lunes, 26 de octubre de 2015

Agur, Javier

El viernes pasado murió Javier. Hoy ha sido su funeral. Ya sé que muchos no sabéis de quién escribo, pero da igual. Saberlo o no, no variaría lo que yo escriba.
La vida de cualquiera de nosotros está plagada de hitos. Resulta muy difícil reducir la vida de alguien a una entrada de blog. Y, por si acaso, advierto ya desde ahora que no es esa mi intención.
Pensando en Javier, he recogido tres datos de su biografía:
Nuestros hijos fueron a la misma ikastola y al mismo curso. Los dos mayores jugaron juntos en el mismo equipo de futbito durante varios años y, alrededor de aquel equipo, un grupo de familias nos encontramos durante muchos sábados por la mañana, y los encuentros se ampliaron a muchas comidas juntos, algunas salidas de fines de semana, y un pequeño grupo de padres nos reunimos a cenar todavía el año pasado (aunque últimamente nos hemos despistado por completo), y...
Javier vivía aquí, a la vuelta de la esquina, y nos veíamos incluso él en el balcón y yo en la plaza, nos tropezábamos con una cierta frecuencia y –recuerdo- llegamos a coincidir dos veranos en Alicante.
Así que su biografía algo tiene que ver con la mía.
Quizás alguno de los que esto leéis recordéis que yo siempre he ido a clase con una agenda. En ellas (cada curso una diferente) estaba todo lo que yo debía recordar: la hora y el grupo que me tocaba; el lugar de la materia que debía explicar; los avisos que debía dar en clase,… Pues, desde muchos años antes de que yo me jubilara, Javier me regalaba la agenda de trabajo con la que yo podía contar durante todo el curso.
Así que también tiene algo que ver con el contenido de este blog.
Javier, cuando murió, tenía 60 años.
Así que no estamos demasiado lejos. Aunque dicen que ha muerto joven.
Ha muerto –todavía no lo he dicho- de repente, de un derrame cerebral, mientras trabajaba. “Sin enterarse”, que se suele decir.
Hay muchas maneras de clasificar las muertes: “sin enterarse” o después de mucho sufrimiento; rápidas o lentas; de joven o de mayor; … Cuando la vida acelera los pasos que conducen a la muerte (y todos nuestros pasos conducen ahí), yo prefiero distinguir entre dos tipos de muerte: aquel que permite despedirse de los que uno quiere y el que no lo permite.
Cada día me parece más deseable una muerte que permita despedirse de quienes nos han rodeado hasta entonces. Me parece mucho más humano que desaparecer “sin enterarse”.
Decía el cura que ha celebrado el funeral que no somos dueños de la vida. Posiblemente tendrá razón, aunque no tal como él lo entendía, pero, a medida que pasa el tiempo, entiendo que sí podríamos ser dueños del cómo y el cuándo dejar la vida. Siempre que –claro está- renunciemos a toda la parafernalia de la inmortalidad.

Agur, Javier. No tuvimos tiempo para decírnoslo y es una pena.

jueves, 15 de octubre de 2015

Falacias nada inocentes

Tengo un título universitario que acredita que hice estudios de Sociología (y los aprobé). Un par de veces o tres (no más) ejercí de sociólogo. Muchas más veces he opinado (algunas de ellas, supongo que con criterio y un buen razonamiento detrás) sobre temas de actualidad.
La actualidad, y lo que ella implica respecto a los centros de interés, el tipo de fuentes utilizadas en su análisis, y las conclusiones a las que dicho análisis llega, es lo que, a mi modo de entender, distingue a un sociólogo de un historiador: Los análisis que yo pude hacer en los años 90 del siglo pasado, hoy son material para los estudios de historia. Y de nada sirve la historia si no es para contribuir a la lectura, comprensión, interpretación y mejora de la actualidad.
Viene toda esta introducción a cuento de un pequeño rifirrafe que servidor ha montado en la web “Otxarkoaga.es”.
Hace pocos días apareció allí un texto, “El problema escolar en Otxarkoaga marginalidad y educación durante el desarrollismo”, firmado por Íñigo López Simón, que nada me hubiera interesado (o muy poco) a no ser porque se presentó en un simposium de historia contemporánea (¿sociología?), por alguien que se decía historiador (y por lo tanto científico) y porque versaba sobre un barrio que me toca (Otxarkoaga) y una parcela en la que me he movido durante muchos años, tantos que forma parte del nombre con el que se presenta este blog (la educación).
Así que lo leí y, a medida que crecía mi indignación, mi cabeza se iba calentando. Y ahí llegó el rifirrafe. El que quiera puede acudir a la web mentada.
Pero, al margen del calentón, hay un par de asuntos que me parece interesante recoger y destacar.
La historia (y la realidad sociológica) se puede falsear porque lo que cuenta no es verdad; porque lo que se cuenta, siendo una verdad chiquitita y personal (individual) se engrandece y universaliza, como si fuera la única verdad; o porque algunas partes de dejan sin contar.
Esta historia de Otxarkoaga, la que aparece en el texto (tan erudito como pare presentarlo en un simposium) es falsa. No es éste el lugar para desvelar cada falsedad, pero voy a traer un ejemplo. Algo que se ha dicho muchas veces de Otrxarkoaga.
El autor trae a colación las palabras de un vecino nacido en 1962, que trascribe así: “El aula era un caos […] De los 40 y tantos que éramos en mi clase quedamos 15. Los otros 30 se han muerto. O droga, o atracos o cosas de esas. De 45 quedamos 15. Todos han salido delincuentes.”
Según el autor la cita sale de una entrevista realizada el 14/02/14. O sea, si este vecino salió de la Escuela en 1976 (con 14 años), han pasado 39 años Fiar un estudio a la memoria de un individuo (uno) después de 38 años…
Pero hay más. Quiero entender que lo de la droga, los atracos,…las muertes se habrían producido ya para 1988 (elijo esta fecha porque hay datos contrastados), cuando aquel vecino contaba con 26 años.
En los años de la primera mitad de los 60 en Otxarkoaga nacieron en torno a los 600 niños. En cinco años nacerían 3000. Como sólo quedaba una tercera parte de ellos, en 1988 debería haber 1000 jóvenes entre 25 y 29 años. Los datos estadísticos hablan de 1752.
Y la diferencia entre los que nacieron y los que seguían vivos en el barrio se explica mucho mejor por algo tan natural como que los jóvenes se independizaban y se marchaban a vivir fuera porque allí no había sitio. Eso explica mejor la diferencia que las muertes (que las hubo) y los que se convirtieron en población reclusa (que también los hubo).
Y hay otro asunto más: no es irrelevante que la historia se falsee. Y menos cuando abunda en alguno de los clichés que marcaron la fama (y la lana) del barrio. Por ello pedía yo a esa web mayor firmeza y claridad para desenmascarar lo que no es cierto. No podemos escondernos, arrebujarnos en una falsa neutralidad: todo el mundo no tiene derecho a decir lo que quiera… sin que se le conteste.
Y, si todo el mundo tiene derecho a pensar ( o a no pensar) y a decir o escribir, yo tengo derecho a no prestarle mis instrumentos de difusión, porque además de ser míos, lo son (o deberían serlo) también de los que van a ser minusvalorados, menospreciados, … quizás vejados.

Los calentones deben servir para pensar después.

lunes, 12 de octubre de 2015

De militares y otras muertes

El desfile militar de esta mañana de nuestro (¿nuestro?) ejército “de paz” nos ha costado 800.000 euros. Una minucia.  Total, durante esta legislatura, Pablo Morenés, ministro de Defensa, ha gastado 8.717 millones más de los que tenía asignados en los Presupuestos Generales del Estado, lo que supone una desviación cercana al 40%.
No tengo ni idea de lo que nos ha costado la posterior recepción real, que de forma directa o indirecta, se ha pagado con nuestros (estos sí que son nuestros) impuestos.
Y allí estaba Carmena. ¿Qué hacía allí? No tengo ni idea.

El sábado falleció “felizmente” Andrea, esa niña de Noia a la que habían condenado a vivir “cuatro irresponsables sin vergüenza”. A la noche, en una sobremesa posterior a la cena, salió el tema. Y se amplió a la legislación existente (de la que no sabemos casi nada) a lo que significaba eso de una “muerte digna”, a quién tiene derecho a decidir,… Yo creo, y así lo defendí, que la solución es el derecho a la eutanasia (o al suicidio) acompañada, asistida.
Cuando alguien decide morir, la Asistencia Social (se llame como se llame) debería facilitárselo, acompañarle y procurarle hacerlo en condiciones dignas, “humanas”.
“¿Cada uno puede hacer lo que le de la gana con su vida, entonces?” Pues, no. Yo tengo una hernia discal y si voy al traumatólogo a pedir una solución, él me ofrece varias, generalmente no me va a operar, si no ve muy claro que eso significará una mejoría de mi calidad de vida, … pero, diga lo que diga, la última decisión debe ser mía, si estoy en mi pleno juicio. Y si no, debe ser de quien yo haya decidido, de los que me quieren (o así lo han demostrado durante mi vida), me respetan, … y, si no hay nadie que cumpla estas condiciones, de alguien a quien hayamos designado para estos menesteres.
Pero no tiene por qué ser un médico todopoderoso, ajeno a mi vida, mis preocupaciones, mis deseos,…
Está claro que mi afirmación, mi deseo absoluto de que se respete y se asista (se acompañe) mi derecho al suicidio, no significa que no debe haber ninguna regulación social. Debe haberla.
Pero ahora no la hay y es tiempo de que empecemos a discutirlo y a dar una respuesta. No sea que los que tuvimos que ver que para abortar se iba a Londres, tengamos que ver que para suicidarse se vaya a Holanda, Luxemburgo, Suiza o Bélgica.

A ver si llegamos a tiempo, caso de necesitarlo.

martes, 6 de octubre de 2015

Sumisión

Los que seguís este blog podéis comprender fácilmente el alcance del hecho de haber leído ya “Sumisión” de Houellebecq.
El título encuentra su total explicación en la idea de que el Islam defiende que el máximo de felicidad posible se alcanza con la sumisión voluntaria más absoluta. Yo no conozco suficientemente el Islam como para ratificarlo o discutirlo.
La novela tiene muchos momentos muy interesantes y toca temas de suma importancia: el crecimiento del neo-fascismo; la presencia definitiva y determinante del Islam aquí; el fin de la cristiandad y de nuestra cultura occidental; el suicidio de Europa; Dios,… el bienestar y lo que durante mucho tiempo hemos llamado “la realización” del hombre.
Sin olvidar la importancia de la familia, el papel –absolutamente ninguneado- de la mujer, la educación (sobre todo universitaria), la política y sus implicaciones.
Demasiado. Pero a mí la novela no me ha “enganchado”. Quizás hubiera sido mejor que H. hubiera escrito un “ensayo”. Quizás la novela necesita un lector diferente de quien esto escribe.
Con tantos asuntos como se tocan, podría traeros aquí muchas citas. Y muy interesantes. Pero sólo voy a traer una. Y no la traigo por su profundidad, sino porque me ha gustado y me ha recordado múltiples escenas de mi propia vida: todas esas veces que uno está inmerso en un trabajo de creación, en el se siente a gusto, implicado, casi abstraído y le vienen a estorbar los aspectos más prosaicos de la vida: un grifo estropeado, la ITV por pasar, o un papel que falta en aquello que le entregaste a Hacienda:

Esto le ocurre al protagonista cuando, después de haber escrito su mejor trabajo, llega a casa, abre el buzón y encuentra una notificación sobre los papeles de su jubilación: “durante dos semanas en cierta forma había sido transportado a las regiones del ideal, a mi modesto nivel había creado; regresar desde ese instante a mi estatus de sujeto administrativo ordinario me parecía un poco rudo.”

lunes, 5 de octubre de 2015

Duro comienzo de curso


No está siendo el comienzo de curso soñado. Esta mañana hemos dado un buen “paseo” (más de 13 km. con cuestas de subida y bajada muy pronunciadas, pero a lo largo de él he sabido que una amiga, de aquellas antiguas amigas de Deusto, de las que casi con toda seguridad aún siguen mi blog, tenía que enfrentarse el próximo jueves a un diagnóstico médico, que quizás resulte duro, doloroso y desagradable.
Y esta noche leo que han muerto Ana Diosdado y Henning Mankell.
De la primera he tenido muy pocas noticias literarias. Creo que hace mucho tiempo leí alguna de sus obras de teatro, pero no era santa de mi devoción.
El segundo, como sabéis, (o deberíais saber) era conocido por su serie con el inspector de policía Kurt Wallander. Y de Wallander me lo he leído todo. Con gusto.
El caso es que a finales de la semana pasada me preguntaba a mí mismo si leer su última obra o no, a raíz de un artículo sobre él en Babelia (suplemento literario de El País)
Allí se podía leer que  “el 8 de enero de 2014, de una mañana fría y nevada, fue al hospital y tras unas radiografías le diagnosticaron un tumor cancerígeno en el pulmón izquierdo con metástasis en la nuca. Los siguientes diez días fueron devastadores para su ánimo. Conoció el pavor. Creyó hundirse. Hasta que emergió con la idea de afrontar la enfermedad, de no dejarse vencer y de contar ese duelo con la muerte desde la perspectiva de la vida.
Arenas movedizas” es el título que le puso Mankell a ese libro que reúne sus vivencias.
Parece que Mankell ha perdido el duelo. Pero, a fin de cuentas, es un duelo al que tendremos que enfrentarnos todos y cada uno de nosotros. Y sabemos que, antes o después, lo tenemos perdido.

No. No ha sido un buen comienzo de curso. Pero. leeré “Arenas movedizas”. Será mi homenaje al único autor nórdico de novela negra, que realmente ha conseguido interesarme.

domingo, 4 de octubre de 2015

Las mujeres musulmanas

Como una invitación más a continuar con la línea de reflexiones que surgían en mi entrada última, ayer, sábado, el Correo titulaba en primera plana y en letras muy grandes: “PLANTE MUSULMÁN EN ERMUA A LAS AULAS MIXTAS PARA ADULTOS”.
Lo que seguía no se separaba de lo que uno `puede imaginar: por un lado la comunidad musulmana decía que si las aulas de EPA iban a ser mixtas, ellos abandonaban el Centro de educación y pedían-exigían que las aulas volvieran a ser mixtas como el curso anterior.
Pero, el otro lado de la moneda, las mujeres musulmanas decían que si no podían asistir a las clases se las condenaba no sólo a la ignorancia, sino también a quedar encerradas en casa.
¿Quién debe dar el brazo a torcer? ¿La comunidad musulmana? No lo va a hacer: su obediencia religiosa a la tradición no se lo permite. ¿La Administración? No lo va a hacer consciente de que la educación mixta es un logro en nuestra sociedad, más o menos, secularizada.
Así que, ¿qué ocurre con las mujeres?. Pues que seguirán siendo la parte más débil del conflicto, seguirán “pagando el pato”, seguirán sufriendo su discriminación, etc., etc.
Situaciones casi idénticas las hemos vivido muchas veces. Sólo algo tengo claro: el comienzo de la solución vendrá cuando, y sólo cuando, sean, en este caso, las mujeres musulmanas, y no la comunidad, las que tomen las riendas del problema y actúen a su favor.

Mientras, el otoño se nos ha echado encima y en Villatomil empieza a hacer frío. Habrá que comenzar ya el curso 2015-16