La semana pasada, como ya adelanté en
este blog, Leonardo Padura estuvo en Bilbao. Como también adelanté yo no fui a
oírle (verle no creo que sea muy
emocionante). Sé que la sala donde daba su “conferencia” estuvo llena y que él
gustó mucho. No podía ser de otra manera.
Pero tampoco yo estaba para
comportamientos sumisos con quien viene a hacer publicidad de su obra y cobra
por ello a quien recibe la publicidad. Sigue sin parecerme nada correcto.
Aunque ya imagino que la situación tendrá que ver menos con él que con los que
lo “traían”.
Lo que sí he hecho en este tiempo es
leer “La transparencia del tiempo”. Y aseguro que no me ha defraudado ni un
poquito. Padura sigue siendo el escritor que más me interesa en este momento.
Conde sigue siendo el expolicía-investigador que marcha a la cabeza de la larga
lista de “detectives” con los que ya contamos. Y sus amigos… ah! sus amigos son
un regalo continuo para la imaginación y la envidia.
Novela negra. Por supuesto. Y también
novela histórica y novela costumbrista y novela de caballerías, y homenajes al
realismo mágico. “La transparencia del tiempo” rebasa los límites de la novela de
género, pero lo definitivo es que nos lleva por los nuevos derroteros de una “nueva”
Cuba, que no dejan de estar marcados por el reverdecer de las viejas clases y
las más viejas desigualdades.
Todo lo demás (su prosa elegante, su
canto a la amistad, su preocupación y su nostalgia, su concepción de la “vejez”
y del amor, su ágil lectura, ese pasar gozoso de los ojos por lo escrito, sus
personajes, su entronque con el pasado que no siempre fue distinto…) todo eso
deberíais descubrirlo por vosotros mismos.
Pero, quizás no debáis hacerme demasiado
caso. Ya sabéis cómo me pone Padura.
Así sigue viendo a Cuba, después de la “apertura”:
“Dos
mundos colindantes entre os cuales se iba levantando una muralla similar a la
que separaba a los nobles de los plebeyos: la muralla a veces más sutil aunque
no menos compacta que en la isla habían intentado demoler pero que, persistente
como la vida, volvía a erigirse a la menor oportunidad”
“Conde se
dijo que en realidad había dos ciudades invisibles dentro de la ciudad visible:
el hormiguero hirviente de los desafortunados y los recintos brillantes de los
afortunados políticos y económicos”
Así que vamos a beber el buen ron hoy
que tenemos y “ya mañana se verá, y que
el mundo, la historia y el tiempo se vayan toso a la mierda…, total”
Porque “cuando tantas cosas se iban a la mierda, él (Conde) tenía el
privilegio de contar con amigos que lo querían y a los que él quería”.