“Galveston” de Nic Pizzolatto es una novela dura,
con muy poquitas concesiones a los “buenos sentimientos” del lector, y
difícilmente clasificable en algunos de los subgéneros de la novela (quede
claro que dichas clasificaciones me importan bien poco).
A mi modo de ver tiene dos grandes méritos: el
primero es que se lee con suma facilidad. Es una de esas novelas que “vencen al
tiempo” y uno seguiría leyendo y seguiría leyendo a ver qué pasa, cómo acaba
esto.
El segundo es que en la novela aparece una geografía
social y económica muy diferente de la que solemos tener en la cabeza cuando
pensamos en EE.UU. No hay ciudad, pero tampoco campo. No hay familia, pero sí
su ausencia; no hay arraigo ni a la tierra ni a las costumbres, ni a la
comunidad, ni a nada que no sea el propio sobrevivir. No hay triunfo ni
fracaso. No hay amor, aunque sí ternura,… La novela no profundiza en nada, pero
está llena, “a su pesar” de sentimiento.
Como siempre que puedo, os dejo un pequeño texto en
el que el protagonista (la novela está escrita en primera persona) habla de sí
mismo estando en la cárcel:
“Cuando
leía, me abstraía con las palabras y lo que significaban y perdía la noción del
tiempo. Me sorprendió descubrir que existía esa libertad forjada exclusivamente
con palabras. Y entonces sentí que muchos años antes se me había escapado algo
crucial.
Siempre
tuve buenas manos y era capaz de soldar, arreglar cañerías, desmontar un motor,
boxear, disparar, pero empecé a comprender que ciertas habilidades tan sólo me
habían limitado, me habían convertido en una pieza práctica, funcional. Hasta
entonces no lo había entendido de verdad.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario