lunes, 29 de octubre de 2018

El origen del mal


Viene de lejos mi admiración por las novelas de José Carlos Somoza. Siempre son “distintas”, siempre hay un componente narrativo que las diferencia de las que podemos llamar “normales”.

La penúltima de ellas (“Croatoan”) me había decepcionado, pero no lo suficiente como para no estar atento a lo que pudiera escribir. La última de todas ellas ha sido “El origen del mal”

Es una “novela matrioshka”. Como las muñecas, una novela encierra y oculta otra, y ésa otra más. Las tres se solapan a veces, se completan, se explican, se interrelacionan y cuando una de ellas deja verse al trasluz en otra, en ese momento el lector se sorprende, se intriga y sigue adelante con la lectura, porque allí debe haber “algo más” de lo que está leyendo.

Y es que el origen del mal no es fácil de descubrir, hace falta ir retirando muchas capas que lo velan.

“Miedo y odio son el origen del mal. Miedo y odio a lo extraño, a lo ajeno, a lo que no somos nosotros. Pero se trata sólo de oscuridad.
Y la oscuridad es pequeña en comparación con la luz de las palabras”.

Las dos primeras “novelas-muñecas” tienen un límite bien definido por la muerte. La última deja asomar a la vida.

“El origen del mal” es una novela que engancha, que se lee de corrida en pos del enigma (los enigmas) que se abre desde el principio, es una novela ágil y ligera, pero de una gran profundidad.

Y varias perlas para pensar:

Nada te hace más verdugo que sentirte víctima”.

“- Hay un extremo que es bueno – repliqué
- Es siempre el extremo donde está quien dice eso”

“Dime, ¿qué partido de este país admitiría que no lucha por la justicia social, la libertad o la dignidad? La gente honrada cree en todo eso, pero los listos de uno y otro bando les convencen de que esos ideales son prerrogativa de unos pocos.”

miércoles, 3 de octubre de 2018

El rey recibe


Al terminar de leer “El rey recibe” me miré en el espejo y vi que se me había quedado cara de tonto. Luego, miré un poco más adentro y descubrí que rebosaba la sensación de que me habían tomado el pelo,
Y eso que el principio de la novela no pudo ser más prometedor. Yo he disfrutado muchísimo (me he reído en voz alta) leyendo algunas cosas de Eduardo Mendoza. Y ésta prometía. Mucho.
Las primeras páginas eran frescas, irónicas, con esa mala leche inteligente que él atesora en varias de sus novelas. Y yo me las prometía felices.
Luego se fue desinflando, luego me fue mosqueando, después cabreando y, al final, me ha dejado esa sensación que decía al principio: Eduardo, me has tomado el pelo. Ni aun pensando que esta es la primera entrega de una trilogía y que, por tanto, algunas historias empezadas continuarán, ni aún así, merecía la pena el tiempo perdido.
Tenía recogidos algunos trozos buenos de verdad para escribirlos aquí, pero no lo voy a hacer, el conjunto del relato no merece que le dedique ni un solo minuto más.