viernes, 31 de julio de 2020

La brigada de Anne Capestan

Agradable descubrimiento el de Sophie Hénaff y el de la brigada de Anne Capestan.

El director de la policía francesa decide crear una brigada nueva. Así que:

—Capestan, los hemos metido a todos en el mismo tarro porque necesitábamos aislarlos. No hay quien haga carrera de ustedes y, más concretamente, resultan in-de-se-a-bles. No quiero a ninguno en medio de una investigación oficial.

—Nos hace parecer peores de lo que somos, no tenemos nada que sea tan espantoso —protestó Capestan antes de que el recuerdo de su propio palmarés le obligase a rectificar el tiro—. En lo que a mí se refiere, lo admito —añadió—. Pero los demás no son…

 —¡Están ustedes ahí únicamente porque no podemos echarlos!

Pero, esa brigada tenía que demostrar que servía para algo.

Y ahí, de esa forma, da comienzo una investigación con unos personajes “deliciosos”, con un ritmo tranquilo, pero continuo, con todos los ingredientes de una buena novela policial. No creo que se trata de una novela “negra”, pero ¿qué importa?

La novela va creciendo, con una prosa fluida, bien trabada, de bella confección y con momentos de un gran sentido del humor. Yo, que no soy dado a ello, confieso que he soltado, incluso, alguna carcajada.

Antes de que esta entrada suba al blog, yo ya he empezado a leer la segunda entrega de la brigada.


martes, 21 de julio de 2020

Corazones negros


He empezado a ver en algunas de esas  listas, que no cesan de salir en los medios,  el nombre de  Noelia Lorenzo Pino: joven, mujer, autora de novela negra y vasca.
Demasiadas “recomendaciones” como para dejarlo pasar.  Así que acabo de leer “Corazones negros”, tercera entrega de la serie Chassereau & Macua. La cuarta entrega ya lleva un tiempo (creo) en las librerías.
La geografía (Zarautz, Erandio, Getxo, Bilbao, …) nos es muy próxima y el clima (lluvia casi constante) muy conocido. Los investigadores pertenecen a la ertzaintza.
Pero ninguna de esas realidades es significativa en la novela: podría haber discurrido en cualquier lugar de la geografía y en cualquier circunstancia climática. Los investigadores podrían formar parte de cualquier policía.
Lo cierto es que la escritura es casi siempre vulgar, los diálogos banales y el argumento manido. Además, el relato se le va de las manos no pocas veces.
A su favor que es una novela ágil, que no requiere ningún esfuerzo del lector y que, admitido todo lo del párrafo anterior, es entretenida.
O sea, si se me permite la comparación, es como una cerveza con gaseosa: en determinados momentos refresca y, tomada en determinada terrazas, puede favorecer un rato agradable

domingo, 12 de julio de 2020

Los testamentos


Dice la propia Margaret Atwood que “antes de poner las palabras sobre el papel, sin embargo, Los testamentos se escribió en parte en la imaginación de quienes previamente leyeron El cuento de la criada  y se preguntaban qué había ocurrido después del final de aquella novela”.

Pero esta vez, como ya conocemos Gilead, el impacto de su lectura es mucho menor. Me ha parecido que esta “continuación” es algo así como una novela de aventuras en el marco de una distopía, en la que ya se profundiza muy poco. Como si ya no hiciera falta seguir ahondando (o muy poco) en los trazos negativos de la sociedad.

Los testamentos está bien escrita, no pierde su interés ni un cierto suspense y es ágil, amena, sencilla, a pesar (o quizás precisamente por ello) de que el relato se estructura sobre la visión de tres narradores distintos que se van solapando.

Me ha parecido una buena novela, sin la repercusión o el “ruido” de “El cuento de la criada”. A los que leísteis “El cuento” y a los que estéis interesados por las lucha de las mujeres os resultará entretenida.

Os dejo un par de citas:

Así se justificaba la existencia de las Criadas:
“Cada una ocupaba su lugar en Gilead, cada una cumplía su papel a su manera, y todas éramos iguales a los ojos de Dios, pero algunas teníamos unos dones que eran distintos de los dones de otras, decía Tía Lise. Si los diversos dones se confundían y todas intentábamos desempeñar todos los papeles, sólo podía acabar en caos y en perjuicio de la sociedad. ¡No había que pedir peras al olmo!”
Así justificamos muchas existencias.

Y, sólo como curiosidad, a ver si os suena: “Tenían fotos de cuando eran bebés, cientos de fotos. Esos chavales apenas podían eructar sin que un adulto los enfocara con la cámara y les pidiera que volviesen a hacerlo; como si viviesen la vida dos veces, una de verdad y la segunda para la foto”.
Yo tengo más fotos de mi última nieta que ella días vividos.