jueves, 30 de abril de 2020

Maj Sjöwall






Ha muerto la escritora sueca Maj Sjöwall. A algunos de vosotros no os dirá nada la noticia. O muy poco. Pero, ella y Per Wahlöö, su marido escribieron en las décadas de los 60 y los 70 una serie de diez libros de novela negra. De la mejor novela negra.


En los 80, cuando llegan a mi mano (en España un par de novelas suyas son editadas en 1987) sus nombres impronunciables, o casi, hacían que los conociéramos como “los suecos”. Leí dos de sus novelas entonces: “Asesinato en el Savoy” y “Los terroristas” y, desde el momento de la lectura no dejé de recomendarlos. En mi “equipo” de novela negra formaban grupo con Donna Leon, Andrea Camilleri, Vázquez Montalbán o Petros Markaris.

Luego, más tarde, ya en los 2000, leí toda la serie de Martin Beck. Os la recomiendo. Pero, más que ninguna otra las dos citadas por sus títulos.

Decía Paco Camarasa:
“Sjöwall y Wahlöö son los iniciadores, los primeros, los “padres” de la novela negra sueca o la novela policíaca de crítica social. Pero no sólo de la novela negra sueca, sino también de la novela negra europea. Son los primeros. Ellos descubren, con Martin Beck [el policía que llevará adelante toda la serie], la trastienda de la realidad, el desorden político y social que hacen posible, necesaria y suficiente la mejor novela negra.
[…]
En “Los terroristas” (1975) una serie de acontecimientos desembocan en el asesinato del primer ministro sueco. La derecha cavernícola puso el grito en el cielo, indignada, porque eso no podía ocurrir en un país modélico como Suecia. Nunca. Jamás. “Los terroristas” está publicada once años antes del asesinato de Olof Palme, primer ministro sueco.”

Cumpliré con el rito de homenajear a Maj Sjöwall releyendo una de esas dos novelas,
Larga vida a la novela negra nórdica.

lunes, 27 de abril de 2020

Rosaura a las diez


En el texto “Defensa de un color”, del  que os daba cuenta hace unos días tras el comentario de “Km. 123”, Andrea Camilleri decía esto:

“(Borges), queriéndolo o no, se convertirá en el fundador de una determinada línea de novela policíaca que encontrará su mejor fruto en esa obra maestra que es Rosaura a las diez, de Marco Denevi,, novela de altísima calidad literaria que desarrolla lógica y borgianamente una multiplicidad de soluciones plausibles.”

No voy a poner en duda el juicio sabio de quien ha sido maestro en estas lides.

Desde mi opinión diré que la novela merece la pena.

domingo, 26 de abril de 2020

El currículo en peligro


‹‹En el televisor el sabio técnico en educación repetía: “si no queremos que se resienta el currículo…; el curso próximo habrá que hacer un gran esfuerzo de recuperación del programa perdido …; si pudiéramos volver al aula, al menos podríamos reafirmar…; el currículo…; el programa…; el currículo…”
Frente a él, confinado en una estrecha sala de estar, sonreía aviesamente el milennial, mientras pensaba en su doble carrera, sus cursos de posgrado, el master ... y su falta de trabajo.››

Así podría empezar una novela negra, muy negra, que contaría los asesinatos en serie de varias víctimas, todas ellas técnicos en educación.

Llevaba yo algo más de un mes diciéndome. “tú no te metas. Ya estás jubilado y, si antes no sabías casi nada, ahora ¿qué vas a saber?”. Llevaba diciéndomelo desde que se planteó todo aquello de la tele-enseñanza y de los salones de casa como sucedáneos-sucursales de los pupitres, con algunos expulsados de clase antes ya de comenzar.
Pero, sabía que en algún momento estallaría.

Lástima que ya no tenga ni tiempo, ni ganas para escribir la novela. Pero, al menos, puedo hacer en voz alta dos preguntas: ¿nadie va a sumar dos y dos? (nadie, claro está, con poder de decisión). Y, ¿cuánto currículo está de más, o sea, sobra?

Para desatascar la situación, también se me ocurre una propuesta. Fácil, sencilla, sin grandes dosis de teoría. Barata: que se borre del currículo (de un plumazo y sin compasión) todo aquello que un ciudadano medio pueda resolver, en un corto período de tiempo (menos de cinco minutos) acudiendo bien sea a la Wikipedia, bien sea a una calculadora. Eso sí, a la renta vital se le añadiría por parte del estado (o de las comunidades si tienen competencias) la entrega gratis de una buena conexión (y un buen conector) a internet.
Borrado todo eso del currículo, se acabó el problema.

Alguno, tan despierto como yo y tan mal técnico como yo, podría aportar alguna otra propuesta, porque ésta no debe ser la única.

Quién sabe si así, de una vez por todas, la Escuela (incluida la universidad) podría servir para lo suyo: maduración del individuo desde una edad temprana, responsabilización de cuanto desde su libertad decida y socialización con los más próximos y hasta los más extranjeros. Y, quizás, para preparar a los individuos para trabajar.


Seguid cuidándoos.

jueves, 23 de abril de 2020

El día de Shakespeare y Cervantes



Hoy es el día del libro. Y mira que no me gusta nada. Parece que el libro siempre es bueno. Por decreto. Porque sí. Parece que “el día del libro” no hace otra cosa sino santificarlo.
Hay libros que son pura bazofia, atentados contra la inteligencia, el buen gusto, la solidaridad, los valores éticos más indispensables. O, simplemente, auténticas tonterías.
Así que me quedo con lo verdaderamente importante hoy: recordamos a William Shakespeare y a Cervantes.
(A propósito, no olvidemos que la causa de la locura de El Quijote no fue otra que la lectura de libros poco aconsejables).

Yo fui antes del teatro que de la novela, por eso soy más de Shakespeare que de Cervantes. (O quizás sea al revés y la causa sea consecuencia). Así que hoy, para hacer honor al día, he leído “Macbeth”.
No os lo voy a aconsejar. Por supuesto, ¿Quién soy yo para hacerlo? Pero, si os atrevierais…

A lo largo del confinamiento he leído “Las criadas” de Jean Genet (mejor, he releído) y he visto en youtube el “Caballo/Dostoyevski” de Richard Sahagún. Pero no es lo mismo: el teatro es para representarlo y verlo, de escenario y sala. Y, si algo voy a echar en falta hoy no es ni la calle, ni el sol, ni el paseo (repito: hoy). Hoy tenía entrada para ir al teatro y…
Pero, mira por dónde os voy a pasar una estupenda dirección web. Merece la pena. Echadle una ojeada: https://compras.abonoteatro.com/yomequedoencasa/

Cambiando de tercio, hoy se me han acumulado las noticias sobre “los viejos y el coronavirus”. Y dejando de lado la muy triste escabechina que el virus ha hecho en nuestras generaciones y en las más tardías,os dejo aquí dos pequeños comentarios.
Decía Pablo Iglesias (el vicepresidente que tiene la suerte de tener un chalé y cuyos hijos tienen la suerte de poder tomar el aire en los días confinados) que el virus no sabe de partidos ni de nacionalidades y que la sanidad española no preguntaba a la entrada de los hospitales al que llegaba ni por el partido al que había votado ni cuál era su nacionalidad. Me ha quedado la duda de si tampoco preguntaba la edad.
El segundo, más que un comentario es un texto de los muchos que corren por whatsapp y que pedía que lo difundiéramos. Me ha parecido tan de acuerdo con lo que yo pienso, que os lo reproduzco:

PERO..., ¿QUÉ LES PASA?

De golpe, me transformaron en una persona anciana
De golpe, comenzaron a tratarme como si fuera una persona limitada, a la que hay que "ayudar" porque sola “no puede o no sabe”
De golpe, el Mundo se debate si dejarnos encerrados o no, si valemos la pena vivos o no
Pero, ¿qué les pasa?
¿Quién construyó este Mundo que ahora viven
Déjennos, cuidarnos solos/as, Nosotros/as, los que hasta hace media hora dirigíamos fábricas, organizaciones, instituciones o éramos profesionales independientes no perdimos ni la razón, ni el juicio.
No nos cuiden de manera incorrecta.
Consulten, con nosotros/as qué hacer, tenemos sabiduría, experiencia, sentido común y menos miedo que ustedes, los mas jóvenes. También, tenemos sentimientos y proyectos en la Vida.
De la misma manera, que un púber de 13 años no se equipara a un joven de 25 y ambos están en diferentes etapas de la adolescencia, una persona de 65 o 70 no se equipara a una de 90, siendo ambas personas mayores en edad
No se equivoquen. A nuestra edad, tenemos mucho para enseñar y ustedes mucho que aprender.
Ser mayor, no es una plaga. Es un Derecho al que ustedes los jóvenes y Dirigentes no querrán renunciar.
¡¡No nos pidan a nosotros que renunciemos!!

viernes, 17 de abril de 2020

Km 123


Ya sé que no iba a leer nada más de Camilleri. Pero, ¿qué queréis? Que si es su última novela, que si tiene muy buenas críticas, que si el confinamiento deja tiempo para él y para más, … que yo soy un tío fácil.

A lo que vamos: “Km 123”, de Andrea Camilleri es una buena novela, muy bien escrita (como no podía ser menos), muy cercana al teatro (y a la comedia), con personajes d los que apenas sabemos más de lo justo y necesario para entender la acción, llena de suspense y de las que no se solucionan hasta la línea final.

Va al grano, sin florituras y está hábilmente construía con un material diverso: mensajes de teléfono, conversaciones telefónicas, expedientes policiales, emails, diálogos cara a cara al más puro estilo teatral. Con ello, sin descripciones innecesarias, Camilleri reconstruye el relato de lo ocurrido, hasta su desenlace.

Son dos horas de ritmo vertiginoso, de lectura ágil, casi trepidante, entretenida y agradable.

Menos aún, si no leéis el texto “Defensa de un color”, que sobre el “giallo” (amarillo), que es como en Italia se llama a la novela “negra”, incorpora el libro tras la novela. Para que no tengáis necesidad de hacerlo, trascribo una parte pequeña de él en la que podéis ver lo que opina de la novela negra:

El delito y su solución pueden pasar a un segundo plano, en primer plano se exponen el ambiente y los personajes que viven en él."

"Se comete un delito y hay una indagación que lleva a cabo el comisario […]. No se descubre al culpable ni se lo condena, esas cosas no interesan […]. Pero aparece la Roma fascista, hay personajes de nobles y de plebeyos, hay ritos y mitos observados a través de  la mirada desencantada e irónica del comisario."

"Novelas que tienen un culpable que no puede ser encarcelado porque, de vez en cuando, el culpable es la sociedad, el Estado."

"Para saber hoy cuál es la situación socioeconómica de Suecia o para conocer los problemas de España, los gialli De Henning Mankell y de Manuel Vázquez Montalbán sirven mejor que un dogmático ensayo reservado a especialistas.”

jueves, 16 de abril de 2020

Luis Sepúlveda




Hoy ha muerto, víctima del coronavirus en última instancia y de alguna otra enfermedad contraída a lo largo de sus muchos años de lucha (por lo que sé o creo saber) Luis Sepúlveda.

Y yo me siento “obligado” a rendirle desde aquí un pobre, pero cálido, homenaje.

Su obra más conocida “Un viejo que leía historias de amor” me es desconocida, pero leerla será mi verdadero homenaje. Sigo pensando que lo mejor que se puede hacer por un escritor es leerlo.

Hace unos meses, en uno de esos periplos por las librerías de Bilbao me tropecé con “Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud” Lo compré y se lo regalé a una niña de 9 años. No le gustó. Me había equivocado de regalo. Quizás era demasiado elogio de la lentitud para su edad. Pero, no importa, quizás algún día le ocurra como tantas veces a mí mismo, que uno vuelve sobre algo que no le gustó porque aquel no era su momento.

Lo más remarcable de mi relación con la obra de Luis Sepúlveda es que son muchas las veces que he leído su “Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar”. No sólo la he leído yo, la han leído muchos de los que fueron mis alumnos.

Quizás todavía anden rodando por ahí aquellas fichas de trabajo que elaboré a partir del gato y la gaviota para trabajar en mis clases la lengua española, la geografía, o la ética de la amistad, del esfuerzo y del amor al medio ambiente.

Leeré al viejo que leía historias de amor. Sin tardar mucho. Volveré a hacer presente, y, por tanto, vivo a Luis Sepúlveda que tantas horas gratas me ha hecho pasar.

¡¡¡Larga vida a sus novelas!!!

sábado, 11 de abril de 2020

El pasadizo del deseo


Hace unos meses leí un artículo (no recuerdo dónde) que hablaba de varias autoras de novela negra. La idea era señalar que era un género en el que abundaban las escritoras. Nada nuevo ya desde Agatha Christie, pero me sorprendió que daba varios nombres de los que yo no había oído ni hablar.

Así que recogí algunos de aquellos nombres, los de las autoras que más me parecía que me iban a gustar. Y, vuelta a lo de siempre, que no hay que fiarse de lo que dice un artículo (esté donde esté) si antes no tienes referencias de su autor.

Me quedé con tres autoras: Susana Martín Gijón, Ruth Ware y Dominique Sylvain.

De la primera comenté en mi blog hace un par de semanas “Progenie”. De la segunda empecé a leer “La mujer del camarote 10” y no superó la prueba, así que antes de llegar a la página 40 la dejé.

De la tercera acabo de leer “El pasadizo del deseo”. Y la he acabado porque comienza prometiendo mucho, porque se puede leer de un tirón, pero no da casi nada de lo prometido y al final decepciona y es más bien vulgarcita.

Ya sé que algunas veces no acertamos con la novela apropiada de un autor o autora que, a la larga, se ve que merece la pena leerle. A lo mejor he ido a coger aquella novela en la que la pifió, pero mejor vuelvo a plantear ese tema ya manido de ¿quién es el que aconseja lo que leemos?, ¿de quién nos fiamos habitualmente?.

lunes, 6 de abril de 2020

La casa del padre


Dos mujeres que rondan los 50 años de edad, un hombre algo más joven y un matrimonio mayor, es todo lo que Karmele Jayo necesita para hilvanar una historia en “La casa del padre”.
Con un gran dominio del narrador, que alterna entre la primera persona, la segunda y la tercera, consigue que el lector vaya cambiando de posición a lo largo del relato. Con una prosa, cuidada, ágil y hermosa, y un cierto suspense nos entrega una bonita novela.

 “El miedo fue superior a todo”.
“Su enfado fue revelador. Hizo patente que las decisiones de los últimos años las había tomado siempre desde un territorio acotado, con límites. Siempre bajo su aceptación”
El miedo a reconocerte, a admitirte, el miedo a la verdad que conoces y no reconoces, el miedo a la libertad, sacrificada a la seguridad de dejar en manos del otro las decisiones que te corresponden.

“Su palabra, la de los hombres, siempre ha sido para mí la última palabra, aunque ahora me cueste reconocerlo”.
 “He hablado muchas veces con Libe de ese momento en la vida de las mujeres en que se dan de frente con una pared, después de vivir en un espejismo en el que se sienten en la misma posición que ellos. A algunas les ocurre cuando acceden a su primer trabajo; a otras, a muchas, cuando son madres; a otras, el día que conocen a un chico del que creen enamorarse repentinamente y que acaba forzándolas en su coche.”.
“Todo se basa en relaciones de poder, También el amor, Sobre todo, el amor”
 “Para tener poder, realmente, él también necesitaba que los demás se lo concediéramos”
Ahí está todo el asunto de la dependencia de las mujeres, del maltrato aunque no haya violencia física explícita.

 “La casa del padre” es una novela “ingenua”, quiero decir, una novela que apenas incorpora algunas leves referencias al contexto social o histórico: unas huelgas en Eibar, la caza, ETA, la violación de la manada en Pamplona,… y poco más. Es una novela que no rinde ninguna cuenta, por ejemplo, de cómo se mantiene la familia, ni de cómo van a financiar sus sueños, ni …

Es una novela introspectiva, en la que tres personajes, de una gran fuerza literaria, sin paños calientes van a ir descubriendo quiénes son, cuál es su verdadera identidad, oculta bajo capas de miedo, de dolor, de silencio, de poder, de normalidad.
Y es que “la normalidad acaba convirtiendo en invisibles los cimientos de la realidad”.

viernes, 3 de abril de 2020

Nuestra señora de la esperanza


Pensaba, y dejaba por escrito entre mis apuntes, hace un par de días que “Nuestra señora de la esperanza” de David Monthiel, si por la forma en que estaba escrita fuera, no pasaría la prueba de las 40 páginas. (Ya sabéis: si para la página 40 no me ha enganchado, la dejo y santas pascuas).

Y es que no es de recibo que en esas páginas haya tenido que recurrir tres veces al diccionario de la RAE para descubrir que la palabra buscada no existía (en el diccionario, claro). Y es que vale que el argot sirve para situar la acción, ayuda a comprender al personaje, significa que el autor está al cabo de la calle; vale que el argot puede (y más, quizás, en una novela negra que se mueva por entre las clases populares) ser un arma literaria. Pero, ¿tanto argot…?.

Revolviendo por la Red, unos días después he encontrado un “alma gemela” que dice esto: “No me ha resultado una lectura fácil. Lo que se puede considerar un gran acierto es la inclusión del lenguaje gaditano en la trama, pero ese mismo acierto es el que me ha sacado de la historia en numerosas ocasiones. He tenido que buscar palabras en Google, releer dos y hasta tres veces algunos diálogos que se me hacían de difícil comprensión… Parece mentira que hablando el mismo idioma no puedan ser más distintos el castellano que yo utilizo del usado en Cádiz.” (tomado del blog “El taquígrafo” del 15 de dic. del 2019)

 Pero, a pesar de la dificultad (que poco a poco se vuelve menor) ocurría que el relato se movía por caminos que me apetecían leer: El concejal de obras públicas, de un partido (IZQ) de izquierdas, es asesinado (el tema puede ser manido), cuando forma parte de una corporación municipal de izquierdas (¿populista?), cuya alcaldesa, de Poder Popular, encarga la investigación, de forma clandestina, a un “pobre” detective marginal (el detective no tanto, pero el entorno de la investigación, resultan novedosos).

“¿A ti te parece lo más normal que un concejal dimita por un caso de corrupción y a los dos días aparezca muerto?
“Tenemos que desenmascarar las sucias maniobras que pretenden echarnos del Ayuntamiento”.
“Su muerte es parte de la guerra sucia, algo connatural a un sistema corrompido que ha llegado demasiado lejos”.
Y en la novela se habla de la “venezonalización de Cádiz”, lugar donde, si no lo he dicho ya, sucede la acción.

Después de acabada, no me arrepiento de haber seguido con ella hasta el final. Para mí ha sido la primera novela negra (puramente negra: empieza con un crimen y, después, investiga la sociedad donde se ha cometido), que se mueve en el entorno de los movimientos nacidos alrededor del 15-M, de los partidos que hoy se dicen más a la izquierda y que, incluso, están en las alcaldías de más de una ciudad. ¿También hay que decir que en el entorno de  “los nuevos mandarines de la nueva política”?

Lo hace sin paños calientes y sin cebarse con las miserias de esta nueva “clase”, poniendo de manifiesto que también en ese mundo hay celos, envidias, mentiras, ansias de poder,…

Creo que quien escribe tiene, sin embargo, aprecio (cuando menos) por esa izquierda que lucha por cambiar la ciudad, alrededor de la alcaldesa. Algunos de sus personajes son enormemente entrañables.

Para quienes no guarda afecto alguno (parece) es para los responsables (a los que identifica) de “el largo período especial que vivía la ciudad y que había producido a los tres chavales detenidos, a parados de larga duración, camellitos, chapús en negro, tabaco de  contrabando, ropa de tercera mano, lotería clandestina, carros de la compra llenos de hidratos de carbono y cartones de leche, viejos que recogían colillas, pensiones que daban de comer a tres chiquillos, baratilleros diarios en la plaza de Abastos, embarazos adolescentes, prostitución de baja intensidad, colas en los servicios sociales para solicitar ayuda y pagar la casa, la luz, el agua y una economía sumergida digna de una patria de submarinistas”.

Tampoco respeta mucho alguna institución. Como es norma de la novela negra: “-Claro, los gobiernos pasan –entonó irónico–, la policía permanece. Hay justicia.

Merece la pena leerla. Las dificultades están compensadas con demasía.