miércoles, 30 de diciembre de 2015

Aupa Athletic

19/11/2015
San Mamés no recibirá dinero público para la cubierta
Gobierno vasco y la Diputación son reacias a participar en la financiación de la cubierta
[…]
“Por su parte, el viceconsejero de Deportes, entrevistado en Radio San Sebastian, ha garantizado que a su mesa no ha llegado ninguna comunicación en este tipo. "El tiempo de la aportación pública del Gobierno vasco ya pasó, en este momento tocan otro tipo de inversiones y en otras ciudades", ha zanjado Joxean Muñoz.”

30/12/2015
El Gobierno vasco destina por sorpresa 2,2 millones a San Mamés Barria
Asegura que se trata de una ampliación de capital «ya prevista» aprobada este mes por los dueños del estadio, y niega que tenga nada que ver con la financiación de la cubierta para contener la lluvia.
[…]“La nueva aportación se anunció ayer por sorpresa en la última reunión del año del Consejo de Gobierno. Medios oficiales consultados por este periódico negaron «tajantemente» que se trate de una fórmula para financiar la ampliación de la cubierta que el club tiene previsto construir para reducir el impacto de la lluvia en miles de aficionados que se mojan en sus localidades.”


SIN PALABRAS.
Que no significa que soy tonto. Ni tampoco mudo.

Los besos en el pan



Termino el año con el final de la lectura de “Los besos en el pan” de Almudena Grandes.

El recorrido por los diferentes personajes que habitan un barrio de Madrid permite a A. Grandes “dibujar” un fresco (nada refrescante) sobre la crisis profunda en la que entramos hace unos años y de la que dicen que vamos saliendo.

No se trata de una novela profunda, ni se hacen en ella grandes reflexiones sobre los “poderes fácticos”, las causas, el alcance… de dicha crisis. Se trata más bien de pergeñar varias historias que se entrecruzan, con el denominador común de que todos los personajes padecen las dificultades o, cuando menos, los inconvenientes que les van asaltando.

No falta el trazo de algunas luchas y respuestas desde posiciones comprometidas con los que sufren la crisis y no tiene armas para defenderse.

Es una novela que se lee con mucha facilidad y su única dificultad es la cantidad de personajes, que hace, a veces (a mí muchas veces), que no sepas muy bien dónde estás. Pero es muy sencillo volver al hilo argumental.



Es una buena lectura para momentos en que uno no quiere demasiadas complicaciones, pero tampoco quiere escaparse de lo que está pasando (aún, por lo que dicen otros).

martes, 22 de diciembre de 2015

La encuesta y los resultados

No veía ayer, y sigo sin ver hoy, que tenga sentido que una encuesta quiera adelantarnos los posibles resultados de las elecciones dos horas antes de que los conozcamos oficialmente. Conozcamos los que realmente se han dado.
Durante un buen rato ayer las televisiones, en un intento de adelantarse a la realidad, sin que, siquiera, la hora del fin de las votaciones hubiera llegado (en Canarias) jugaron con los datos que les ofrecía una encuesta realizada para ellas por Metroscopia. Y todos bailamos al son de aquellos números.
La encuesta  no acertó ni una. Peor, difícil.
Eso sí. Hoy he sabido que la encuesta costó 470.000 euros. Esos sí que son números. Eso sí que fue un acierto de Metroscopia.

Quizás, si investigo qué es Metroscopia, pueda acabar concluyendo que la encuesta sí tenía sentido: hacerla… y cobrarla.

lunes, 21 de diciembre de 2015

El paso del tiempo y Roseanna

Varios sucesos de estos últimos días me han hecho pensar en cuánto de distorsionada está la impresión que tenemos sobre el tiempo pasado en ese corto recorrido que es la historia de cada uno. Aunque sea de casi 70 años.
La velocidad que ha llegado a alcanzar el paso del tiempo produce unos errores de apreciación que, a veces, no me extraña que nos haga sentirnos medio mareados.
Difícil imaginar que alguno de nosotros vivió sin aparato de televisión en el  centro de la sala de estar (que se llamaba entonces, ahora salón). Sin embargo yo recuerdo muy bien que antes del año 1960, cuando yo ya tenía doce años, nunca había visto una tele en una casa, y que los dos años siguientes sólo la ví en casa de los vecinos (que eran “ricos”).
Mi primer ordenador, y fui un “avanzado”, no fue anterior a 1982, cuando yo ya tenía ¡34! años. O sea, que he vivido más de la mitad de mi vida sin ordenador. La web es de 1990, y aquí llegaría a ser popular un poco más tarde, cuando yo ya tendría ¿50? años. Pongamos que sólo 45.
 El primer móvil con el sistema operativo Android se vendió en octubre de 2008. Y como en este terreno yo no fui pionero, porque me pillaba “mayor”, debo suponer que comencé a usar un móvil Smartphone antes del 2010, o sea hace 5 años. (Y un móvil de los primeros, yo no empezaría hace más de 10 años).
Pero, las impresiones que tenemos (que tengo yo en muchos momentos) es que todo esto ha estado ahí a lo largo de toda mi vida.
Para que veamos que también la sensación contraria, las cosas cambian cada poco tiempo, un ejemplillo de mucha actualidad: cada año que pasa empezamos antes con las luces, los adornos o los preparativos en la ciudad de la Navidad. Lo decimos hoy, lo dijimos el año pasado, y el anterior…
Pues bien,  he encontrado esta cita en una novela que acabo de leer: “caen gotas de las estrellas de Navidad grandes y amarillas suspendidas entre las fachadas de los edificios… Llevan colgadas un par de semanas, a pesar de que falta casi un mes para la Navidad.”
Un cálculo rapidísimo nos hará comprender que los adornos de Navidad de la ciudad (Estocolmo, en este caso) se colocaron un mes y medio antes de que llegaran las fiestas. Bastante antes de que lo que sucede ahora. Y resulta que la novela “Roseanna” está escrita en 1965, un poco después de que la tele llegara a mi casa.


Cuando en el año 90 del pasado siglo algún “despistado” me pedía consejo para empezar a leer novela negra, siempre le remitía –obligatoriamente- a “los suecos”.
“Los suecos" (cuyo nombre no conseguí ni pronunciar ni, mucho menos, aprender) eran Maj Sjöwall y Per Wahlöö y lo que yo recomendaba era “Asesinato en el Savoy” y “Los terroristas”, las dos únicas novelas suyas traducidas hasta entonces (los autores eran peligrosos porque pertenecían al partido comunista).
En el último mes se ha producido la coincidencia de recibir noticias de que habían reeditado en castellano la primera de sus diez novelas con el inspector Martin Beck, “Roseanna”, una especie de ganas de volver a leerlos, que me ronroneaba los últimos tiempos, y el que esta novela en concreto fuera una de las “homenajeadas” en “Irène” por Pierre Lemaitre.

No creo que ésta sea la mejor novela de la serie. Tampoco que sea el prototipo de lo que yo entiendo por novela “negra”. Pero es una novela muy digna en la que, por lo que dicen, significa el comienzo del giro de la novela policiaca hacia la novela negra.

martes, 15 de diciembre de 2015

Cara a cara ( y 2)

Ya lo dije ayer.

- Señor Rajoy, es usted un mentiroso, señor Rajoy. Está usted mintiendo a los españoles, señor Rajoy.

- Eso es falso, señor Sánchez. En minuto y medio ha dicho usted cuatro falsedades. Quiere usted engañarnos.

Paradojas del diálogo: cuando se acusaban mutuamente de ser unos mentirosos, estaban siendo sinceros y, además, decían la verdad.

Los dos candidatos dedicaron, en lo que yo ví-estuve atento, un montón de argumentos para que no votemos al contrario. Los dos tenían razón. Y yo les haré caso.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Cara a cara

Hoy, por fin, llega el gran debate. Ese cara a cara que todos esperábamos ansiosamente. No voy a decir que no lo veré. Por si acaso. Que lo dan en muchas cadenas a la vez, que el mando de la tele no es sólo mío, que a lo mejor no hay nada más interesante a esas horas, que la curiosidad, que uno de esos hábitos de estar informado, que…
No voy a decir que no lo veré Pero, estoy seguro de que si me planto delante de la tele esta noche, lo haré provisto de algún sudoku o de alguna revistilla a medio leer, y con el espíritu de quien va a asistir a una mala noche de teatro.
Mala noche porque, por mucho que se esmeren técnicos, consejeros y protagonistas, los actores son muy, muy malos (como actores), el decorado no valdrá un pimiento, los diálogos serán manidos, superconocidos, sin mayor novedad y la acción no existirá. Ni diálogos, ni vestuarios, ni historia, ni actores (por no haber, no habrá ni siquiera chica), ….
Noche de teatro. Eso sí. Cuando alguien (al menos yo) asiste a una función de teatro es plenamente consciente de que lo que sucede en el escenario no tiene por qué coincidir para nada con la realidad. El actor (por serlo) es un mentiroso que hoy se disfraza de caperucita y mañana de lobo. Y son los papeles los que mandan, no el actor.
Ninguno de los dos protas me ofrece la menor garantía de sinceridad, ninguno de los dos me hace suponer que lo que digan esta noche “va a misa”. Ninguno de ellos puede pedirme que le crea, que confíe en que lo que hoy diga lo mantendrá dentro de una semana o de un mes. Los dos han hecho lo suficiente como para que yo sospeche lo contrario.

Así que os recomiendo que, en la medida de lo posible, os lo toméis a modo de esperpento, y no del bueno.


martes, 8 de diciembre de 2015

Irène

“Una de asesinatos”. Hace ya más de 6 horas que he terminado de leer Irène, de Pierre Lemaitre, y aún me recorren algunos escalofríos por todo el cuerpo.
He tardado en hacerlo menos de de una semana y eso que durante un par de días no he podido coger la novela. Pero, he tardado mucho. Es novela de leer de un tirón, sin levantarse de la silla, casi sin respirar. Pero, eso sí, hace falta un buen estómago. El plato no es fácil de digerir.
No voy a descubrir aquí y ahora a Pierre Lemaitre. En este mismo blog escribí sobre “Alex” (el 14 de febrero de este año) de “Vestido de novia” (el 13 de abril) y de “Nos vemos allá arriba” (el 16 de agosto).

A esto ahora lo llaman “thriller” (si alguna letra está de más o si falta alguna otra, pensad que yo soy de francés), “en mis tiempos” lo llamábamos “una de asesinatos”, luego yo quise llamarlo “género sucio”. ¡Qué más da!. Ponedle el adjetivo que queráis, pero leedla. En cuanto podáis.

viernes, 4 de diciembre de 2015

Corrupción

Dice Villalobos, Celia, que “en todos los ámbitos de la sociedad hay personas que son corruptas”. Y ya está. Claro. ¿Cómo no iba a haberlas en el ámbito de la política? Todavía más, ¿cómo no iba a haberlas en el ámbito de su partido?
Es significativo cómo determinadas personas lo tienen asumido. Aunque sepan y lo digan, que juegan con dinero público, o sea, con tu dinero y el mío, cuyos montones decrecen a medida que crecen los suyos. Digo que es significativo porque, parece, le salió espontáneamente, a las primeras de cambio, cuando se encontró con otro político, uno de esos que (de momento) clama contra la corrupción.
Siempre suelo decir lo mismo, así que quizás me lo hayáis oído: ¡cuánto me hubiera gustado que me hubieran corrompido, haber tocado un poco de ese dinero en negro que dicen que abunda, o, al menos, que alguien lo hubiera intentado! Pero nunca, nadie, lo intentó.
El por qué es muy sencillo. Para que te corrompan hace falta estar en de determinados lugares, lugares caracterizados todos ellos por el poder y la posibilidad de decidir sobre cuestiones que mueven dinero.
Recuerdo, con pena y con nostalgia, que ni siquiera, cuando era profesor, me ofrecieron un viaje al Caribe por decidir como texto de clase el texto de una determinada editorial. También ahí hacía falta que la decisión produjera un cierto flujo de dinero.
¡Lástima! ¡Podría estar yo ahora “montado en el dólar” y no mirando cada euro que entra para ver cómo se puede retenerlo un rato en la cuenta propia sin que se vaya a todo meter a otras cuentas.

A ver si en la próxima legislatura afloran más corrupciones (de las que han existido o siguen existiendo, no nuevas). A ver si en la próxima legislatura le “meten mano” a la cartera de unos cuantos, antes de meterlos a ellos en la cárcel. A ver si… No seamos excesivamente pesimistas.

lunes, 30 de noviembre de 2015

El secreto de la modelo extraviada

“En este asunto anda implicado un estructuralista”
Recoger una de las escenas más hilarantes de “El secreto de la modelo extraviada“, de Eduardo Mendoza es una forma de empezar a hablar de esta deliciosa novela. Descacharrante. Tanto o más que aquella “El enredo de la bolsa y la vida”, que comentaba en este mismo blog allá por mayo del 2012.
Eduardo Mendoza sigue escribiendo con una prosa fluida, rápida (a veces profusa en los elementos de una descripción) y punzante. Muy punzante, de vez en cuando. Así que no perderse es último capítulo. Construye unos personajes imposibles, irreverentes, más allá de cualquier norma de cordura, tratados, unas veces, con sumo cariño y, otras hasta con un desprecio malévolo, según de trate, correlativamente, de individuos desfavorecidos por todo tipo de fortuna o aquellos que se aprovechan de cualquier cercanía al poder. “Estar cerca del poder es un peligro  – declara como si se tratara de un axioma uno de esos personajes periféricos – … para el que está cerca”.
A fuer de haceros perder, a quienes la leáis, la sonrisa, la risa y la carcajada que esa espléndida escena de cuatro variopintos travestís reunidos en amigable charla podría provocaros, y pensando en aquellos que se van a perder su lectura, acabo de trasladar las palabras de la novela que siguen a ese “estructuralista” con el que empezaba mi entrada:
“… un estructuralista.
- ¿Y eso qué es? – preguntó la Filo.
- Uno que hace mucho ejercicio y cuando está cachas se exhibe en taparrabos como Arnold Schwarzenegger – explicó Fortunata.”

Os quedan otras muchas escenas que disfrutar, muchas sonrisas, alguna carcajada y alguna reflexión.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Jubilatas presentes y futuros

Hay una especie de “ley universal” que indica que cuando uno vive una situación determinada (el embarazo suele ser un buen ejemplo) se le multiplican los “compañeros de situación” en sus ocupaciones diarias, en sus paseos habituales y hasta en las lecturas de la prensa. “Compañeros de situación” o aquellos que desean serlo.
Eso me ocurre. Pero no estoy embarazado. Lo que sí estoy es jubilado y, a mi alrededor “pululan” jubilados y/o quienes desearían serlo.
Con estos últimos las conversaciones siempre incluyen una especie de pequeño “reproche” que viene a decir algo así como: “ya, tú sí, pero yo. ¿Llegaré a jubilarme, cuándo, cómo,… habrá dinero…?”

En 1960 mi padre cumplió cuarenta años. Si en aquel momento alguien le hubiera preguntado por su jubilación, casi ni hubiera sabido de qué le hablaban. Seguro que alguna vez había pensado en lo que sería su vida después del trabajo, pero más bien sus razonamientos irían por trabajar hasta el fin de su vida.
Cuando murió, con 87 años, había disfrutado de más de 20 años con una cierta seguridad económica (posiblemente la mayor de su vida), que le permitía pasar con dignidad sus días, gastar lo necesario en sus muy pequeños “vicios”, hacer la caridad a la que se sentía obligado, disfrutar por primera vez de unas vacaciones anuales junto al mar (él que nunca “tuvo pueblo”) y ahorrar un poco “por si acaso, por lo que pueda pasar”.
Mi padre fue, a este nivel, un privilegiado. Aquella generación que pasó por una guerra cruel, una posguerra dura y muchas horas de trabajo, no llegaría tan entera a los ochenta de edad.
Hoy somos muchos más los que disfrutamos (o disfrutaremos) de 20 y más años de jubilación, con una pensión digna y suficiente para vivir los un poco menos pequeños “vicios” diarios, para salir de vacaciones cerca del mar (más de un millón de viajes programados por el Imserso para la temporada 2015-16), quizás, incluso, para ahorrar un poquito, por si acaso. La caridad la hemos institucionalizado.
Y esta es la tendencia. Así que…

Una última reflexión: más importante que el cuándo suceda la jubilación es la cantidad de tiempo que te quedará una vez jubilado. Y esa será cada vez mayor, a juzgar por la marcha de la historia. Que cada vez nos morimos más tarde, aunque siempre sea pronto para morir.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

De historias y preguntas

Centros de interés muy dispersos estos últimos días, como si los ¿últimos? coletazos del calor del verano nos impidieran el recogimiento interior del otoño.
Siguen por ahí los emigantes-refugiados. Continúan “sobrándonos” refugiados, aunque aún sólo hayamos acogido a tres. Nos siguen “sobrando” pobres de los de cartel en la acera con una ortografía que, si se pudieran comer las faltas, dejarían de pasar hambre y con verdadera necesidad de una vida medianamente digna.
Ayer, sin ir más lejos, me crucé con uno de ellos que había dejado su sitio en la acera y caminaba por la calle, no se hacia dónde, con muy “malas pintas”, sucio (y todo eso) y hablando a grito pelado… por un móvil. Ya. A saber cuál será su tarifa, si tiene contrato o simplemente una tarjeta para que puedan llamarle, si el móvil lo paga él o la mafia que alquila su “trabajo”, etc. Pero ese individuo debería tener una vida medianamente digna.
En estos días he releído “Pedro Páramo”. Por quinta o sexta vez, que se lee rápido y facilito. Si aún no la conocéis ya estáis perdiendo… porque la primera lectura es la más ingrata. A partir de la segunda, es una delicia que aumenta cada vez que se lee.
Y ahora estoy con “Fiebre de caballos”. Es una novelita de juventud que escribió Leonardo Padura, con veintipocos años, y que se ha vuelto a editar recientemente. Los del club de fans de Leonardo debéis leerla. Los demás podéis escaquearos esta vez.
Luego ha estado rondando mi cabeza todo este asunto del independentismo catalán. Menudo lío en el que están todos. Ya se que repito algo muy oído, pero ¿no podríamos escuchar a los catalanes, a ver qué dicen?. ¿No podrían sentarse algunos hombres y mujeres sensatos, “viejos” (igual algún joven cumple el requisito), y dialogantes y ponerse de acuerdo? Y si no llegan a hacerlo, ¿no pueden repartir en dos trozos ( o más) Cataluña-Catalunya y facilitar a los ciudadanos que vivan y trabajen en el lado que quieran?.
Ni las ideas, ni los sentimientos, ni los razonamientos pueden o deben estar por delante de las voluntades de los individuos, puestas de acuerdo.
En este popurrí, hace hoy una semana en la Escuela Profesional de Otxarkoaga celebramos (porque yo también estuve allí) el final de un año de conmemoración del 50 aniversario de su fundación.
Debo confesar que me resultó un acto entrañable (aunque sólo estuve en la segunda parte, la de los canapés, y me perdí la primera, la de los discursos político-educativo-religiosos), entrañable por la gente a la que ví y abracé.
Los que empiezan una cosa son muy importantes: los emprendedores, los padres, los promotores…; los que la dirigen también son importantes. Pero, sin que esto les reste un ápice, los que dedican dos o treinta años al funcionamiento de esa “cosa”, los que día a día, durante cincuenta años, están “al pie del cañón”…
Os dejo con una muy leída poesía de Bertolt Brecht:

Preguntas de un obrero que lee

¿Quién construyó Tebas, la de las siete Puertas?
En los libros aparecen los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió siempre a construir?
¿En qué casas de la dorada Lima vivían los constructores?
¿A dónde fueron los albañiles la noche en que fue terminada la Muralla China?
 La gran Roma está llena de arcos de triunfo.
¿Quién los erigió?
¿Sobre quiénes triunfaron los Césares?
¿Es que Bizancio, la tan cantada,
sólo tenía palacios para sus habitantes?
Hasta en la legendaria Atlántida,
la noche en que el mar se la tragaba,
los que se hundían, gritaban llamando a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
¿Él solo?
César derrotó a los galos.
¿No llevaba siquiera cocinero?
Felipe de España lloró cuando su flota fue hundida.
¿No lloró nadie más?
Federico II venció en la Guerra de los Siete Años
¿Quién venció además de él?
Cada página una victoria.
¿Quién cocinó el banquete de la victoria?
Cada diez años un gran hombre.
¿Quién pagó los gastos?
Tantas historias.

Tantas preguntas.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Vertedero

Acabo de leer “Vertedero” de Manuel Barea y me a gustado. Algunas partes, mucho. Tanto que ha merecido la pena leer la novel entera.
Como cuando el protagonista hace esta afirmación tan rotunda: “en este sitio ninguno de nosotros tiene razón de ser” (no creo que una novela sea el lugar apropiado para matizar la influencia del “sitio” donde uno nace y vive). O cuando dice: “porque necesitamos comprender que las situaciones jodidas son producto de la gente, la gente sosegada, la gente impávida y egoísta, no de unos pocos dementes, los que se ceen que hacen labores humanitarias y creen ser buenos samaritanos y solo joden un poco más al prójimo, un poco cada día, cada noche, como estos dos que vienen en la fuera borda” cargada de droga.

Pero no me atrevo a valorar el conjunto. Porque el conjunto necesita una lectura más “atenta” y continuada que la que yo le he dedicado.
Cada vez “me tropiezo” con mayor frecuencia con autores que parecen necesitados de experimentar con las reglas de la construcción de un relato. Y revuelven y mezclan a su gusto narradores, tiempos, sensaciones-hechos-pensamientos, el estilo directo y el indirecto,….
Y valorar el resultado, entonces, no es fácil. Ni tampoco lo que a mí me interesa ya, a estas alturas, dejada de lado cualquier vocación profesoral.
Dejo constancia, no obstante, de que “Vertedero” se lee con mucha facilidad, sin trabas, aunque con ciertas perplejidades que al lector (a este lector) le han hecho preguntarse a veces: ¿ahora por dónde vamos?.
Como la vida misma.

Después de esta novela, vuelvo a releer “Pedro Páramo”.

lunes, 26 de octubre de 2015

Agur, Javier

El viernes pasado murió Javier. Hoy ha sido su funeral. Ya sé que muchos no sabéis de quién escribo, pero da igual. Saberlo o no, no variaría lo que yo escriba.
La vida de cualquiera de nosotros está plagada de hitos. Resulta muy difícil reducir la vida de alguien a una entrada de blog. Y, por si acaso, advierto ya desde ahora que no es esa mi intención.
Pensando en Javier, he recogido tres datos de su biografía:
Nuestros hijos fueron a la misma ikastola y al mismo curso. Los dos mayores jugaron juntos en el mismo equipo de futbito durante varios años y, alrededor de aquel equipo, un grupo de familias nos encontramos durante muchos sábados por la mañana, y los encuentros se ampliaron a muchas comidas juntos, algunas salidas de fines de semana, y un pequeño grupo de padres nos reunimos a cenar todavía el año pasado (aunque últimamente nos hemos despistado por completo), y...
Javier vivía aquí, a la vuelta de la esquina, y nos veíamos incluso él en el balcón y yo en la plaza, nos tropezábamos con una cierta frecuencia y –recuerdo- llegamos a coincidir dos veranos en Alicante.
Así que su biografía algo tiene que ver con la mía.
Quizás alguno de los que esto leéis recordéis que yo siempre he ido a clase con una agenda. En ellas (cada curso una diferente) estaba todo lo que yo debía recordar: la hora y el grupo que me tocaba; el lugar de la materia que debía explicar; los avisos que debía dar en clase,… Pues, desde muchos años antes de que yo me jubilara, Javier me regalaba la agenda de trabajo con la que yo podía contar durante todo el curso.
Así que también tiene algo que ver con el contenido de este blog.
Javier, cuando murió, tenía 60 años.
Así que no estamos demasiado lejos. Aunque dicen que ha muerto joven.
Ha muerto –todavía no lo he dicho- de repente, de un derrame cerebral, mientras trabajaba. “Sin enterarse”, que se suele decir.
Hay muchas maneras de clasificar las muertes: “sin enterarse” o después de mucho sufrimiento; rápidas o lentas; de joven o de mayor; … Cuando la vida acelera los pasos que conducen a la muerte (y todos nuestros pasos conducen ahí), yo prefiero distinguir entre dos tipos de muerte: aquel que permite despedirse de los que uno quiere y el que no lo permite.
Cada día me parece más deseable una muerte que permita despedirse de quienes nos han rodeado hasta entonces. Me parece mucho más humano que desaparecer “sin enterarse”.
Decía el cura que ha celebrado el funeral que no somos dueños de la vida. Posiblemente tendrá razón, aunque no tal como él lo entendía, pero, a medida que pasa el tiempo, entiendo que sí podríamos ser dueños del cómo y el cuándo dejar la vida. Siempre que –claro está- renunciemos a toda la parafernalia de la inmortalidad.

Agur, Javier. No tuvimos tiempo para decírnoslo y es una pena.

jueves, 15 de octubre de 2015

Falacias nada inocentes

Tengo un título universitario que acredita que hice estudios de Sociología (y los aprobé). Un par de veces o tres (no más) ejercí de sociólogo. Muchas más veces he opinado (algunas de ellas, supongo que con criterio y un buen razonamiento detrás) sobre temas de actualidad.
La actualidad, y lo que ella implica respecto a los centros de interés, el tipo de fuentes utilizadas en su análisis, y las conclusiones a las que dicho análisis llega, es lo que, a mi modo de entender, distingue a un sociólogo de un historiador: Los análisis que yo pude hacer en los años 90 del siglo pasado, hoy son material para los estudios de historia. Y de nada sirve la historia si no es para contribuir a la lectura, comprensión, interpretación y mejora de la actualidad.
Viene toda esta introducción a cuento de un pequeño rifirrafe que servidor ha montado en la web “Otxarkoaga.es”.
Hace pocos días apareció allí un texto, “El problema escolar en Otxarkoaga marginalidad y educación durante el desarrollismo”, firmado por Íñigo López Simón, que nada me hubiera interesado (o muy poco) a no ser porque se presentó en un simposium de historia contemporánea (¿sociología?), por alguien que se decía historiador (y por lo tanto científico) y porque versaba sobre un barrio que me toca (Otxarkoaga) y una parcela en la que me he movido durante muchos años, tantos que forma parte del nombre con el que se presenta este blog (la educación).
Así que lo leí y, a medida que crecía mi indignación, mi cabeza se iba calentando. Y ahí llegó el rifirrafe. El que quiera puede acudir a la web mentada.
Pero, al margen del calentón, hay un par de asuntos que me parece interesante recoger y destacar.
La historia (y la realidad sociológica) se puede falsear porque lo que cuenta no es verdad; porque lo que se cuenta, siendo una verdad chiquitita y personal (individual) se engrandece y universaliza, como si fuera la única verdad; o porque algunas partes de dejan sin contar.
Esta historia de Otxarkoaga, la que aparece en el texto (tan erudito como pare presentarlo en un simposium) es falsa. No es éste el lugar para desvelar cada falsedad, pero voy a traer un ejemplo. Algo que se ha dicho muchas veces de Otrxarkoaga.
El autor trae a colación las palabras de un vecino nacido en 1962, que trascribe así: “El aula era un caos […] De los 40 y tantos que éramos en mi clase quedamos 15. Los otros 30 se han muerto. O droga, o atracos o cosas de esas. De 45 quedamos 15. Todos han salido delincuentes.”
Según el autor la cita sale de una entrevista realizada el 14/02/14. O sea, si este vecino salió de la Escuela en 1976 (con 14 años), han pasado 39 años Fiar un estudio a la memoria de un individuo (uno) después de 38 años…
Pero hay más. Quiero entender que lo de la droga, los atracos,…las muertes se habrían producido ya para 1988 (elijo esta fecha porque hay datos contrastados), cuando aquel vecino contaba con 26 años.
En los años de la primera mitad de los 60 en Otxarkoaga nacieron en torno a los 600 niños. En cinco años nacerían 3000. Como sólo quedaba una tercera parte de ellos, en 1988 debería haber 1000 jóvenes entre 25 y 29 años. Los datos estadísticos hablan de 1752.
Y la diferencia entre los que nacieron y los que seguían vivos en el barrio se explica mucho mejor por algo tan natural como que los jóvenes se independizaban y se marchaban a vivir fuera porque allí no había sitio. Eso explica mejor la diferencia que las muertes (que las hubo) y los que se convirtieron en población reclusa (que también los hubo).
Y hay otro asunto más: no es irrelevante que la historia se falsee. Y menos cuando abunda en alguno de los clichés que marcaron la fama (y la lana) del barrio. Por ello pedía yo a esa web mayor firmeza y claridad para desenmascarar lo que no es cierto. No podemos escondernos, arrebujarnos en una falsa neutralidad: todo el mundo no tiene derecho a decir lo que quiera… sin que se le conteste.
Y, si todo el mundo tiene derecho a pensar ( o a no pensar) y a decir o escribir, yo tengo derecho a no prestarle mis instrumentos de difusión, porque además de ser míos, lo son (o deberían serlo) también de los que van a ser minusvalorados, menospreciados, … quizás vejados.

Los calentones deben servir para pensar después.

lunes, 12 de octubre de 2015

De militares y otras muertes

El desfile militar de esta mañana de nuestro (¿nuestro?) ejército “de paz” nos ha costado 800.000 euros. Una minucia.  Total, durante esta legislatura, Pablo Morenés, ministro de Defensa, ha gastado 8.717 millones más de los que tenía asignados en los Presupuestos Generales del Estado, lo que supone una desviación cercana al 40%.
No tengo ni idea de lo que nos ha costado la posterior recepción real, que de forma directa o indirecta, se ha pagado con nuestros (estos sí que son nuestros) impuestos.
Y allí estaba Carmena. ¿Qué hacía allí? No tengo ni idea.

El sábado falleció “felizmente” Andrea, esa niña de Noia a la que habían condenado a vivir “cuatro irresponsables sin vergüenza”. A la noche, en una sobremesa posterior a la cena, salió el tema. Y se amplió a la legislación existente (de la que no sabemos casi nada) a lo que significaba eso de una “muerte digna”, a quién tiene derecho a decidir,… Yo creo, y así lo defendí, que la solución es el derecho a la eutanasia (o al suicidio) acompañada, asistida.
Cuando alguien decide morir, la Asistencia Social (se llame como se llame) debería facilitárselo, acompañarle y procurarle hacerlo en condiciones dignas, “humanas”.
“¿Cada uno puede hacer lo que le de la gana con su vida, entonces?” Pues, no. Yo tengo una hernia discal y si voy al traumatólogo a pedir una solución, él me ofrece varias, generalmente no me va a operar, si no ve muy claro que eso significará una mejoría de mi calidad de vida, … pero, diga lo que diga, la última decisión debe ser mía, si estoy en mi pleno juicio. Y si no, debe ser de quien yo haya decidido, de los que me quieren (o así lo han demostrado durante mi vida), me respetan, … y, si no hay nadie que cumpla estas condiciones, de alguien a quien hayamos designado para estos menesteres.
Pero no tiene por qué ser un médico todopoderoso, ajeno a mi vida, mis preocupaciones, mis deseos,…
Está claro que mi afirmación, mi deseo absoluto de que se respete y se asista (se acompañe) mi derecho al suicidio, no significa que no debe haber ninguna regulación social. Debe haberla.
Pero ahora no la hay y es tiempo de que empecemos a discutirlo y a dar una respuesta. No sea que los que tuvimos que ver que para abortar se iba a Londres, tengamos que ver que para suicidarse se vaya a Holanda, Luxemburgo, Suiza o Bélgica.

A ver si llegamos a tiempo, caso de necesitarlo.

martes, 6 de octubre de 2015

Sumisión

Los que seguís este blog podéis comprender fácilmente el alcance del hecho de haber leído ya “Sumisión” de Houellebecq.
El título encuentra su total explicación en la idea de que el Islam defiende que el máximo de felicidad posible se alcanza con la sumisión voluntaria más absoluta. Yo no conozco suficientemente el Islam como para ratificarlo o discutirlo.
La novela tiene muchos momentos muy interesantes y toca temas de suma importancia: el crecimiento del neo-fascismo; la presencia definitiva y determinante del Islam aquí; el fin de la cristiandad y de nuestra cultura occidental; el suicidio de Europa; Dios,… el bienestar y lo que durante mucho tiempo hemos llamado “la realización” del hombre.
Sin olvidar la importancia de la familia, el papel –absolutamente ninguneado- de la mujer, la educación (sobre todo universitaria), la política y sus implicaciones.
Demasiado. Pero a mí la novela no me ha “enganchado”. Quizás hubiera sido mejor que H. hubiera escrito un “ensayo”. Quizás la novela necesita un lector diferente de quien esto escribe.
Con tantos asuntos como se tocan, podría traeros aquí muchas citas. Y muy interesantes. Pero sólo voy a traer una. Y no la traigo por su profundidad, sino porque me ha gustado y me ha recordado múltiples escenas de mi propia vida: todas esas veces que uno está inmerso en un trabajo de creación, en el se siente a gusto, implicado, casi abstraído y le vienen a estorbar los aspectos más prosaicos de la vida: un grifo estropeado, la ITV por pasar, o un papel que falta en aquello que le entregaste a Hacienda:

Esto le ocurre al protagonista cuando, después de haber escrito su mejor trabajo, llega a casa, abre el buzón y encuentra una notificación sobre los papeles de su jubilación: “durante dos semanas en cierta forma había sido transportado a las regiones del ideal, a mi modesto nivel había creado; regresar desde ese instante a mi estatus de sujeto administrativo ordinario me parecía un poco rudo.”

lunes, 5 de octubre de 2015

Duro comienzo de curso


No está siendo el comienzo de curso soñado. Esta mañana hemos dado un buen “paseo” (más de 13 km. con cuestas de subida y bajada muy pronunciadas, pero a lo largo de él he sabido que una amiga, de aquellas antiguas amigas de Deusto, de las que casi con toda seguridad aún siguen mi blog, tenía que enfrentarse el próximo jueves a un diagnóstico médico, que quizás resulte duro, doloroso y desagradable.
Y esta noche leo que han muerto Ana Diosdado y Henning Mankell.
De la primera he tenido muy pocas noticias literarias. Creo que hace mucho tiempo leí alguna de sus obras de teatro, pero no era santa de mi devoción.
El segundo, como sabéis, (o deberíais saber) era conocido por su serie con el inspector de policía Kurt Wallander. Y de Wallander me lo he leído todo. Con gusto.
El caso es que a finales de la semana pasada me preguntaba a mí mismo si leer su última obra o no, a raíz de un artículo sobre él en Babelia (suplemento literario de El País)
Allí se podía leer que  “el 8 de enero de 2014, de una mañana fría y nevada, fue al hospital y tras unas radiografías le diagnosticaron un tumor cancerígeno en el pulmón izquierdo con metástasis en la nuca. Los siguientes diez días fueron devastadores para su ánimo. Conoció el pavor. Creyó hundirse. Hasta que emergió con la idea de afrontar la enfermedad, de no dejarse vencer y de contar ese duelo con la muerte desde la perspectiva de la vida.
Arenas movedizas” es el título que le puso Mankell a ese libro que reúne sus vivencias.
Parece que Mankell ha perdido el duelo. Pero, a fin de cuentas, es un duelo al que tendremos que enfrentarnos todos y cada uno de nosotros. Y sabemos que, antes o después, lo tenemos perdido.

No. No ha sido un buen comienzo de curso. Pero. leeré “Arenas movedizas”. Será mi homenaje al único autor nórdico de novela negra, que realmente ha conseguido interesarme.

domingo, 4 de octubre de 2015

Las mujeres musulmanas

Como una invitación más a continuar con la línea de reflexiones que surgían en mi entrada última, ayer, sábado, el Correo titulaba en primera plana y en letras muy grandes: “PLANTE MUSULMÁN EN ERMUA A LAS AULAS MIXTAS PARA ADULTOS”.
Lo que seguía no se separaba de lo que uno `puede imaginar: por un lado la comunidad musulmana decía que si las aulas de EPA iban a ser mixtas, ellos abandonaban el Centro de educación y pedían-exigían que las aulas volvieran a ser mixtas como el curso anterior.
Pero, el otro lado de la moneda, las mujeres musulmanas decían que si no podían asistir a las clases se las condenaba no sólo a la ignorancia, sino también a quedar encerradas en casa.
¿Quién debe dar el brazo a torcer? ¿La comunidad musulmana? No lo va a hacer: su obediencia religiosa a la tradición no se lo permite. ¿La Administración? No lo va a hacer consciente de que la educación mixta es un logro en nuestra sociedad, más o menos, secularizada.
Así que, ¿qué ocurre con las mujeres?. Pues que seguirán siendo la parte más débil del conflicto, seguirán “pagando el pato”, seguirán sufriendo su discriminación, etc., etc.
Situaciones casi idénticas las hemos vivido muchas veces. Sólo algo tengo claro: el comienzo de la solución vendrá cuando, y sólo cuando, sean, en este caso, las mujeres musulmanas, y no la comunidad, las que tomen las riendas del problema y actúen a su favor.

Mientras, el otoño se nos ha echado encima y en Villatomil empieza a hacer frío. Habrá que comenzar ya el curso 2015-16

jueves, 24 de septiembre de 2015

La caída del Imperio

Hoy me tomo la licencia de redactar mi entrada, utilizando, en buena medida, textos que no son míos.
A lo largo de mi vida he practicado esta forma de construcción de textos “míos” en varias ocasiones. Siempre he pensado que es una forma correcta de hacerlo, con tal de que se cumplan tres condiciones: advertirlo; citar al autor y la obra de donde el texto proviene; y no utilizarlo de forma perversa, manipulando su sentido.
Hoy resulta que existe eso del copyright y que yo escribo públicamente. Pero no me importa si alguien se sintiera ofendido (que además no lo van a leer).
Cuando he utilizado este método, ha sido siempre para remediar, en parte, mis propias carencias. Hay asuntos de los que no domino nada, o, partes de esos asuntos (casi siempre tienen que ver con la historia) que me resultan extraños. Recurro entonces a los que yo creo especialistas en la cuestión y procuro ser suficientemente crítico con los autores a los que acudo.
Esta vez, lo confieso, no ha sido así. Más bien, han sido ellos los que han acudido a mí. Y, como además yo ya he renunciado a cualquier academicismo (por aquello de la edad, la jubilación,…), puedo expresar opiniones sin fundamentarlas (que no quiere decir que no tengan fundamento) demasiado.
A lo que vamos, el pasado domingo por la mañana leía yo a Arturo Pérez Reverte. el artículo comenzaba con estas palabras:

En el año 376 después de Cristo, en la frontera del Danubio se presentó una masa enorme de hombres, mujeres y niños. Eran refugiados godos que buscaban asilo, presionados por el avance de las hordas de Atila. Por diversas razones -entre otras, que Roma ya no era lo que había sido- se les permitió penetrar en territorio del imperio, pese a que, a diferencia de oleadas de pueblos inmigrantes anteriores, éstos no habían sido exterminados, esclavizados o sometidos, como se acostumbraba entonces. En los meses siguientes, aquellos refugiados comprobaron que el imperio romano no era el paraíso, que sus gobernantes eran débiles y corruptos, que no había riqueza y comida para todos, y que la injusticia y la codicia se cebaban en ellos. Así que dos años después de cruzar el Danubio, en Adrianópolis, esos mismos godos mataron al emperador Valente y destrozaron su ejército. Y noventa y ocho años después, sus nietos destronaron a Rómulo Augústulo, último emperador, y liquidaron lo que quedaba del imperio romano”
(Arturo Pérez-Reverte, “Los godos del emperador Valente”

Coincidía con que yo había empezado a leer, después de dilatar ese principio varios meses, la última novela de Michel Houellebecq: “Sumisión”. Gonzalo Garcés dice de ella:

“El Occidente judeocristiano está en retirada, los bárbaros musulmanes se aprestan a tomar el poder.
No se trata de negar la dimensión social de Sumisión, que pinta una Francia al borde de la guerra civil. En esta fábula política el conflicto se resuelve con el triunfo electoral de Mohammed Ben Abbes, candidato de la imaginaria Fraternidad Musulmana, y la conversión de Francia en Estado islámico
(Gonzalo Garcés, “Michel Houellebecq: “La élite está asesinando a Francia””

Por si no tenía suficiente, dos días más tarde, en Babelia (suplemento literario de El País), encuentro por pura casualidad que Jacinto Antón discurre sobre una novela de (un tal) Santiago Castellanos, que ha recibido un premio con una novela histórica titulada “Barbarus. La conquista de Roma”.
S. Castellanos es un (así lo dicen en varias webs) conocedor de la historia antigua, catedrático y novelista, además de ensayista. Y hablando de un encuentro en Roma con él,  Jacinto Antón entre otras cosas verdaderamente interesantes, (el autor del artículo) señalaba lo siguiente:

“Santiago Castellanos novela la irrupción de los godos en el imperio romano en el siglo IV y señala las semejanzas de aquella época con la actual”
“La quiebra de las clases medias, la crisis fiscal (no había cuentas en Suiza pero sí acumulación de oro y los poderosos evadían al fisco), la corrupción generalizada, y los problemas y dramas de emigración, con los consiguientes choques religioso y cultural son cosas que se dan en el fin del imperio romano de occidente, así como el uso institucional de la violencia y del terror como armas de Estado. Las escenas actuales de refugiados sirios e iraquíes tratando de entrar en Europa no son muy diferentes, dijo, a las que se produjeron cuando los godos, presionados por los hunos –tan brutales como el Estado Islámico-, pidieron ser acomodados tras las fronteras romanas.”

Así que me ido de paseo por Internet y he encontrado lo que necesitaba para acabar esta entrada “mía”

“España debe mucho a Roma, “somos romanos”, es el espejo en el que nos miramos; “el origen de nuestra lengua, de nuestra religión, de nuestro derecho, tanto fiscal, como administrativo o de la propiedad tienen su origen en el mundo romano”, desgrana con fluidez. Son muchas las afinidades pero, también, muchas las diferencias. Claramente, el tejido social ha cambiado, como lo ha hecho la tecnología, son muchos los siglos de diferencia para no avanzar.
Sin embargo, vemos que en otras cuestiones no hemos cambiado tanto. “El gasto público del Estado es desorbitado. La administración estaba en un nivel aceptable en época de Augusto y en el periodo tardorromano se sobredimensionó, con multiplicidad de las funciones, como en la actualidad. La presión fiscal tanto en la época romana como en la actualidad está erosionando las clases medias”, enumera con pasión y nos damos cuenta de la razón que tiene y por desgracia no quedan ahí las similitudes. “La corrupción dentro del Estado era galopante”, afirma. ¿A qué nos suena? Poco podemos añadir, pero Santiago Castellanos tiene más similitudes de las que podremos enterarnos leyendo “Barbarus”, como la del cambio de valores que se produjo en esa época y la crisis que se vivió y se vive en cuanto a los valores. Para acabar nos recuerda el tema de la inmigración: “Roma no supo resolver el problema de la inmigración”, cuestiona tajante con la llegada de los bárbaros o de otras provincias hasta la metrópoli. Casi, casi igual que ahora. Ya me entra la duda de si está describiendo Roma o cualquier país actual de Europa.”
(Javier Velasco Oliaga, Entrevista a Santiago Castellanos, autor de “Barbarus. La conquista de Romahttp://www.todoliteratura.es/noticia/8363/entrevistas/entrevista-a-santiago-castellanos-autor-de-barbarus.-la-conquista-de-roma.html )


Con las pistas que os he dado, no os costará descubrir cuál va a ser la novela que lea en cuanto termine “Sumisión”.

sábado, 19 de septiembre de 2015

Te quiero porque me das de comer

Se acaba el verano. La mitad de los días de esta semana invitaban ya al recogimiento del otoño o a la visión de eso que siguen llamando basket en Europa. ¿Terminarán cambiando todos los jugadores de pista según se ataque o se defienda (como en el balonmano), o dictando -¿quién?, porque el entrenador no lo hará- las posiciones por el pinganillo (como en el fútbol americano) o siendo un deporte de chupar rueda y hacer la goma (como el ciclismo).
Ya sé que estoy mayor para tanto cambio, pero… nos van a aburrir y va a ocurrir (como en el fútbol) que sólo importan los resultados. Cuando así sea, me contentaré con leer los resultados finales de la jornada.
Decía que se acaba el verano y, para los que no tenemos vacaciones, éste puede ser el momento de recoger las “tareas del próximo curso” y ponerse a ello.
Para empezar, este escrito.
Mañana votan –otra vez– los griegos. Supongo que esta vez con menos esperanza, si cabe. Ya les han dicho quién manda y cuál es su sitio. Quizás sería bueno por mi parte recomendaros “La cara oculta del éxito económico alemán”  (http://juantorreslopez.com/impertinencias/la-cara-oculta-del-exito-economico-aleman/)
Los sirios, -los que han podido salir- andan corriendo de un lado para otro. Tiene que ser terrible tener que marcharte de casa “con lo puesto”, sin saber a dónde. También a ellos les están diciendo quién manda y cuál es su sitio.
El Mediterráneo cada vez más lleno de cadáveres de gente que se hizo a la mar sin saber nadar ni guardar la ropa…
También a los catalanes les están advirtiendo de quién manda y dónde deben estar ellos.
Y aquí, en el momento de recoger los frutos de la huerta, hace una tarde preciosa, con un cielo iluminado por el sol que nada tiene que ver con el de Bilbao, con un aire fresco que preludia fríos no muy lejanos y la “paz” de quien escribe con los únicos ruidos del ladrido de los perros, el canto de algún pájaro y el silbido del viento.

Hoy he terminado de leer una novela tremenda. No sé qué otro adjetivo usar: “Te quiero porque me das de comer” de David Llorente. Un asesino en serie ama a aquellos a quienes literalmente se va a comer. Ni más ni menos. Pero es que, con un estilo de narración totalmente distinto al usual (a cualquiera de los usuales) ha hecho que me haya sentido inmiscuido en un ambiente más que negro, negrísimo.
La descripción –si hay alguna descripción- de Carabanchel  (el distrito de Madrid, que no la cárcel) es como para que, en el barrio más “oscuro” de Bilbao, nos digamos eso de “virgencita, que me quede como estoy”, incluida la Merkel, la UE, y el BCE.
No sé si es una novela a recomendar o no. Es tan tremenda que me ha dejado sin capacidad de reaccionar y de criticarla, de desmenuzarla.

Pero, como todavía es verano, no me importa.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Crematorio

No hace mucho tiempo, posiblemente nI un mes, murió Rafael Chirbes, premio nacional de la crítica 2007 y 2014 y premio nacional de Narrativa 2014.
Ya hace más tiempo que yo había tenido referencias sobre él, aunque no consigo recordar de dónde las había sacado. Decían que era un gran novelista que, entre otras cosas, había escrito la mejor novela sobre los orígenes-razones-historia que llevaron a España a la crisis que todavía padecemos (“Crematorio”) y la mejor novela sobre la España en crisis (“En la orilla”)
Hace unos meses empecé a leer “En la orilla” y me quedé a medio camino. Con la fuerte sospecha de que las razones por las que la novela y yo no acabábamos de enganchar  no estaban tanto en la novela como en el tiempo que yo vivía en ese momento. Hoy aquella sospecha es casi una certeza segura.
Cuando Chirbes murió, pensé que le debía una, que tenía que leerle. Posiblemente con el sobreinflujo de lo que entonces se dijo sobre él, como novelista y como persona. Así que en cuanto se abrió un ratito en mi “agenda” me lié con “Crematorio”
Y ha merecido la pena. Es una gran novela, una grandísima novela, pesimista (¿nihilista?) como no podía ser otra cosa, dura porque no deja títere con cabeza, ni individuo ni institución, densa como pocas.
Un solo “pero”. Su lectura, en muchos momentos no es nada fácil. La dificultad proviene de la cantidad de cultura-conocimientos que exhibe y que, por momentos hace que su comprensión requiera estar más o menos empapado de historia, de arte, de literatura, de arquitectura, de economía, de filosofía y hasta de teología.
No es lectura para “matar el rato”, quizás no lo sea para estas fechas del año y haya que esperar al otoño bien entrado o al invierno. Pero es lectura para no perdérsela. De momento yo no tardaré en volver a “En la orilla”.
Os dejo tres trocitos, dos porque tienen que ver con la educación y porque con ellos solos se podría organizar un simposio, y un tercero que tiene que ver con mi pobre memoria. No está mal tomarse algunas cosas con un poco de chirigota.

“No sabemos lo que guardará la memoria. La cabrona memoria: un guardia municipal que dirige el tráfico a su antojo, que da paso a los vehículos a su arbitrio, sin tener en cuenta las necesidades circulatorias de la ciudad; o que a lo mejor se comporta con esa apariencia arbitraria precisamente para guardar un orden secreto, que desconocemos, que no somos capaces de percibir”

“Una educación exigente y de mala calidad acaba siendo una bomba de relojería”


“A M. le entraban ganas de llorar. Profesores para quienes es más importante ser brillantes que verdaderos, que inhabilitan un razonamiento que no les conviene porque descubren un error intrascendente en un dato, o en una fecha. Y aprovechan para abalanzarse como buitres. Prefieren el éxito a la verdad, pero quién no.”

jueves, 27 de agosto de 2015

Chispazos

Quedan muy pocos días de este tiempo de verano, de ese sol que funde todos los colores en uno solo, de vacaciones para los grandes pensamientos, de molicie mayor o menor, de un calor que no invita a la frescura de nuevas e ingeniosas reflexiones.
Queda poco para que nos vayamos llenando del tiempo de las reflexiones profundas, de la incursión en las raíces históricas, de la búsqueda de las causas económicas y políticas, del establecimiento de las relaciones con fenómenos más amplios y globales.
Queda poco para disfrutar, sin dejar de ser socialmente correcto, del hacer de un bloguista (al menos, éste) más preocupado de la chispa sencilla (quizás simple) que de la sesuda intervención.
Así que aprovechémoslo.
Esta mañana me he cruzado con un joven grande, metido en una camiseta negra y no me he resistido a leer lo que allí estaba escrito. Mira que mis hijos me tienen dicho que lo que pone en las camisetas no es para leerlo, que hacerlo es más o menos una falta de educación. Nunca lo he comprendido, ni respetado. Mi inveterada costumbre de leer cuanto esté a mi alcance puede más que las recomendaciones de los jóvenes.
Pues bien, decía: “España es cojonuda”. Sic.
Ha encendido en mi cabeza miles de chispas, pero, al final, después de pasar por un tamiz muy ancho todos los improperios “ad personam”, se me quedaba una. ¡Habrase visto semejante declaración nacionalista! Es claro que los medios nos van a seguir bombardeaando durante algo más de un mes, con el nacionalismo catalán, el vasco no necesita presentación, del francés ni hablamos, con decir que es la patria de Nicolás Chauvin, de quien proviene el chauvinismo,… Y del español, ¿qué me decís del español? Es muy posible que allá en Bilbao (escribo en Villatomil) no sea “descarado”, pero por aquí, puedo asegurarlo, he visto hasta perros con collares de los colores de la bandera española. No muy distinto de aquellas correas de reloj que en los años sesenta se paseaban por Euskadi afirmando que eran mexicanas (verde, rojo y blanco).
Esto de los nacionalismos es muy curioso. Si le llamas nacionalista a uno de fuera es para insultarle, si es a uno de dentro para honrarle. “Ni abertzale naiz… Y a mucha honra”. Es sobre todo curioso en un mundo en el que tanta gente quisiera no haber nacido donde le ha tocado (casi ninguno de nosotros lo querría), y por eso los mozambiqueños (por decir alguien) atraviesan un continente entero de naciones para llegar a “otro sitio”; o los “desplazados” sirios atraviesan Grecia, Macedonia, Serbia, Hungría, en busca del Norte. ¿Serán ellos nacionalistas?
“España es cojonuda”. Sic
Esta mañana recuperaba, una vez más, textos cantados por Georges Moustaki. Un hombre nacido en Alejandría (Egipto), en el seno de una familia judeo-griega originaria de la isla de Corfú, criado en un ambiente multicultural (judío, griego, italiano, árabe y francés) un cantautor políglota (principalmente en francés, pero también en griego e inglés, y, ocasionalmente, en alemán, árabe, español, italiano, portugués, yiddish y hebreo).
Ese hombre se presentaba “Avec ma gueule de métèque, de juif errant, de pâtre grec” (Con mi jeta de “meteque”, de judío errante, de pastor griego → “meteque” es un extranjero domiciliado en la ciudad, protegido por la ley, y sometido de manera general a las mismas obligaciones militares y fiscales que los ciudadanos, sin estar admitido, sin embargo, en la ciudadanía)
El cantaba:
“Je ne sais pas où tu commences
Tu ne sais pas où je finis”
(Yo no sé dónde comienzas tú.
Tú no sabes dónde acabo yo).
A falta de mejores antídotos y por si es posible aún huir de la estupidez, he colocado en mi habitación una foto de mis abuelos paternos. La única que tengo. A él nunca lo conocí (tampoco a los maternos); a ella la llamaba abuela. Quizás fuera fruto de la represión del nacionalismo franquista que en Sestao, en los años cincuenta no hubiera amamas. Quizás, simplemente, siempre fue así en Sestao. Ella había nacido en Sestao. Él era oriundo de Lechedo. Muy cerquita de aquí, de donde escribo. Burgalés, vamos.

Y, acabo, con otra de las chispas que ha brotado ante la camiseta del joven y que tenía que ver con la educación. Pregunta: ¿en educación la inclusión excluye todo lo no incluido?

No os volváis locos con la pregunta, ni en la búsqueda de una respuesta, por favor. Disfrutad de este tiempo tan breve ya.