Dice Villalobos, Celia, que “en todos los ámbitos de la
sociedad hay personas que son corruptas”. Y ya está. Claro. ¿Cómo no iba a haberlas
en el ámbito de la
política? Todavía más, ¿cómo no iba a haberlas en el ámbito de su partido?
Es significativo cómo determinadas personas lo tienen
asumido. Aunque sepan y lo digan, que juegan con dinero público, o sea, con tu
dinero y el mío, cuyos montones decrecen a medida que crecen los suyos. Digo
que es significativo porque, parece, le salió espontáneamente, a las primeras
de cambio, cuando se encontró con otro político, uno de esos que (de momento)
clama contra la corrupción.
Siempre suelo decir lo mismo, así que quizás me lo hayáis
oído: ¡cuánto me hubiera gustado que me hubieran corrompido, haber tocado un
poco de ese dinero en negro que dicen que abunda, o, al menos, que alguien lo
hubiera intentado! Pero nunca, nadie, lo intentó.
El por qué es muy sencillo. Para que te corrompan hace
falta estar en de determinados lugares, lugares caracterizados todos ellos por
el poder y la posibilidad de decidir sobre cuestiones que mueven dinero.
Recuerdo, con pena y con nostalgia, que ni siquiera,
cuando era profesor, me ofrecieron un viaje al Caribe por decidir como texto de
clase el texto de una determinada editorial. También ahí hacía falta que la
decisión produjera un cierto flujo de dinero.
¡Lástima! ¡Podría estar yo ahora “montado en el dólar” y
no mirando cada euro que entra para ver cómo se puede retenerlo un rato en la
cuenta propia sin que se vaya a todo meter a otras cuentas.
A ver si en la próxima legislatura afloran más
corrupciones (de las que han existido o siguen existiendo, no nuevas). A ver si
en la próxima legislatura le “meten mano” a la cartera de unos cuantos, antes
de meterlos a ellos en la cárcel. A ver si… No seamos excesivamente pesimistas.
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