lunes, 26 de noviembre de 2018

La mujer justa y Cara de pan



Sandor Marai escribe “La mujer justa” en forma de tres monólogos, unos para cada uno de los personajes centrales. A través de ellos va construyendo la historia de una relación ¿amorosa? (no estoy seguro de que haya amor en ninguna de las relaciones), la que mantiene el hombre con sus dos esposas.
A veces el texto parece un ensayo sicológico sobre casi cualquier tema que se os ocurra, sin que la acción se mueva. Y entonces me ha resultado interesante, sí, pero densa, complicada, farragosa y hasta aburrida.
Otras veces la poca acción y la reflexión sobre ella te coge y no te suelta hasta muchas páginas después.
Está muy bien escrita y, posiblemente, es una gran novela… de esas que tiene su momento, de esas que no puedes leer en cualquier fase de tu vida.
En lo poco que incide en lo social hay una aguda y crítica disección del hombre burgués, que resulta muy interesante.
Os dejo algunas perlitas:
Nosotras conocemos la esencia. Ellos conocen los conceptos. A menudo, ambas cosas no coinciden.”
“Ha intentado (el hombre) hacerse indiferente a los sentimientos mediante la razón, que es como intentar convencer con palabras y argumentos a un paquete de dinamita de que no explote.”
“A las personas les cuesta mucho hacerse a la idea de que no hay esperanza, de que están solas, letal y desesperadamente solas. Muy pocos soportan la idea de que no hay remedio para la soledad de la existencia”.
“Se avecina un mundo en el que todo el que sea bello será sospechoso. Y todo el que tenga talento. Y el que tenga carácter. ¿No lo comprende? La belleza será un insulto y el talento, una provocación. ¡Y el carácter, un atentado! Porque ahora llegan ellos, saldrán de todas partes cientos de millones de ellos. Y estarán por todas partes. Los deformes. Los faltos de talento. Los débiles de carácter. Y arrojarán vitriolo a la belleza, untarán con brea y calumnia el talento, apuñalarán el carácter en el corazón. Ya están aquí… y serán cada vez más.”.


Dejadme que empiece a escribir de "Cara de pan" citando a Carlos Zenón (Carlos Zanón en Babelia 29/09/18):


“Mientras andas atrapado en la telaraña de Sara Mesa, te preguntas cómo lo hace, de que está hecha la substancia esa que te adhiere a sus libros, ese alquitrán que te mancha mientras la lees y luego, horas y días después de cerrar el ejemplar. Con Cara de pan vuelve a suceder.
El argumento de Cara de pan son los encuentros, en un parque, entre dos pájaros con un ala rota: Casi -llamada Cara de pan-, una cría de 13 años que en vez de ir al Instituto, donde no se adapta, decide esconderse en ese parque, y Viejo, un cincuentón acicalado fascinado por la ornitología, y por Nina Simone, que un buen día aparece y se sienta a su lado”

En la novela muchos temas coleando:
- el acoso escolar;
- la Escuela: “Si seguía faltando, el tercer día como muy tarde llamarían a su casa para preguntar”. Se plantea Casi. Y continúa: “Siempre es así: los profesores persiguen a los alumnos para que vayan a clase, aunque en el fondo están deseando que falten para trabajar menos y estar más tranquilos”;
- la educación: Le han dicho que no se relacione con desconocidos, pero: “Si nunca se relacionara con desconocidos, piensa, no avanzaría. Un conocido ha sido previamente un desconocido, esto es así por fuerza: si fuéramos por la vida negándoles la palabra a quienes no conocemos, jamás conoceríamos a nadie”;
- los padres “buena gente” y despreocupados;
- la locura y el control social:“El Viejo tiene un padreabuelo y estuvo en un manicomio, tiene un pasado raro y oscuro, ha sido rechazado por una confabulación de policías de la mente que lo encerraron a la fuerza”;
- la relación entre el trabajo y la riqueza;
- la violencia contra la mujer: “Los hombres no pueden ser amigos de las niñas, le han dicho siempre, y aún más: es imposible que un viejo se haga amigo de una niña, El viejo engaña, tiene intenciones ocultas, intenciones sucias. Esto es lo natural, no lo contrario, y lo que se diga de este viejo en minúscula es también aplicable al Viejo en mayúscula, al Viejo concreto, a su Viejo”.

No os adelanto nada del final. Es una novela corta y se llega muy pronto a él. Si lo hiciera revelaría más de una cosa importante y os privaría del placer de seguir, con la mosca detrás de la oreja, el suspense que poco a poco va creciendo.
Sí os adelanto que en estos tiempos bien puede ser tratada de políticamente incorrecta. Claro que sólo por policías de la mente.

jueves, 22 de noviembre de 2018

Creando espacios



Ayer asistí, muy a gusto, en Otxarkoaga a las “Primeras Jornadas: La ciudad son sus barrios”. Su principal objetivo era la presentación pública del proyecto “People´s Museum Diego Berguices”.
Comenzaron con una presentación sociológica de la relación entre los barrios y la ciudad. Le siguió una exposición de Eskena sobre las posibilidades del teatro como herramienta de acción social cooperante en la transformación de la realidad (en este caso el barrio de Otxarkoaga) en la que se implica. Y luego hubo dos exposiciones sobre la educación formal (en la escuela) y la “informal” (en la calle).
Cualquiera de las exposiciones podía haber sido el preámbulo de sendos seminarios sobre dichas temáticas. ¡qué digo: seminarios!, más bien para hacer un máster en cada una.
Pero, todo ello no era más que la introducción, el calentamiento para que nos presentaran su proyecto: se mezclaban las luchas de la clase obrera y la conciencia de barrio, junto a la vocación inequívoca de ampliarlas hacia el resto de las luchas liberadoras y a otros barrios hasta llegar a la ciudad y desbordarla (el “Gran Bilbao” no estuvo ausente.
Al margen del nombre que se le de, se trataría de crear un espacio en el que tuviera cabida la conciencia histórica de todas esas luchas y los documentos que la apoyan, y desde el que todas ellas encuentren apoyo para seguir adelante. Memoria del pasado con vocación de transformación del futuro.
En medio de todo ello un par de “¿locos?”, que, por lo que se vio y se escuchó ayer, ni están solos ni quieren estarlo.
Desde aquí mi apoyo incondicional y mis ánimos.


miércoles, 7 de noviembre de 2018

La tela de araña


Hace varios meses que me digo a mí mismo que “todo está ya dicho”, que cualquier cosa que escriba en este blog no es más que repetirme y repetir lo que determinada prensa publica ya sin ninguna cortapisa y con toda la claridad necesaria. Hace varios meses que mi blog sólo se alimenta de esas reseñas de novelas que dejan encendido un pequeño rescoldo de las ganas de escribir sobre tanta mentira, robo, engaño,…
Y hoy… Hoy todos los medios hablan de ese tema tan manido en la novela negra que es el de la justicia concebida como una tela de araña que atrapa a todos los insectos pequeños y a la que los grandes la rompen siempre.
¿Qué me dejan los grandes medios? ¿Hay algo que echo en falta en ellos? ¿”Está todo dicho”? La sentencia del Supremo es, sin duda,  la última (hasta ahora, que habrá más) exhibición de la araña. Ya ha conseguido lo que buscaba: la banca no tendrá que cargar con la restitución de lo que ha robado en los últimos cuatro años (ni en los anteriores, por supuesto) sólo en los impuestos de sus escrituras (ya sé que el nombre del impuesto es más complejo, pero la exactitud no es nada importante. Lo que sí es exacto es lo de “sus”, porque las escrituras son suyas, de la banca. Lo que es demostrado por el hecho de tener que pagárselas al banco si uno las quiere tener en propiedad cuando ha terminado de pagar el crédito o si uno las necesita para una venta. Pero, esto tampoco lo tengo muy claro, así que cualquiera de vosotros puede enmendarme la plana. No cambia nada sustancial).
Cierro el paréntesis y voy a lo que sí echo en falta. No he visto ninguna “traducción humana” de las grandes cifras que se han barajado. Tengo para mí que, en cuanto empiezan a hablarnos, de cantidades que exceden con mucho las que nos son habituales, nos aturrullan, cerramos la razón y la imaginación y nos entra una especie de parálisis cuya solución dejamos para los especialistas. Así que ahí va una pequeña e interesada traducción de las grandes cifras a “números humanos”.
Si restituir el dinero robado (lo demás son eufemismos) le iba a costar a la banca cinco mil millones de euros (eso dijo la ministra de Hacienda) y la cantidad media a devolver por cada hipoteca era de dos mil quinientos euros, resulta que los estafados son los clientes que han firmado nada menos que dos millones de hipotecas.
Si esto ha ocurrido en cuatro años, cada año la banca española ha robado a los clientes que han firmado quinientas mil  hipotecas (¡ay ese pobre ladronzuelo al que le piden cuatro años de cárcel por hacer robado un bocadillo!). No nos despistemos: casi mil cuatrocientos al día.
Y si en cada hipoteca, por experiencia, sabemos que suele haber implicados más de un ciudadano, si ponemos que son dos, cada día, la banca española ha robado a dos mil ochocientos ciudadanas y ciudadanos (no sea que ahora me vengan con tonterías que despistan el asunto). Léase despacio lo que sigue: la banca española ha robado a dos mil ochocientos ciudadanas y ciudadanos, un día sí y otro también, incluyendo los domingos y festivos, durante los últimos cuatro años.
Y los años anteriores, también.
Y si alguien resuelve el problema de la sentencia con una ley más clara (la ley siempre es oscura para que quepan interpretaciones), pero dice que no puede tocar lo que ya está hecho, que sepa que los grandes han roto la tela de araña por donde han querido. Ya se encargarán de no correr ellos con los gastos que se originen a partir de ahora.
No dejéis, por favor, de leer novela negra.

Don de lenguas


“Don de lenguas” es una novela curiosa, porque se trata de novela negra ambientada en Barcelona en los años 50, porque la solución del caso viene de la mano de una filóloga en compañía de una periodista de sociedad (bodas, bautizos, puestas de largo, y otros eventos sociales) y porque está escrita por dos autoras: Rosa Ribas y Sabine Hofmann.
Es una novela ágil, que mantiene la tensión y se lee con mucha facilidad, aunque no creo que llegue a crear “adición”.
Es la primera de una trilogía, de la que dicen que la segunda es la mejor. Pero no pienso llegar hasta la segunda (de momento).
Ésta se lee muy bien, es de esas novelas que te sirven para descansar o para acompañar a ese “pasar el rato sin complicaciones”… con tal de que uno no se haga mala sangre por cómo fue aquella dictadura, que, en buena parte, nos tocó vivir.