El director de la policía
francesa decide crear una brigada nueva. Así que:
—Capestan, los hemos metido a todos en el mismo tarro porque
necesitábamos aislarlos. No hay quien haga carrera de ustedes y, más
concretamente, resultan in-de-se-a-bles. No quiero a ninguno en medio de una
investigación oficial.
—Nos hace parecer peores de lo que somos, no tenemos nada que sea tan
espantoso —protestó Capestan antes de que el recuerdo de su propio palmarés le
obligase a rectificar el tiro—. En lo que a mí se refiere, lo admito —añadió—.
Pero los demás no son…
—¡Están ustedes ahí únicamente
porque no podemos echarlos!
Pero, esa brigada tenía que demostrar que servía
para algo.
Y ahí, de esa forma, da comienzo
una investigación con unos personajes “deliciosos”, con un ritmo tranquilo,
pero continuo, con todos los ingredientes de una buena novela policial. No creo
que se trata de una novela “negra”, pero ¿qué importa?
La novela va creciendo, con una
prosa fluida, bien trabada, de bella confección y con momentos de un gran
sentido del humor. Yo, que no soy dado a ello, confieso que he soltado,
incluso, alguna carcajada.
Antes de que esta entrada suba al blog, yo ya he empezado a leer la segunda entrega de la brigada.