“La
insoportable levedad del ser”, de Milan Kundera, no me ha gustado. A pesar de
que me llegaba cubierta de fama de ser una magnífica novela.
Quizás
sea un magnífico ensayo filosófico. No lo sé. Si se trata de eso, tendría que
hacer otra lectura, distinta de la que he hecho, cogiendo apuntes, subrayando a
colorines, para luego volcar mi crítica positiva o negativa en lo que Kundera
considera leve o en lo que considera pesado, insignificante o significante. Y
me temo que no estaríamos demasiado de acuerdo.
Es una ¿novela?
culta (no de culto): hay que haber leído mucho, hay que tener frescos desde los
primeros griegos a los últimos europeos del siglo XX o de finales del XIX. No
es, pese a quien le pese, una novela para disfrutar amablemente.
La
historia ¿de amor? vivida a caballo entre la Checoslovaquia de Dubcek o del
invasor ruso y la Suiza “libre”, con extensiones a París o EE.UU. no es
suficiente para aguantar, a mi modo de ver, el edificio filosófico que se
construye sobre ella. =, ¿es que la historia podría no haber existido?
Evidentemente
a lo largo de la ¿novela? hay muchas reflexiones interesantes, profundas,
dignas de quedarnos con el libro al aire y la cabeza caliente. La ¿novela?
tiene el gran acierto de tener varios narradores que completan la historia
desde diferentes ángulos, a ratos está muy bien escrita, a ratos a mí me ha
resultado insoportable.
Y luego
esa verdad recordada varias veces y que tanta riqueza puede tener cuando
hablamos de la libertad como la toma de importantes decisiones en importantes
momentos (que tampoco son mentira):
“Nuestra vida cotidiana es bombardeada por
casualidades, más exactamente por encuentros casuales de personas y
acontecimientos a los que llaman coincidencias”.
“El intruso” es algo más parecido a un alegato político-social que a una novela literaria. Me parece que hay poco relato para, sin ambages, filosofar contra el mundo religioso, personalizado en los jesuitas y a favor del racionalismo filosófico.
Nos encontramos
con una dura crítica al mundo del
nacionalismo vasco y al mundo del jesuitismo, que casi se identifican en la
novela.
Novela
muy recomendada, sí, pero ¿recomendable? Yo no lo tendría tan claro. A no ser
para alguien que esté buscando documentos escritos de cómo han sido
determinadas cosas en este país hace poco más de un siglo. A no ser para que la
lea alguien formado, crítico, capaz de entender que un montón de verdades “como
puños” acerca de las posturas religiosas, sociales o políticas con razón
vapuleadas no sirven de justificación para otras posturas que en la novela se
presentan acríticamente como las que pueden salvar al hombre.
Os dejo
tres momentitos de la novela. Podría haber extraído varios centenares, pero con
éstos será suficiente:
Casi de
rabiosa actualidad: “Bilbao no cambiaba:
cada sexo por su sitio. El hombre a los negocios y la mujer sola a la iglesia o
a hacer visitas como única diversión”
La
visión de una imagen de la Virgen y el Niño hacen que uno de los personajes
entusiasmado diga:
“- Cuántas joyas, ¿eh?. Esto sólo se ve en este
país. Aquí hay religión y riqueza.
El doctor pensaba involuntariamente en el
sucio y doliente rebaño de las minas, calculando en cuánto habría contribuido
su miseria a aquellos regalos inútiles, colocados por la fe y la ostentación de
unos pocos, sobre un madero tallado.”
“Y continuó el fuerte discípulo de Deusto:
- Los míos no saben leer; no saben nada de
libertad, derechos y demás zarandajas, y por esto son felices”
No hay comentarios:
Publicar un comentario