Hoy va
de virus. En plural (las palabras que acaban en “s” hacen su plural añadiendo –es
si la última sílaba está acentuada: obús hace obuses y anís anises; pero, si no
se acentúa la última silaba, no se añade nada: cactus hace cactus y virus hace
virus. No me vengáis con “viruses”)
A lo
que íbamos. Que hoy me ha tocado comer a solas y siguiendo esa terrible
costumbre de leer mientras se hace (hoy
es más habitual ver la tele, pero algunos estamos ya viejos), el Correo que
recibo en mi móvil hablaba de tres virus en las tres primeras noticias.
En la
primera se hablaba del ébola. ¿Qué más decir ya? Pues eso, sigamos. Y también
se hablaba del que empieza a ser otro gran “virus”: el estigma del ébola.
Contaba cómo los enfermeros que han atendido a pacientes con el virus están
siendo “repudiados” por sus compañeros e incluso por sus familiares.
Es muy
fácil que nos echemos las manos a la cabeza. Pero, tal como se está gestionando
este asunto, ¿quién no tendría miedo, por si acaso, de no sufrir un contagio de
aquellos que han estado cerca de quienes tenían o podían tener el ébola?
Dijeron que el contagio era imposible, y la enfermera se contagió. Dicen que
ahora el contagio es imposible y… ¿lo creemos? o ¿huimos de los posibles “apestados”?
Claro que, de momento, el Carlos III (el hospital, no el rey) nos queda un poco
lejos y a desmano. Pero, si estuviera cerquita ¿cómo reaccionaríamos?
El “estigma
del ébola no es más que la última manifestación sociológica del virus del
miedo. Y ese sí que es virus. Muta y mucho. Muta en conformismo (“a mí que me
dejen de líos”); muta en “sentido común” (“yo ya lo había advertido”); muta en
insolidaridad (“eso no me toca a mí resolverlo”). Muta. Y mucho. A cualquiera
se os ocurrirán otras mutaciones distintas.
La
tercera noticia hablaba de un virus informático. Un virus, dicen, muy peligroso
contra el que, afirman, no pueden los expertos. A pesar de que se conoce desde
hace más de dos años. Parece que el “cryptolocke” es capaz de secuestrar toda
la información y bloquear nuestro ordenador, dejarlo inutilizado.
Parece
que las grandes compañías de antivirus no encuentran el antídoto y hablan de
que serán necesarios, al menos, tres meses para encontrar la vacuna.
Es
curioso que, ante esta alarma mundial (y yo sin enterarme) el consejo de “los
informáticos” es que instalemos antivirus y firewall de pago (sic), o
sea que nos dejemos de antivirus gratis y paguemos por programas que hoy y en
los tres próximos meses no nos van a servir para estar protegidos. Bonita
paradoja que siempre acaba en lo mismo: alguien ha soltado un virus, paguen
ustedes. Y cuando hayan pagado, quizás les protejamos.
No he
visto ninguna noticia sobre los virus del “oiga que no le creo”, del “oiga que
ya está bien”, del “oiga que usted se aprovecha” o del “oiga, que estoy hasta las narices”.
Pero estos virus, menos populares en los
medios de comunicación, son más populares entre el personal.
En otro orden de cosas, no he podido con "El sentido de un final", de Julian Barnes.