Dice la propia Margaret Atwood que “antes de poner las palabras sobre el papel,
sin embargo, Los testamentos se escribió en parte en la imaginación de quienes
previamente leyeron El cuento de la criada
y se preguntaban qué había ocurrido después del final de aquella novela”.
Pero esta vez, como ya conocemos Gilead, el
impacto de su lectura es mucho menor. Me ha parecido que esta “continuación” es
algo así como una novela de aventuras en el marco de una distopía, en la que ya
se profundiza muy poco. Como si ya no hiciera falta seguir ahondando (o muy
poco) en los trazos negativos de la sociedad.
Los testamentos está bien escrita, no pierde su
interés ni un cierto suspense y es ágil, amena, sencilla, a
pesar (o quizás precisamente por ello) de que el relato se estructura sobre la
visión de tres narradores distintos que se van solapando.
Me ha parecido una buena novela, sin la
repercusión o el “ruido” de “El cuento de la criada”. A los que leísteis “El
cuento” y a los que estéis interesados por las lucha de las mujeres os
resultará entretenida.
Os dejo un par de citas:
Así se justificaba la existencia de las
Criadas:
“Cada
una ocupaba su lugar en Gilead, cada una cumplía su papel a su manera, y todas
éramos iguales a los ojos de Dios, pero algunas teníamos unos dones que eran
distintos de los dones de otras, decía Tía Lise. Si los diversos dones se
confundían y todas intentábamos desempeñar todos los papeles, sólo podía acabar
en caos y en perjuicio de la sociedad. ¡No había que pedir peras al olmo!”
Así justificamos muchas existencias.
Y, sólo como curiosidad, a ver si os suena: “Tenían fotos de cuando eran bebés, cientos
de fotos. Esos chavales apenas podían eructar sin que un adulto los enfocara
con la cámara y les pidiera que volviesen a hacerlo; como si viviesen la vida
dos veces, una de verdad y la segunda para la foto”.
Yo tengo más fotos de mi última nieta que
ella días vividos.
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