Hace
tiempo, no sé muy bien por qué, que tenía ganas de leer a Doris Lessing. He
leído su “El quinto hijo” y sigo sin saber por qué.
Evidentemente
escribe bien. El relato es ágil, fácil de seguir, sencillo.
Pero,
sus personajes, suficientemente descritos, me resultan muy extraños; el
ambiente en el que se mueve la novela (Inglaterra, años 70) aunque pueda ser
cercano, no tiene ninguna relación con el mío; lo que sucede no me ha resultado
atractivo, no ha despertado en mí ningún interés.
Luego, he buscado y leído algunas reseñas críticas, fundamentalmente por la sorpresa que a mí mismo
me ha causado esta falta de interés. Todas le dan mayor importancia de la que a mí me
ha parecido que tiene, mayor carga de profundidad de la que yo adivino (aunque
puestos a especular con lo que uno lee, podemos condenar a Caperucita por
mal trato animal): el tema de la maternidad, el miedo de la mujer a dar a luz a
un monstruo, la felicidad de la familia, …
A mí
me parecen excesivas todas estas derivaciones de la novela. Con lo que se
demuestra, una vez más, que las lecturas (y los lectores) de una misma novela
pueden ser muy lejanas entre sí. Y no pasa nada por el hecho de que así sea, si uno no tiene que aprobar un examen y debe dejar contento al examinador.
Doris
Lessing es premio Nobel de literatura (1988) y jamás diré yo que se lo dan a
cualquiera, sin ninguna razón propiamente literaria. Pero, sí puedo decir que
hay muchos Nobel de literatura que no me interesan nada o casi nada.