jueves, 16 de abril de 2020

Luis Sepúlveda




Hoy ha muerto, víctima del coronavirus en última instancia y de alguna otra enfermedad contraída a lo largo de sus muchos años de lucha (por lo que sé o creo saber) Luis Sepúlveda.

Y yo me siento “obligado” a rendirle desde aquí un pobre, pero cálido, homenaje.

Su obra más conocida “Un viejo que leía historias de amor” me es desconocida, pero leerla será mi verdadero homenaje. Sigo pensando que lo mejor que se puede hacer por un escritor es leerlo.

Hace unos meses, en uno de esos periplos por las librerías de Bilbao me tropecé con “Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud” Lo compré y se lo regalé a una niña de 9 años. No le gustó. Me había equivocado de regalo. Quizás era demasiado elogio de la lentitud para su edad. Pero, no importa, quizás algún día le ocurra como tantas veces a mí mismo, que uno vuelve sobre algo que no le gustó porque aquel no era su momento.

Lo más remarcable de mi relación con la obra de Luis Sepúlveda es que son muchas las veces que he leído su “Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar”. No sólo la he leído yo, la han leído muchos de los que fueron mis alumnos.

Quizás todavía anden rodando por ahí aquellas fichas de trabajo que elaboré a partir del gato y la gaviota para trabajar en mis clases la lengua española, la geografía, o la ética de la amistad, del esfuerzo y del amor al medio ambiente.

Leeré al viejo que leía historias de amor. Sin tardar mucho. Volveré a hacer presente, y, por tanto, vivo a Luis Sepúlveda que tantas horas gratas me ha hecho pasar.

¡¡¡Larga vida a sus novelas!!!

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