónde queda alguno de esos hombres (¿pura mitología sin realidad debajo?) que llevaba en sus propias entrañas una utopía que intentaba trasladar a la estrategia y la táctica? ¿Queda alguno?
Lo único que he oído (y sigo diciendo que ya no le creo a nadie) han sido críticas a lo que el Pp está haciendo en esta última legislatura y la promesa de deshacerlo.
¿Caeremos en la cuenta alguna vez los ciudadanos de lo que esto significa? Durante cuatro años pagamos (y bien) a cerca de un millar de individuos (o más, entre senadores, parlamentarios, cargos de confianza,…) para que hagan un conjunto de leyes que serán derogadas (los próximos cuatro años) por los mismos que los hicieron (los mismos si miramos al conjunto, sin preocuparnos demasiado de los subconjuntos).
O sea, llamamos al albañil para que nos construya una casa y, cuando esté hecha, le volvemos a llamar para que la tire. Quizá entre períodos vivamos unos ratos en ella.

¡Que venga pronto el verano! Y, después, ¡el mundial de basket!

martes, 8 de julio de 2014

Tertulianos

Muy de tiempo en tiempo ocurre que veo “La sexta noche”, un programa de tertulias políticas que ponen en La Sexta los sábados por la noche.

Casi siempre que lo hago es porque en el resto de las cadenas o está todo visto o “aburren”. Tampoco lo suelo ver entero. Es un poco por pasar el rato.
Como en todos los programas de tertulias que he visto en la televisión, tampoco en éste se ponen nunca de acuerdo, ni siquiera en lo más elemental. Porque el que lo dice (lo más elemental) tiene una connotación política concreta y, por consiguiente, hay que discutirlo, ir más allá, encontrar las razones subyacentes, los intereses ocultos, el partidismo latente,… Y, de paso, subrayar cuando fue inconsecuente con lo más elemental. Supongo que, al menos, se pondrán de acuerdo a la hora de pasar por caja. La caja es la que siempre iguala, es decir la que les hace iguales, a quienes tan diferente piensan.
Pero, a lo que iba. A mí este programa me resulta interesante porque siempre me refrescan la memoria. La verdad es que la mayoría de los tertulianos son unos “máquinas”. Tienen en la cabeza (o en la tableta) un archivo inconmensurable. Así que, se trate el asunto que se trate, yo vuelvo a recordar, una y otra vez, incompetencias, mentiras, incumplimientos, fraudes, tramas, corrupciones,… Y, además, en un solo programa, los que hacen referencia a los dos grandes partidos. El tertuliano “pepero” repasa los desmanes del Psoe y, a la inversa, el “psoero” los del PP. Una auténtica gozada.
Si prescindimos del “tú más que yo”, y les creemos a los dos (o a los cuatro), que no hay ninguna razón para no hacerlo, estaremos recordando las tripas, los entresijos, de ambos partidos. De gozada nada, claro.

Los que seáis frágiles de memoria, como yo, deberíais pasar alguna noche de sábado en compañía de La Sexta. Y tener un par de programas grabados, para verlos el día de reflexión previo a cualquier día de votaciones.

viernes, 4 de julio de 2014

Malas hierbas

Hoy he estado arrancando hierbas en la huerta. Malas hierbas.

 Sutil metáfora tantas veces usada en la literatura, el cine, la educación,…. Creo que hasta en el evangelio.
Las malas hierbas son las que crecen donde no debieran.
Las malas hierbas no son malas. Sólo ocurre que no están en el lugar adecuado en el momento oportuno.
Son las hierbas extrañas, las extranjeras, las que se han metido donde nadie las llamaba y se comen los nutrientes que necesitan aquellas otras hierbas, las buenas que nosotros hemos plantado.
Hay que arrancarlas, pues. Son peligrosas. Atentan contra el orden establecido por nosotros, que gobernamos esa tierra que no sólo nos pertenece, sino que, además, trabajamos. Y no vamos a trabajar para ellas.
Las malas hierbas son malas por decreto, porque así lo hemos decidido los honrados propietarios-arrendadores-trabajadores, los hombres de bien y de orden, en una palabra.

Nada tan parecido a la vida como una huerta.