jueves, 26 de noviembre de 2020

Un amor

 


No es fácil reseñar con brevedad “Un amor” de Sara Mesa.

Natalia escapa de su vida en la ciudad para “refugiarse” en el campo y allí, en pocos meses, descubre que: “Esperar a un hombre al que apenas conoce como una perra en celo, bañar a una vieja medio loca, dormir sola con la única compañía de un perro al que todavía tiene que atar por las noches. ¿Qué tipo de vida ha elegido? ¿Ese era el fin de toda su supuesta rebeldía?”

Vuelve a reincidir en un estilo de existencia en la que nadie se entiende. El mismo estilo que está presente en cualquier ámbito: ciudad o campo. Nada varía. O poco.

“- Aquí, en este sitio, nadie entiende a nadie.

- Bueno, eso pasa en todos lados”.

Y es que, el que quiere escapar no deja de ser él mismo.  “- Cuando tú agarras algo, ya estás pensando en agarrar otra cosa.”

Volvemos a ese estilo que juega con la insinuación y las zonas de sombra, a ese  universo inquietante y enigmático, definido por unas normas propias que apelan a las relaciones de poder entre los distintos personajes y una violencia sórdida, latente, siempre a punto de estallar, de los que yo hablaba en “Cuatro por cuatro”.

Volvemos a la relación de sometimiento-dominación de “Cicatriz”, a la amargura de “Un incendio invisible”, a la “ingenuidad imposible” de “Cara de pan”.

O sea, Sara Mesa en su pura esencia. Novela corta de muy largas reflexiones. De las que se lee en un boleo y puede perdurar “ahí adentro” durante mucho tiempo.

No es fácil una reseña breve y yo ya no estoy para extensiones. Es más fácil leerla.

sábado, 21 de noviembre de 2020

Un tío con una bolsa en la cabeza

 


 “Esto va de un tipo que se asfixia con una bolsa en la cabeza. Un tío solo, amarrado, que piensa mientras se muere porque es lo único que puede hacer: pensar. Manda cojones. La sinopsis de la novela menos vendida del año. ¿Investigando mi propio asesinato? Pues sí, porque esto es un asesinato. Está claro”

“En vez de contar con salvarme ya sólo toca este sucederse de imágenes y recuerdos […] que lo repasa todo y me cuenta a mí mismo lo que soy, lo que fui, lo que durante tanto tiempo no he querido saber que era”.

“Un tío con una bolsa en la cabeza”, de Alexis Ravelo, es una novela de fácil lectura y de tema muy trillado ya: la corrupción de los políticos.

Mantiene a lo largo del relato un cierto suspense y tiene la “rareza” de estar narrada en primera persona por alguien que está siendo asesinado.

Quizás esto último es lo que da una cierta validez, un cierto interés porque el autor va a necesitar un giro final que le proporcione la justificación debida al hecho de que el asesinado nos traslade sus últimos pensamientos, que son, por otra parte, el resumen de su vida y de la investigación del crimen que se está cometiendo. Complicado, pero atractivo.

Eso y la visión de la corrupción desde el propio corrupto.

Por lo demás, el género está pidiendo que alguien le meta un revolcón. Me parece.

Una frase de la novela para recordar:

“Nadie que no sea un miserable moral desea el poder”.

miércoles, 11 de noviembre de 2020

Ya no quedan junglas adonde regresar

 


-“Ayer hablé con mi hijo, el mayor. No sé por qué le llamé. Supongo que necesitaba contarle a alguien la mierda que es hacerte viejo. ¿Y sabes lo que me contestó? Que pensara en la vida interior ¡La vida interior! A su madre se le debió caer de los brazos cuando era bebé y no me lo dijo. Princesa, un Soberano para mí y lo de siempre para éste. ¿Cuándo cojones vas a beber algo que prohíban los médicos?”

¿Cada vez hay más viejos protagonizando “novela negra” o cada vez los veo más, como cuando la embarazada ve cada vez más embarazos por la calle?

“Ya no quedan junglas adonde regresar,“ de Carlos Augusto Casas, trata de cómo se llega a “sentir el gratificante efecto analgésico de la venganza”, de cómo llega a ser posible que tu amigo exclame:

- “Joder, Gentleman, eres un asesino… la madre que te parió, qué envidia.”.

Para llegar hasta ahí, crece en mí la impresión de que estoy en medio de una especie de competición de escritores por ver quién es el que tiene el “malo” más cruel, sanguinario, inhumano, descerebrado, … A veces tengo la impresión de estar en una de aquellas películas o novelas del Oeste en las que había más muertos que personajes, todos ellos con varios agujeros entre el pecho y la cabeza.

Por mucho que a las formas se les intente añadir un fondo de denuncia explícita de las muchas corrupciones y de los muchos “bancos” de corruptos que deben existir por ahí.

“Ya no quedan junglas…” no aporta nada nuevo. Es, simplemente, una novela “de fácil consumo” (entrecomillado porque la expresión no es mía).

viernes, 6 de noviembre de 2020

No es un río

 

“No es un río” de Selva Almada es una de esas novelas que me provocan una gran pereza para escribir sobre ellas, para reflexionar en o desde ellas, Provoca tal cantidad de reflexiones, obliga de tal forma a ordenar el pensamiento, … Pero habrá que ser diligente porque la novela lo merece.

“No es un río” parece uno de esos ejercicios que se hacen para aprender a redactar: de este párrafo que acabas de escribir, elimina todo lo que pueda sobrar porque no hace falta para la comprensión de lo que quieres expresar. De ahí su brevedad. Y, entonces, “destripar” una novela así, llenar de palabras lo que está dicho sucintamente, pero sin dejarse nada, parece un “pecado”.

“No es un río” es ejemplo de las novelas con las que trato de entablar un diálogo post-lectura a base de leer cosas sobre ellas. Casi nunca leo casi nada sobre la novela que comienzo, para que no dirijan mi pensamiento. Pero, después, hay muchas novelas sobre las que leo lo que otros han escrito. Permitidme aconsejaros un post de María Elvira Woinilowicz, en “página12.com”. Merece, y mucho, la pena. Lo tenéis aquí

“No es un río” es “el cierre de una trilogía "de varones" junto con El viento que arrasa y Ladrilleros”, que ya están reseñados en este blog.

Os apunto sólo algunas notas para animar vuestra lectura: la profundidad de los personajes, con sólo un par de pinceladas y unos muy breves diálogos; las relaciones entre los hombres y las mujeres, destacando el carácter sanador de éstas; el hilo cronológico que se extiende al antes y al después de la anécdota que da pie al relato; la poesía de su escritura; …

“No es un río”, de Selva Almada, no os defraudará.