miércoles, 27 de junio de 2018

La ciudad de la lluvia


Después de una mañana de piscina la tarde se ha metido en lluvia. Así que la climatología me ayuda a no llegar tarde en el comentario de “La ciudad de la lluvia” de Alfonso Del Río (o sea, antes de que ya no leáis mi blog porque se ha acabado el curso y antes de que hayáis cerrado el cupo de vuestras lecturas de verano). Porque ésta es una novela de verano. En el mejor y en el peor de los sentidos.
Si no os ponéis en plan muy exigente, si no te importa que haya cientos de detalles que nada aportan al discurrir de la narración y la alargan innecesariamente…
Si no os importa que esté plagada de ingenuidades, de “lugares comunes” e incluso con algún “disparate” narrativo, …

Si no os molesta que sea un popurrí de géneros: romántico, de aventuras, histórico, de espías, policíaco (que no negro), cómico, astracano, …
Si no sois exigentes con el principio de verosimilitud, ese que dice que las cosas que se cuentan en una novela no tienen por qué ser reales, pero deben ser verosímiles (posibles) ….
Si os conformáis con que el autor sea bilbaíno, con que la acción nos lleve por las calles (y las inundaciones) del Bilbao de 1983, con que uno de los personajes protagonistas sea un futbolista del Athletic,…
Si os olvidáis un rato del lector crítico que lleváis dentro, … podéis pasar un rato agradable, o sea, perder el tiempo de forma amable. Y, de paso, recordad que el tiempo, el que tenemos cada uno, nunca se gana, siempre se va perdiendo.
Bueno, que leer esta novela puede ser tan agradable como comerse una hamburguesa en un mcdonald, una pizza en algún chiringuito de la costa o beberse una cerveza en la sombra de una terraza al sol.
Y recordad cuando el tabaco estaba presente por doquier, incluso en un autobús abarrotado o en la consulta de un médico.
Os dejo, eso sí, una perlilla, para que no todo sea ligero:
“- El fútbol – dice el futbolista – aúna el sacrificio del deporte, la estrategia de una batalla y la nobleza de una…
- Alguien debería recordarte que solo eres un tío que se pone en calzoncillos para pegar patadas a un balón, muchacho”.

jueves, 21 de junio de 2018

Suite francesa


Irène Némirovsky escribe Suite Francesa en 1943, poco antes de morir (parece porque el escrito aparece en una maleta suya recuperada años más tarde). Muere en Auswitz, en el campo de concentración al que le llevan por su condición de judía.
La obra iba a constar de cinco partes y sólo llegó a escribir dos de ellas.
La primera hubiera sido suficiente para que mereciera la pena leerla.
Con una ironía sutil a veces, o con palabras directas y duras, otras veces, con un amplio dominio de la psicología humana, en medio de unas descripciones del medio ambiente escritas con gran belleza, Irène Némirovsky no deja títere con cabeza entre los franceses: sean de la ciudad o del campo, de las clases altas o de las bajas, son presentados como unos simples, ridículos, individualistas, amorales o directamente inmorales, clasistas.
Es eso lo que le hace decir a uno de sus personajes:
“Cada clase social debía llevar algún signo distintivo que evitara los malentendidos, como cada artículo lleva su precio en una tienda”
Y a otro:
“¡Con lo que yo he visto, Dios mío! Puertas cerradas a las que se llamaba en vano para pedir un vaso de agua, refugiados saqueando casas,… Y en todas partes, en lo más alto y lo más bajo, el caos, la cobardía, la vanidad, la ignorancia… ¡Ah, qué grandes somos!”
Irène Némirovsky dejó algunos apuntes de lo que quería escribir. En ellos opina así de otro de sus personajes
“Corte era uno de esos escritores cuya utilidad se puso de manifiesto de forma espectacular en los años que siguieron a la derrota. No tenía igual a la hora de encontrar fórmulas decentes para adornar las realidades desagradables. Ejemplo: el ejército francés no ha retrocedido, se ha replegado. Besar las botas de los alemanes es tener sentido de la realidad. Tener espíritu comunitario significa acaparar productos para el uso exclusivo de unos cuantos”.
Novela muy agradable, sobre todo en su primera parte que se lee muy fácil.

miércoles, 20 de junio de 2018

Lola


Esta semana he comprado un libro. En una librería. En papel. La culpa la ha tenido Lola López de la Calle, que ha escrito una novela: “Melocotones de viña”. La compra ha sido un pequeño homenaje a ella y a la posibilidad de que alguien llegue a novelista.
Conocí a Lola y sus casi primeros escritos (que yo sepa) hace una porrada de años cuando ambos empezábamos a frecuentar un taller de escritura. Durante algún tiempo formamos parte de un pequeño grupo al que llamábamos “kedada literaria”, que de vez en cuando – cada vez más de vez en cuando- nos reuníamos a tomar una cerveza y leernos algo de lo último que habíamos escrito.
Yo sabía que ella (y alguna otra más) había seguido en el empeño de mejorar su forma de escribir y en el de llegar a publicar algún día. Yo lo dejé en el momento en que descubrí que escribir era muy duro, excesivamente costoso y me quedé en esta especie de sucedáneo que es el blog.
Cuando lea la novela la comentaré aquí, claro. Pero hoy eso no es lo más importante. Poco a poco me he ido haciendo una idea de lo que significaba escribir una novela. Para hacerlo uno necesita primero tener una buena historia y luego paciencia, perseverancia y disciplina.
Para escribir una buena novela, además, se necesita “chispa”: imaginación, dominio del lenguaje, inspiración.
Para convertirte en novelista, es necesario que alguien te la edite. Y eso ya no depende de ti.
Me alegro de que todo esto le haya podido pasar a Lola. Y espero alegrarme un día por haber leído su novela. Pero eso será en otra entrada.

miércoles, 6 de junio de 2018

Binti, La tentación del perdón, y La vegetariana

Voy dejando de un día para otro hacer un pequeño recuento de lo último que he leído Así que ahí va: “La vegetariana” de la coreana Han Kang, “Binti” de  Nnedi Okorafor,  escritora estadounidense de origen nigeriano , y “La tentación del perdón” de Donna Leon, que no necesita presentación en este blog.
Las tres novelas tienen en común el hecho de estar escritas por mujeres. Dos de ellas tienen una temática común: la búsqueda de la libertad por parte de una mujer y la reacción que provoca en su mundo, un mundo que debe reaccionar ante lo distinto.
Nada más en común.
Con la novela de Donna Leon no he podido. Me he esforzado. He llegado a la página 100, pero me estaba comiendo el aburrimiento. Hasta esa página es sosa, muy sosa. No ocurre nada (o casi) que saque de su rutina a Brunetti, no hay ninguna belleza en su escritura simple, ningún suspense, ninguna (o casi) crítica,…
Binti es una “novelita” muy corta o un cuento muy largo. Pero había leído un par de referencias de Nnedi Okorafor que la situaban en la cumbre de la ciencia ficción actual y esta novela tenía un premio Hugo  y un Nébula (que son de los más importantes en ciencia ficción). Hacía mucho tiempo que yo no tocaba ese “palo” y me apetecía.
Si la leéis, no vais a perder el tiempo. Tampoco os va a aportar nada especial. Yo buscaré alguna otra cosa de esta autora porque lo que sí ha hecho es abrirme el apetito.
Y, por último, “La vegetariana” . Extraña, bella, impactante, inquietante. Esta sí que merece la pena.