miércoles, 30 de abril de 2014

La chica que llevaba una pistola en el tanga

La chica que llevaba una pistola en el tanga de  Nacho Cabana

Premiada (Premio L'H Confidencial 2014) y recomendada en los círculos blogueros, en los que recolecto títulos interesantes de novelas recién publicadas, creo que se trata de una novela inmadura.

A Nacho Cabana (a quien no conozco) le queda mucho camino por recorrer en esto de la escritura.

Es una novela “sucia”, de tráfico y prostitución de menores. Truculenta, a veces. Es una novela de buenos y malos, de héroes y villanos, con moraleja final y happy end (demasiado happy).

Desde la elección del título ya, es un ejemplo nítido de lo que no es una novela negra (al menos tal como yo la entiendo). Aquí hay “policías y ladrones”. Aquí no hay ni poderes políticos, económicos, religiosos, sociales, ni análisis de nuestra sociedad, ni, casi, ciudadanos.

Esta es una novela policíaca, que se decía cuando yo era joven, un thriller, que creo que se dice ahora.


Y, como resulta que el submundo de la prostitución, y más la infantil, me resulta tan ajeno y el mundo del poli heroico tan lejano, (ya tengo suficiente con Coronado), la novela no me ha enganchado. Ha sido, simplemente un ligero pasatiempo (para un par de tardes de verano al sol). Un pasatiempo de estilo rápido, cercano al teatro o al guión de cine de acción.

viernes, 25 de abril de 2014

Más escenas (in)cívicas

Ahí van otras tres escenas (in)cívicas (o sea, que suceden en la ciudad, en cualquier ciudad).
Hace unos días me crucé con un conocido. Venía caminando como si alguien le persiguiese. Pero tuvo tiempo de parar y soltarme:
- Chico, en menos de medio kilómetro me he saltado seis semáforos en rojo. Oye, ¿por qué los semáforos no se dan cuenta de que vas con prisa y se ponen verdes cuando te ven llegar?
Y, reanudando ya su acelerada marcha, tuvo tiempo de dejarme esta reflexión:
- ¿A ti te ha sucedido alguna vez haber llegado a un semáforo que estaba en verde? … y ¿sin necesidad de correr para no perderlo?

Me contaba el otro día una señora que todos los días va a trabajar y que el jefe no le paga lo que le debe desde hace un par de meses.
- Pues, no vayas a trabajar – le dije yo.
Su respuesta fue demoledora:
- Si falto al trabajo, el jefe me puede echar, el despido es procedente, me quedo sin ninguna indemnización, no tengo derecho al paro… y ya veré si cobro alguna vez lo que me debe.

 “No compres en los chinos. Defiende el comercio local… bla, bla, bla”
Necesitaba tinta para mi impresora. Como HP tiene unos cartuchos originales que cuestan una pasta, me fui a un comercio de mi barrio a comprar una “tinta compatible”. Me pidieron 23 euros. Me pareció tan caro que busqué en otro comercio del barrio, en el que anuncian mucho ahorro porque allí recargan los cartuchos. En este segundo me indicaron que el cartucho que yo llevaba (para saber lo que debía comprar) era el original de HP y que ya había sido recargado anteriormente en el primero de los comercios citados (cosa que yo ya no recordaba). Me pidieron 19 euros por rellenarlo… y me daban un poco más de tinta.

Así que me fui a la tienda de los chinos. Allí me dieron un cartucho de tinta compatible. No hacía falta que yo dejara mi cartucho original. Me pidieron 7´50 euros. ¿Adivináis dónde compré?

martes, 22 de abril de 2014

Twist

Acabo de terminar "Twist", de Harkaitz Cano
Tres amigos empiezan a militar en ETA. Dos de ellos cometen un atraco y deben huir a Iparralde. El tercero será detenido y  torturado hasta que confiesa (“se chiva”) dónde están los otros dos. Con esa información un “comando” de la ultra derecha (GAL), los secuestra, los asesina y hace desaparecer sus cadáveres.

El que queda vivo es el que va contando la historia, su historia (no la del hecho aislado), marcada para siempre por lo sucedido.
La novela me ha gustado poco. Creo que le sobra buena parte y que a veces se vuelve farragosa e, incluso, pretenciosa. Sin embargo, hay en ella retazos de verdadero interés humano y sociológico (si pueden separarse).

Os dejo un par de frases que me han llamado la atención:

“A partir de cierta edad, la abundancia de libros puede empezar a ser exasperante”.


“La ley es semejante a una tela de araña: sólo atrapa a los insectos pequeños”

lunes, 21 de abril de 2014

Más Gabriel García Márquez

Esta segunda entrada sobre García Márquez está separada de la anterior para que no nos confundamos. Aquí, salvo la elección del cuento no hay nada mío. El que quiera leer un cuento de Garcçia Márquez aquí tiene uno que yo leía en mis clases y  que me gusta mucho. Ahí va:

Algo muy grave va a suceder en este pueblo


Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde:
-No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.
Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan.
El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice:
-Te apuesto un peso a que no la haces.
Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta:
-Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo.
Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá o una nieta o en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice:
-Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.
-¿Y por qué es un tonto?
-Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.
Entonces le dice su madre:
-No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen.
La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero:
-Véndame una libra de carne -y en el momento que se la están cortando, agrega-: Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado.
El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice:
-Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas.
Entonces la vieja responde:
-Tengo varios hijos, mire, mejor déme cuatro libras.
Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor.
Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice:
-¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?
-¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!
(Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.)
-Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.
-Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor.
-Sí, pero no tanto calor como ahora.
Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:
-Hay un pajarito en la plaza.
Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito.
-Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.
-Sí, pero nunca a esta hora.
Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.
-Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy.
Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen:
-Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos.
Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.
Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:
-Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa -y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.
Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando:

-Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca.

Gabriel García Márquez

Aunque sé que esta entrada no la publicaré en el blog hasta dentro de unos días, la escribo este viernes (viernes santo).
Hoy hemos recibido la noticia de la muerte de Gabriel García Márquez. Lo primero que me ha venido a la memoria ha sido que hubo un ramillete de párrafos entresacados de “Cien años de soledad” que utilicé durante años, para que mis alumnos se ejercitasen en el análisis de las oraciones compuestas.
Luego he recordado los momentos amenos que pasé con dicha novela, pero también que no fue sino al cuarto o quinto intento cuando la leí casi de un par de tiradas. Las tres o cuatro anteriores acabaron antes de llegar a la cincuentena de páginas. Sencillamente, no podía con ella.
Si insistí en leerla fue por la conjunción de dos factores muy independientes: de un lado, la confianza en que no podía estar equivocada la opinión unánime de muchísima gente que la situaba entre lo mejor de la novela en español. Alguno –había leído yo- decía que era la segunda novela en importancia dentro de la historia de la literatura en español, sólo por detrás del Quijote.
De otro lado, yo había comprado aquella novela. Creo que en una edición muy barata y con el descuento de no sé qué feria del libro. Debía ser consecuente y fiel a mi principio de que lo que se compra se usa, hasta amortizarlo.
No podía, pues, dejar de leerla. Y nunca me arrepentiré de haberme sido fiel.
He leído alguna otra cosa de García Márquez. Entre ellas “Relato de un náufrago”, que también utilicé en mis clases.
Ahora, desde hace varios meses, en el “recipiente” de mi e-book duerme, en espera de ser leída, “La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada”.

Mi homenaje a Gabriel García Márquez consistirá en adelantarla en la lista hasta colocarla en la línea de salida. Me encontraré con ella en cuanto acabe de leer lo que tengo entre manos.

martes, 15 de abril de 2014

Señal en blanco


El viajero, que llegó hasta aquí desorientado porque, sin duda, tomó mal un cruce y se fue por la carretera que no debía, no sabe dónde se encuentra, ignora qué hay más allá de la señal.
Quizás encuentre uno de esos pueblos a los que algún “demócrata descerebrado” ha decidido privar de su nombre, porque la nomenclatura no le gusta. Pero, es improbable porque dichos sujetos acostumbran a dejar en el lugar la grafía que a ellos les gusta.
Quizás está llegando a un lugar en el que sus moradores dejan la puerta abierta a que cualquiera pueda encontrarse en su pueblo y ellos no obligan a nadie a llegar a un pueblo de nombre desconocido y vecinos dispuestos a tratarle de foráneo, de extranjero. Tampoco es muy probable, porque estaríamos más allá del espejo, en el cuento, en el sueño.
Quizás está llegando a un pueblo “blanco”, donde todo está en ese estado antes de mancharse y le esperan para que participe con ellos de su semana de vacaciones. El estado de las casas que se veían a lo lejos no hablaba, sin embargo, de cuidado, blancura, sino de esas medias tintas que nos hacen hombres y no ángeles.
Sólo sé que me perdí (no demasiado), que nos perdimos, que por allí no se iba, pero llegar hasta allí y, desde allí, volver al lugar de partida y meta fue bonito.



El camino es lo bonito, aunque en el pueblo estaba la fuente.










Y al final, la cerveza y el chorizo.

EL BASKET

Las chicas de Txutxi han subido de categoría. No es que yo haya seguido exhaustivamente su curso baloncestístico. Pero sí que me he informado regularmente de los resultados que cosechaban y, los últimos partidos, le he tenido al míster colgado del washapp. Bueno, pues el último sábado antes del partido le mandé un mensaje en el que le decía que recordara a sus jugadoras que se divirtieran. (Dicen que no fue así).
Era un mensaje breve, de esos que se usan ahora, rápidos, concisos, sin explicaciones. Pero, puedo asegurar que sí había una razón, una razón muy “meditada” durante muchos años y desde muchas circunstancias: jugador, animador (porque a entrenador no llegaba aquello que yo hacía), espectador, y aficionado.
A basket se puede jugar por dos razones. Ni una más. Digan lo que digan. Se puede jugar por dinero o por diversión. Varían las palabras utilizadas. Al dinero se le puede llamar poder, posición social, …; a la diversión se le puede llegar a llamar compromiso o vocación. Pero, si uno no saca poder, dinero, de ello, sólo puede jugar porque le gusta, porque lo pasa bien, porque ahí se encuentra a gusto, porque en él se sabe importante, querido, necesitado,…
O sea, como la vida misma. Por eso es tan importante el basket. No la NBA, que ahí se juega por dinero, guste o no guste, se divierta uno o no. Aunque haya alguno que pueda decir aquello de: “si, además de lo bien que lo paso, encima me pagan…”
Y, después de aprenderlo en el basket, (o al mismo tiempo) la vida me ha hecho aprender lo mismo: se vive por dinero o por diversión; se hacen las cosas por dinero o por diversión. Y cuando alguien dice que se sacrifica para hacer algo, cuando alguien dice que está haciendo cosas que no le reportan gusto ni dinero, entonces la melodía no me suena bien.

Quizás la música no sea mi fuerte.

lunes, 7 de abril de 2014

El huevo de oro, de Donna Leon


El hampa, los bajos fondos, los barrios marginados, no suelen aparecer en las novelas venecianas de Donna Leon. Sus “crímenes” son crímenes “domésticos”, sin amputaciones, sin golpes, sin esa violencia omnipresente en las habituales novelas negras (muy negras, cada vez más negras). Nada de suciedad tipo “lamparón”. Mucha suciedad, pero tenue, sin estridencias.

Leer a Donna Leon suele ser un especie de soplo de aire fresco en medio de la densidad, entre una literatura compacta. Sus obras son ligeras, que no insustanciales; sencillas, que no simples; fáciles y amenas, que no intrascendentes; populares que no populacheras.

Así es “El huevo de oro” que acabo de leer muy a gusto.
Ahí van dos citas, muy enganchadas entre sí:

“El tesorero de un partido roba trece millones de euros y la clase política está medio histérica por culpa de la inmigración ilegal… - dijo Brunetti con voz cansina.”

“- La semana pasada estaba en un bar y dos personas que había delante de mí se pusieron a hablar precisamente de eso: de los trece millones. Una de ella, una mujer que al menos tenía diez años más que yo, posó la taza en el platillo y dijo una única palabra : “Bombas” […]
La mujer que iba con ella le preguntó qué quería decir y la otra le contestó que la única manera de deshacerse de ellos era poner una bomba en Montecitorio (la sede de la cámara de los diputados italianos) y matarlos a todos. […]

La otra, de la misma edad, parecía muy sorprendida y dijo: “Pero eso destrozaría el edificio, y es tan bonito” Y eso, Claudia, es lo que la clase medio opina del Parlamento."

miércoles, 2 de abril de 2014

El aire acondicionado



Hay noticias que te lo ponen tan fácil, tan a huevo, que da hasta un poco de vergüenza comentarlas. Te entra una especie de ternura que lo que pide es más bien acunar, acariciar a los participantes en ella y no hacer sangre con nadie.

Decía esta mañana el periódico que los adolescentes vascos han suspendido en la prueba de Pisa que mide la capacidad de resolver problemas prácticos.

Por no saber no saben ni cómo manejar el aire acondicionado.

Y yo, esta mañana, me imaginaba a mis ex-compañeros de fatiga, aun hoy en activo, llegando a clase con el insulto en la boca:

- Burros, que sois unos burros, que no sabéis ni cómo se pone el aire acondicionado.

No es su estilo. El insulto no les sale con facilidad, pero hoy la indignación debía de escapárseles por todos los poros.

Y luego me imaginaba al tonto-tonto o al tonto-bueno, que, mientras levantaba la mano para pedir su turno de voz, y antes de que nadie se la diera, le decía al profe:

- Profe, pero es que en mi casa no hay de eso. Yo no lo he visto nunca.

Angelito.

Menos mal que la noticia no acababa ahí. No. La secretaria de Estado de Educación, Doña Montserrat Gomendio, la "número dos" del Ministro José Ignacio Wert, ya tenía el diagnóstico claro, el principio de la solución: “España precisa un cambio radical de metodología docente”, ha dicho. "Nuestro país necesita un cambio radical de métodos docentes para que los alumnos no sólo memoricen, sino que apliquen los conocimientos a tareas prácticas complejas". La culpa es de la memorización como metodología docente.

Yo no tengo, ni he tenido nunca, una visión global del trabajo docente en este país. Si de algo hemos pecado los docentes es de no poner en común con facilidad nuestros problemas y los caminos emprendidos para solucionarlos. En muchos casos hemos sido islas que buscan.

Lo que sí puedo afirmar es que en la Escuela en la que yo traté de educar, la memorización no era una de las metodologías más usadas. No puede, pues, ser la causa de casi nada. Recuerdo que en mis últimos tiempos una de las preguntas que nos hacíamos era cómo resituar, cómo volver a dar la importancia que tiene a la memoria en el terreno de la Escuela. Porque éramos conscientes de que la habíamos perdido de vista más de lo aconsejable.

Dicen las malas lenguas (o sea mi imaginación) que la Sra. Gomendio, off the record, (si hay algún error, recordad que yo soy de francés) ha dicho, por lo bajinis:

- El caso es que yo tampoco sé poner el aire acondicionado. Y en mi casa sí que hay, pero me lo ponen.

No en vano es la mujer más rica del actual Gobierno. En su declaración jurada de alto cargo manifestó tener propiedades por valor de 14,5 millones de euros.

Y le seguimos pagando un sueldo.



¡Qué somos más buenos!