martes, 6 de octubre de 2015

Sumisión

Los que seguís este blog podéis comprender fácilmente el alcance del hecho de haber leído ya “Sumisión” de Houellebecq.
El título encuentra su total explicación en la idea de que el Islam defiende que el máximo de felicidad posible se alcanza con la sumisión voluntaria más absoluta. Yo no conozco suficientemente el Islam como para ratificarlo o discutirlo.
La novela tiene muchos momentos muy interesantes y toca temas de suma importancia: el crecimiento del neo-fascismo; la presencia definitiva y determinante del Islam aquí; el fin de la cristiandad y de nuestra cultura occidental; el suicidio de Europa; Dios,… el bienestar y lo que durante mucho tiempo hemos llamado “la realización” del hombre.
Sin olvidar la importancia de la familia, el papel –absolutamente ninguneado- de la mujer, la educación (sobre todo universitaria), la política y sus implicaciones.
Demasiado. Pero a mí la novela no me ha “enganchado”. Quizás hubiera sido mejor que H. hubiera escrito un “ensayo”. Quizás la novela necesita un lector diferente de quien esto escribe.
Con tantos asuntos como se tocan, podría traeros aquí muchas citas. Y muy interesantes. Pero sólo voy a traer una. Y no la traigo por su profundidad, sino porque me ha gustado y me ha recordado múltiples escenas de mi propia vida: todas esas veces que uno está inmerso en un trabajo de creación, en el se siente a gusto, implicado, casi abstraído y le vienen a estorbar los aspectos más prosaicos de la vida: un grifo estropeado, la ITV por pasar, o un papel que falta en aquello que le entregaste a Hacienda:

Esto le ocurre al protagonista cuando, después de haber escrito su mejor trabajo, llega a casa, abre el buzón y encuentra una notificación sobre los papeles de su jubilación: “durante dos semanas en cierta forma había sido transportado a las regiones del ideal, a mi modesto nivel había creado; regresar desde ese instante a mi estatus de sujeto administrativo ordinario me parecía un poco rudo.”

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