Envite a chica

                                                                           Envite a chica

Julián es un hombre bajito, rechoncho, con la mirada franca y la sonrisa permanente. De su boca no salen nunca palabras incómodas ni despectivas. Tiene la sabiduría que se acumula a lo largo de 70 años de vida dura. Nunca estudió. Primero trabajó en la obra y más tarde en un almacén de bebidas. Allí le llegó la jubilación.
Hoy es un pensionista afable, simpático, bonachón y, a veces, hasta cariñoso con los niños y con los animales de otros.
Por eso vive este momento con una fuerte extrañeza. No es capaz de entender  por qué ese joven le está mirando a los ojos mientras le dice que le entregue todo el dinero que lleva en el bolsillo. La navaja de su mano es toda su fuerza, toda su razón.
No baja sus ojos y acierta a responder:
-  Sólo llevo lo justo para pagar los cafés si pierdo la partida. Apenas cinco euros para un par de cafés completos. Pero te los voy a dar. Te los daría incluso si me ofrecieras una razón mejor que tu pincho.
Eso sí, te pondré una condición para que te lo lleves sin problemas: mañana irás a buscar trabajo y, si no lo encuentras, a la tarde vuelves por aquí de forma educada y te volveré a dar lo que lleve encima.
Julián saca su dinero del bolsillo; el joven tira violentamente de él, se lo arranca de las manos y echa a correr.
Cuando Julián llega al bar encuentra a sus tres compañeros de partida sentados ya a la mesa. Pide un café y, ante las quejas de sus amigos por la tardanza, les explica lo ocurrido.
Después de las exclamaciones que acompañan la sorpresa y el susto, uno de ellos, el que se sienta a su derecha, rompe en improperios contra los jóvenes de ahora y la situación de indefensión de los mayores.
-  Cada día es mayor la inseguridad de nuestras calles. Y tú, ¿cómo puedes ser tan ingenuo?. ¿Crees que habrás conseguido conmoverle, tocar la fibra de su responsabilidad y valentía ante la vida?. No lo dudes – ironiza -, mañana se presentará ante ti para comunicarte que se pone a trabajar y que te devolverá el dinero, con intereses. Mejor hubieras hecho en gritar en cuanto alejó la navaja y se puso a correr.
- Quizás no tengas razón – replica Pedro a su izquierda. Quizás Julián no sea un ingenuo y éste haya sido el último atraco del ladronzuelo. No va a volver con el dinero robado, pero no podemos adelantar lo que será de su vida. Nosotros hemos visto ya demasiadas cosas como para encorsetar la vida.
Julián les ha escuchado con atención. Los mira despacio. Sonríe y, dirigiéndose al tercero, al que está frente a él, que no deja de remover los naipes, le dice:
-  ¡Cartas!