‹‹En el
televisor el sabio técnico en educación repetía: “si no queremos que se
resienta el currículo…; el curso próximo habrá que hacer un gran esfuerzo de
recuperación del programa perdido …; si pudiéramos volver al aula, al menos
podríamos reafirmar…; el currículo…; el programa…; el currículo…”
Frente a
él, confinado en una estrecha sala de estar, sonreía aviesamente el milennial,
mientras pensaba en su doble carrera, sus cursos de posgrado, el master ... y su
falta de trabajo.››
Así podría empezar una novela negra,
muy negra, que contaría los asesinatos en serie de varias víctimas, todas ellas
técnicos en educación.
Llevaba yo algo más de un mes
diciéndome. “tú no te metas. Ya estás jubilado y, si antes no sabías casi nada,
ahora ¿qué vas a saber?”. Llevaba diciéndomelo desde que se planteó todo
aquello de la tele-enseñanza y de los salones de casa como
sucedáneos-sucursales de los pupitres, con algunos expulsados de clase antes ya
de comenzar.
Pero, sabía que en algún momento
estallaría.
Lástima que ya no tenga ni tiempo, ni
ganas para escribir la novela. Pero, al menos, puedo hacer en voz alta dos
preguntas: ¿nadie va a sumar dos y dos? (nadie, claro está, con poder de
decisión). Y, ¿cuánto currículo está de más, o sea, sobra?
Para desatascar la situación, también
se me ocurre una propuesta. Fácil, sencilla, sin grandes dosis de teoría.
Barata: que se borre del currículo (de un plumazo y sin compasión) todo aquello
que un ciudadano medio pueda resolver, en un corto período de tiempo (menos de
cinco minutos) acudiendo bien sea a la Wikipedia, bien sea a una calculadora.
Eso sí, a la renta vital se le añadiría por parte del estado (o de las comunidades
si tienen competencias) la entrega gratis de una buena conexión (y un buen
conector) a internet.
Borrado todo eso del currículo, se acabó el problema.
Alguno, tan despierto como yo y tan
mal técnico como yo, podría aportar alguna otra propuesta, porque ésta no debe
ser la única.
Quién sabe si así, de una vez por
todas, la Escuela (incluida la universidad) podría servir para lo suyo:
maduración del individuo desde una edad temprana, responsabilización de cuanto
desde su libertad decida y socialización con los más próximos y hasta los más
extranjeros. Y, quizás, para preparar a los individuos para trabajar.
Seguid cuidándoos.
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