lunes, 12 de octubre de 2015

De militares y otras muertes

El desfile militar de esta mañana de nuestro (¿nuestro?) ejército “de paz” nos ha costado 800.000 euros. Una minucia.  Total, durante esta legislatura, Pablo Morenés, ministro de Defensa, ha gastado 8.717 millones más de los que tenía asignados en los Presupuestos Generales del Estado, lo que supone una desviación cercana al 40%.
No tengo ni idea de lo que nos ha costado la posterior recepción real, que de forma directa o indirecta, se ha pagado con nuestros (estos sí que son nuestros) impuestos.
Y allí estaba Carmena. ¿Qué hacía allí? No tengo ni idea.

El sábado falleció “felizmente” Andrea, esa niña de Noia a la que habían condenado a vivir “cuatro irresponsables sin vergüenza”. A la noche, en una sobremesa posterior a la cena, salió el tema. Y se amplió a la legislación existente (de la que no sabemos casi nada) a lo que significaba eso de una “muerte digna”, a quién tiene derecho a decidir,… Yo creo, y así lo defendí, que la solución es el derecho a la eutanasia (o al suicidio) acompañada, asistida.
Cuando alguien decide morir, la Asistencia Social (se llame como se llame) debería facilitárselo, acompañarle y procurarle hacerlo en condiciones dignas, “humanas”.
“¿Cada uno puede hacer lo que le de la gana con su vida, entonces?” Pues, no. Yo tengo una hernia discal y si voy al traumatólogo a pedir una solución, él me ofrece varias, generalmente no me va a operar, si no ve muy claro que eso significará una mejoría de mi calidad de vida, … pero, diga lo que diga, la última decisión debe ser mía, si estoy en mi pleno juicio. Y si no, debe ser de quien yo haya decidido, de los que me quieren (o así lo han demostrado durante mi vida), me respetan, … y, si no hay nadie que cumpla estas condiciones, de alguien a quien hayamos designado para estos menesteres.
Pero no tiene por qué ser un médico todopoderoso, ajeno a mi vida, mis preocupaciones, mis deseos,…
Está claro que mi afirmación, mi deseo absoluto de que se respete y se asista (se acompañe) mi derecho al suicidio, no significa que no debe haber ninguna regulación social. Debe haberla.
Pero ahora no la hay y es tiempo de que empecemos a discutirlo y a dar una respuesta. No sea que los que tuvimos que ver que para abortar se iba a Londres, tengamos que ver que para suicidarse se vaya a Holanda, Luxemburgo, Suiza o Bélgica.

A ver si llegamos a tiempo, caso de necesitarlo.

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