viernes, 29 de diciembre de 2017

Popurrí final del 2017

El año se acaba y en mi cabeza y en esa magnífica agenda en la que se ha convertido mi teléfono móvil se acumulan desperdigados varios temas que querrían convertirse cada uno de ellos en entradas singulares para este blog, pero que no lo van a conseguir y que deberán conformarse con formar un popurrí en ésta.
He ido dejando reseñar un par de novelas porque no tenían suficiente entidad cada una de ellas. Se trata de “La soledad era esto”, de Juan José Millás (premio Nadal en 1990), novela cortita de la que, por dejaros algo, os copiaré:
“La soledad es una amputación no visible, pero tan eficaz como si te arrancaran la vista y el oído y así, aislada de todas las sensaciones exteriores, de todos los puntos de referencia, y sólo con el tacto y la memoria, tuvieras que reconstruir el mundo que has de habitar y que te habita”
La segunda novela es “La ciudad está triste”, de Ramón Díaz Eterovic. Últimamente había leído varias recomendaciones sobre su lectura. Así que decidí comenzar con la primera de las aventuras de su detective Heredia. El resultado ha sido una novelita, por sus dimensiones y por su valor, que abunda en los lugares comunes de la novela negra, pero sin “gracia”. No creo que seguiré las andanzas dl detective Heredia. No, al menos, por el momento.
En el último mes han sido varios los momentos en los que me encontrado en medio de una “discusión” sobre alguna novela, o en medio de una retahíla de títulos y opiniones. Y en todos ellos he podido observar dos tipos de posicionamientos: unos que dicen “esta novela es buena (o mala)” y otros que dicen “esta novela me ha gustado (o no me ha gustado). En la primera de las afirmaciones hay algo de “sentar cátedra”, algo que a mí cada vez me cuesta más admitir. Dicho por mi o dicho por otro (o escrito).
Además he leído tantas listas de “las diez mejores novelas del 2017”, y tan diferentes, y que se acercaban tan poco a mis gustos y mis análisis… Dos conclusiones: cada uno lee lo que quiere y juzga lo leído desde sus intereses y sus gustos. Que algunas novelas son malas (incluso muy malas) puede ser evidente: contradicciones en el desarrollo de los personajes; mal empleo del tiempo en el relato; pobreza de vocabulario; expresiones equivocadas; … Pero, de ahí a que otras sean buenas porque lo dice un crítico (o cinco)...
Y una segunda conclusión: tengo que releer “Prólogo para una guerra” de Iván Repila.
Como de sabios es rectificar y la vejez activa y la sabiduría se codean como buenas compañeras de camino, os aclaro que he rectificado una de esas posturas que uno (yo, al menos) adopta en la efervescencia del dulce “fare niente” de  los inicios de la jubilación. Decía yo entonces que se habían acabado los “libros de estudio”, que no iba a leer nada que no fuera novela, teatro o poesía.
Pero, pasados 5 años (5, ya), es fácil comprender que aún queda mucha vida por delante y que ese trecho no es para convertirse en un “burro”, que ya no aprende nada, no reflexiona sobre nada o no admite que hay quienes son interesantes de leer o escuchar.
Así que, en estas últimas semanas me he leído varias cosas sobre el envejecimiento, sobre el suicidio asistido y, más recientemente un par de textos de “investigación”, que podéis encontrar en la web de Alboan: “La medición del bienestar social”, interesante, sobre todo, para cualquier investigador sociólogo y “Lo alternativo: el futuro común deseable y posible”, más que interesante y digno de leer con atención y tranquilidad.
Casi por último, llevamos unas semanas viendo cómo a algunos se les llena la boca con ese algo más del 3% de aumento del PIB en 2017. Claro que es importante, pero me digo yo que los 6,3 millones de jubilados de este país no hemos aumentado nuestras rentas (salvo afortunados en a lotería, o con otras fuentes de ingreso más allá de la pensión) más que un 0’25%. (Cada uno de vosotros podrá cambiar el colectivo jubilados por el que os corresponda y el 0´25% por vuestra subida salarial). Y si nosotros no hemos llegado al 3%, ¿quién se ha apropiado del 2´75% restante? Porque, por aquello de la estadística (yo no tengo ninguna vaca, pero como tú tienes dos, de media resulta que cada uno tenemos una. Claro que sólo tú bebes leche y comes carne. Ahí no hay estadística que valga) a alguien le tocará lo que yo no he llegado a oler (vamos que si fuéramos dos y yo hubiera conseguido un 0´25%, el otro habría conseguido un 5´75%: mi 2´75 y su 3%).
Creo que, además de llenársele la boca, a alguno se le ha llenado el bolsillo.
Lo último es el postrer ejemplo de que cada uno lee lo que quiere (y hace bien). Mis deseos para el 2018 incluían la necesidad de soplar en la debida dirección para que se cumplan. Un buen lector me ha contestado que él, en estas fiestas, ya va a “soplar” todo lo que pueda… sin que se le note.
Para él esta última cita de la novela que leo en este momento y que tiene por autor a Luis Landero “Sí, hijo sí. Si encuentras la ocasión de soplar, no la desaproveches, que la vida es un rato”.

Quedo en paz con 2017. El conmigo, no

domingo, 24 de diciembre de 2017

Feliz 2018



Que el 2018 traiga

Un trabajo digno a los que no lo tenéis.

Un gobierno honrado a los que aun no hemos conocido ninguno.

Libertad para desarrollar vuestra ilusión a los que estáis machacados por algún “jefe”.

Salud física, mental y moral, a los que ya estáis llegando al borde.

Un poco de dinero, bonanza económica y un mucho de alegría y amor a todos.

Pero, 2018 no traerá nada de eso, si tú y yo no soplamos y empujamos un poquito.



Mis mejores deseos de felicidad para todos.

domingo, 17 de diciembre de 2017

Miel

Ayer a la noche la 2 de TVE puso una película realmente interesante. No diré si buena o no, pero sí que fue realmente interesante. Se trató de “Miel”, una producción italiana del 2013, dirigida por Valeria Golino, sobre una novela de Mauro Covacich.
La película se centra en la figura de una mujer joven (Miel), cuyo “trabajo” consiste en ser el eslabón vivible y “ejecutor” de un grupo privado que se dedica al negocio de asistir y procurar una muerte sin dolor y rápida a quien lo requiere. En la película lo llaman eutanasia, pero nunca es ella la que mata, sólo la que proporciona las condiciones para que lo haga quien así lo ha decidido. Por eso creo que más bien estamos ante el suicidio asistido.
Primer gran tema: ¿negocio privado o servicio público? O sea, el mismo tema que con la educación, la sanidad, o las pensiones de jubilación.
La ilegalidad (en la película) provoca que sea un negocio clandestino, por tanto sin control de nadie, sin condiciones, aunque se presente como un servicio a quien lo necesita (que puede que también lo sea).
Al pairo de ello, ¿quién puede permitirse semejante gasto? Porque las cantidades de dinero que parecen moverse son abultadas. El “servicio” no es nada barato. Y en la película se explicita que sólo unos pocos pueden acceder a él.
Otro ramillete de temas interesantes los va a sacar a la luz la pretensión de hacerse con uno de esos “servicios” por parte de una persona sin ningún mal físico, en perfectas condiciones mentales y corporales. Será él quién plantee con toda crudeza qué personas tienen derecho al suicidio asistido y quiénes pueden poner las condiciones requeridas.
Por último, un tercer capítulo de temas son los que giran en torno a los sentimientos, las reflexiones, los planteamientos íntimos de Miel, es decir del “facilitador”.
Si en Italia, el año 2013 se hace una película como ésta, debo sospechar que no será una casualidad y que ya estarán funcionando, en la clandestinidad, servicios de suicidio asistido, para quienes se lo puedan pagar. ¿No os recuerda –a los mayores- aquella situación que se daba en España en los años 70 con el aborto?
Si es así, no tengamos dudas de que por parte de los negociantes (nunca, ninguno de ellos va a querer perder su negocio) habrá toda clase de trabas, todas las presiones necesarias, ideológicas, económicas, logísticas, para que no se convierta en un derecho reconocido y, por tanto, en un servicio social.

Los que estáis interesados-preocupados por el tema de las pensiones de jubilación, no deberíais dejar de leer la última entrada del siempre recomendable blog de Imanol Zubero (https://imanol-zubero.blogspot.com.es/)

domingo, 3 de diciembre de 2017

Helado


Tarde de domingo con cero grados en el exterior y buena leña en el interior. Día de quedarse congelado, el de hoy. Claro que en Bilbao, el mediodía que os dado el basket habrá sido bastante más duro que este frío y la nieve (la que cayó ayer, más que hoy).
He empezado la mañana patinando, literalmente, sobre un suelo helado y ha habido varios momentos próximos a la congelación a lo largo del día, pero lo que en verdad me ha dejado gélido ha sido la lectura del periódico.
El Correo digital (el otro no se ha acercado por aquí) proclamaba, una vez más, en grandes caracteres, mi (nuestra) estupidez… o quizás el absoluto desprecio de algunos que se dicen periodistas por quienes pagamos (¿por qué?) su insulto a nuestra inteligencia. Se trata de un artículo escrito por  un tal David Valera, que no tiene desperdicio (el artículo).

Decía el titular:  
Los contribuyentes con rentas entre los 12.000 euros y los 21.000 euros lograrían aliviar la mitad del ahorro medio.
Y, como el titular cumple con la característica de que apenas se entiende, éste era su primer párrafo:
"Saber aprovechar las deducciones o exenciones que ofrece el sistema tributario mediante una buena planificación fiscal puede permitir un ahorro medio de 3.200 euros en la próxima declaración de Renta, según la estimación realizada por el Sindicato de Técnicos de Hacienda (Gestha). Eso sí, ese ahorro no es igual para todos los contribuyentes. De hecho, los principales beneficiados son aquellos con unas rentas más altas, mientras que las personas con ingresos inferiores deben conformarse con cifras de ahorro más modestas. Según Gestha, esto es así porque la reforma fiscal de 2015 estuvo pensada para favorecer a los altos patrimonios."
O sea que, los 8,6 millones de pensionistas (6,3 millones de ellos jubilados, cuya pensión media se sitúa en casi 15.000 euros anuales) y los3.335.924 de parados (registrados en julio del 2017) – para una población de 45 millones y medio de españoles- , sólo necesitamos una “buena planificación fiscal”.
Tontos, que somos unos tontos.
¡Cómo me gustaría echarme a la cara a ese tal David!. 3.200 euros de más que vamos a pagar en nuestros impuestos por tontos, que somos unos tontos.


Luego, seguía otro artículo del mismo experto periodista en el que se nos brindaban seis consejos fiscales. No me ha dado más que para echar una rápida ojeada por encima: mi cerebro padecía congelación de segundo grado y no funcionaba ya.