viernes, 30 de noviembre de 2018
lunes, 26 de noviembre de 2018
La mujer justa y Cara de pan
Sandor Marai escribe “La mujer justa”
en forma de tres monólogos, unos para cada uno de los personajes centrales. A través
de ellos va construyendo la historia de una relación ¿amorosa? (no estoy seguro
de que haya amor en ninguna de las relaciones), la que mantiene el hombre con
sus dos esposas.
A veces el texto parece un ensayo
sicológico sobre casi cualquier tema que se os ocurra, sin que la acción se
mueva. Y entonces me ha resultado interesante, sí, pero densa, complicada,
farragosa y hasta aburrida.
Otras veces la poca acción y la
reflexión sobre ella te coge y no te suelta hasta muchas páginas después.
Está muy bien escrita y,
posiblemente, es una gran novela… de esas que tiene su momento, de esas que no
puedes leer en cualquier fase de tu vida.
En lo poco que incide en lo social
hay una aguda y crítica disección del hombre burgués, que resulta muy
interesante.
Os dejo algunas perlitas:
“Nosotras
conocemos la esencia. Ellos conocen los conceptos. A menudo, ambas cosas no
coinciden.”
“Ha
intentado (el hombre) hacerse indiferente a
los sentimientos mediante la razón, que es como intentar convencer con palabras
y argumentos a un paquete de dinamita de que no explote.”
“A las
personas les cuesta mucho hacerse a la idea de que no hay esperanza, de que
están solas, letal y desesperadamente solas. Muy pocos soportan la idea de que
no hay remedio para la soledad de la existencia”.
“Se
avecina un mundo en el que todo el que sea bello será sospechoso. Y todo el que
tenga talento. Y el que tenga carácter. ¿No lo comprende? La belleza será un
insulto y el talento, una provocación. ¡Y el carácter, un atentado! Porque
ahora llegan ellos, saldrán de todas partes cientos de millones de ellos. Y
estarán por todas partes. Los deformes. Los faltos de talento. Los débiles de
carácter. Y arrojarán vitriolo a la belleza, untarán con brea y calumnia el
talento, apuñalarán el carácter en el corazón. Ya están aquí… y serán cada vez
más.”.
Dejadme que empiece a escribir de "Cara de pan" citando a Carlos
Zenón (Carlos Zanón en Babelia 29/09/18):
“Mientras
andas atrapado en la telaraña de Sara Mesa, te preguntas cómo lo hace, de que está
hecha la substancia esa que te adhiere a sus libros, ese alquitrán que te
mancha mientras la lees y luego, horas y días después de cerrar el ejemplar.
Con Cara de pan vuelve a suceder.
El
argumento de Cara de pan son los encuentros, en un parque, entre dos pájaros
con un ala rota: Casi -llamada Cara de pan-, una cría de 13 años que en vez de
ir al Instituto, donde no se adapta, decide esconderse en ese parque, y Viejo,
un cincuentón acicalado fascinado por la ornitología, y por Nina Simone, que un
buen día aparece y se sienta a su lado”
En la novela muchos temas coleando:
- el acoso escolar;
- la Escuela: “Si seguía faltando, el tercer día como muy tarde llamarían a su casa
para preguntar”. Se plantea Casi. Y continúa: “Siempre es así: los profesores persiguen a los alumnos para que vayan a
clase, aunque en el fondo están deseando que falten para trabajar menos y estar
más tranquilos”;
- la educación: Le han dicho que no
se relacione con desconocidos, pero: “Si
nunca se relacionara con desconocidos, piensa, no avanzaría. Un conocido ha sido
previamente un desconocido, esto es así por fuerza: si fuéramos por la vida
negándoles la palabra a quienes no conocemos, jamás conoceríamos a nadie”;
- los padres “buena gente” y
despreocupados;
- la locura y el control
social:“El Viejo tiene un padreabuelo y
estuvo en un manicomio, tiene un pasado raro y oscuro, ha sido rechazado por
una confabulación de policías de la mente que lo encerraron a la fuerza”;
- la relación entre el trabajo y la
riqueza;
- la violencia contra la mujer: “Los hombres no pueden ser amigos de las
niñas, le han dicho siempre, y aún más: es imposible que un viejo se haga amigo
de una niña, El viejo engaña, tiene intenciones ocultas, intenciones sucias.
Esto es lo natural, no lo contrario, y lo que se diga de este viejo en
minúscula es también aplicable al Viejo en mayúscula, al Viejo concreto, a su
Viejo”.
No os adelanto nada del final. Es una
novela corta y se llega muy pronto a él. Si lo hiciera revelaría más de una
cosa importante y os privaría del placer de seguir, con la mosca detrás de la
oreja, el suspense que poco a poco va creciendo.
Sí os adelanto que en estos tiempos
bien puede ser tratada de políticamente incorrecta. Claro que sólo por policías
de la mente.
jueves, 22 de noviembre de 2018
Creando espacios
Ayer asistí, muy a gusto, en
Otxarkoaga a las “Primeras Jornadas: La ciudad son sus barrios”. Su principal
objetivo era la presentación pública del proyecto “People´s Museum Diego
Berguices”.
Comenzaron con una presentación
sociológica de la relación entre los barrios y la ciudad. Le siguió una
exposición de Eskena sobre las posibilidades del teatro como herramienta de
acción social cooperante en la transformación de la realidad (en este caso el
barrio de Otxarkoaga) en la que se implica. Y luego hubo dos exposiciones sobre
la educación formal (en la escuela) y la “informal” (en la calle).
Cualquiera de las exposiciones podía
haber sido el preámbulo de sendos seminarios sobre dichas temáticas. ¡qué digo:
seminarios!, más bien para hacer un máster en cada una.
Pero, todo ello no era más que la
introducción, el calentamiento para que nos presentaran su proyecto: se
mezclaban las luchas de la clase obrera y la conciencia de barrio, junto a la vocación
inequívoca de ampliarlas hacia el resto de las luchas liberadoras y a otros
barrios hasta llegar a la ciudad y desbordarla (el “Gran Bilbao” no estuvo
ausente.
Al margen del nombre que se le de, se
trataría de crear un espacio en el que tuviera cabida la conciencia histórica
de todas esas luchas y los documentos que la apoyan, y desde el que todas ellas
encuentren apoyo para seguir adelante. Memoria del pasado con vocación de
transformación del futuro.
En medio de todo ello un par de “¿locos?”,
que, por lo que se vio y se escuchó ayer, ni están solos ni quieren estarlo.
Desde aquí mi apoyo incondicional y
mis ánimos.
miércoles, 7 de noviembre de 2018
La tela de araña
Hace varios meses que me digo a mí
mismo que “todo está ya dicho”, que cualquier cosa que escriba en este blog no es
más que repetirme y repetir lo que determinada prensa publica ya sin ninguna
cortapisa y con toda la claridad necesaria. Hace varios meses que mi blog sólo
se alimenta de esas reseñas de novelas que dejan encendido un pequeño rescoldo
de las ganas de escribir sobre tanta mentira, robo, engaño,…
Y hoy… Hoy todos los medios hablan de
ese tema tan manido en la novela negra que es el de la justicia concebida como
una tela de araña que atrapa a todos los insectos pequeños y a la que los
grandes la rompen siempre.
¿Qué me dejan los grandes medios?
¿Hay algo que echo en falta en ellos? ¿”Está todo dicho”? La sentencia del Supremo
es, sin duda, la última (hasta ahora,
que habrá más) exhibición de la araña. Ya ha conseguido lo que buscaba: la
banca no tendrá que cargar con la restitución de lo que ha robado en los
últimos cuatro años (ni en los anteriores, por supuesto) sólo en los impuestos
de sus escrituras (ya sé que el nombre del impuesto es más complejo, pero la
exactitud no es nada importante. Lo que sí es exacto es lo de “sus”, porque las escrituras son
suyas, de la banca. Lo que es demostrado por el hecho de tener que pagárselas al banco si uno las quiere tener en propiedad cuando ha terminado de pagar el crédito o si uno las necesita
para una venta. Pero, esto tampoco lo tengo muy claro, así que cualquiera
de vosotros puede enmendarme la plana. No cambia nada sustancial).
Cierro el paréntesis y voy a lo que
sí echo en falta. No he visto ninguna “traducción humana” de las grandes cifras
que se han barajado. Tengo para mí que, en cuanto empiezan a hablarnos, de
cantidades que exceden con mucho las que nos son habituales, nos aturrullan,
cerramos la razón y la imaginación y nos entra una especie de parálisis cuya
solución dejamos para los especialistas. Así que ahí va una pequeña e
interesada traducción de las grandes cifras a “números humanos”.
Si restituir el dinero robado (lo
demás son eufemismos) le iba a costar a la banca cinco mil millones de euros
(eso dijo la ministra de Hacienda) y la cantidad media a devolver por cada
hipoteca era de dos mil quinientos euros, resulta que los estafados son los
clientes que han firmado nada menos que dos millones de hipotecas.
Si esto ha ocurrido en cuatro años,
cada año la banca española ha robado a los clientes que han firmado quinientas
mil hipotecas (¡ay ese pobre ladronzuelo
al que le piden cuatro años de cárcel por hacer robado un bocadillo!). No nos
despistemos: casi mil cuatrocientos al día.
Y si en cada hipoteca, por
experiencia, sabemos que suele haber implicados más de un ciudadano, si ponemos
que son dos, cada día, la banca española ha robado a dos mil ochocientos
ciudadanas y ciudadanos (no sea que ahora me vengan con tonterías que despistan
el asunto). Léase despacio lo que sigue: la banca española ha robado a dos mil
ochocientos ciudadanas y ciudadanos, un día sí y otro también, incluyendo los
domingos y festivos, durante los últimos cuatro años.
Y los años anteriores, también.
Y si alguien resuelve el problema de
la sentencia con una ley más clara (la ley siempre es oscura para que quepan
interpretaciones), pero dice que no puede tocar lo que ya está hecho, que sepa
que los grandes han roto la tela de araña por donde han querido. Ya se
encargarán de no correr ellos con los gastos que se originen a partir de ahora.
No dejéis, por favor, de leer novela
negra.
Don de lenguas
“Don de lenguas” es una novela
curiosa, porque se trata de novela negra ambientada en Barcelona en los años
50, porque la solución del caso viene de la mano de una filóloga en compañía de
una periodista de sociedad (bodas, bautizos, puestas de largo, y otros eventos
sociales) y porque está escrita por dos autoras: Rosa Ribas y Sabine Hofmann.
Es una novela ágil, que mantiene la
tensión y se lee con mucha facilidad, aunque no creo que llegue a crear “adición”.
Es la primera de una trilogía, de la
que dicen que la segunda es la mejor. Pero no pienso llegar hasta la segunda
(de momento).
Ésta se lee muy bien, es de esas novelas que te sirven para
descansar o para acompañar a ese “pasar el rato sin complicaciones”… con tal de
que uno no se haga mala sangre por cómo fue aquella dictadura, que, en buena
parte, nos tocó vivir.
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