El último asunto del año
que acaba es mucho más complejo, más difícil y, de momento, me conformo con
ordenar un poco el magma de ideas, datos, y reflexiones que se han acumulado
durante los últimos meses, provenientes de conferencias, lecturas, blogs, videos,
conversaciones… que no he sido tan precavido como para recoger de forma más o
menos ordenada. Me basta hoy con trazar algunas líneas de reflexión y algunas
preguntas a las que habrá que responder.
Son ya muchas las voces
que dicen que podemos pensar que es posible una sociedad en la que el trabajo
nos lleve muy poco tiempo o, incluso, nada.
Para ello serán necesarias
dos condiciones ineludibles:
La cantidad de productos
disponibles no deberá disminuir. Lo que, dicho de otra manera, significará que
la productividad por unidad de trabajo deberá crecer exponencialmente. Ahí
están la robótica, la informática, la Inteligencia Artificial…
Los hombres y las mujeres,
por el hecho de serlo, tendremos acceso a cuantos bienes necesitemos, deseemos
o soñemos, Es el tema de la Renta de Garantía Universal, realmente universal.
Y hay muchas voces que
dicen que ambas cosas son hoy posibles, o en un mañana muy cercano. Y, que, por
tanto, aquella vieja utopía de una sociedad sin trabajo necesario y obligatorio
empieza a poder estar a la vuelta de la esquina.
Y cuando llego aquí se
abre el abismo: el abismo de una sociedad sin trabajo. Y empiezan las
preguntas. Muchas y muy importantes:
¿Cómo nos vamos a definir?
A nivel personal y a nivel social, nos venimos definiendo como aquello en que
trabajamos: somos el electricista, el carpintero, el policía o el profesor. Y,
ahora mismo, soy el jubilado, el que ya ha dejado de trabajar. ¿Quién voy a ser
cuando no haya trabajo para nadie? ¿Cómo voy a conocer a mi vecino?
Si nuestros niños no se
van a preparar para trabajar y nos sobra una gran cantidad de horas de
educación universitaria, pos secundaria, secundaria e, incluso, parte de
primaria, ¿qué hacemos con nuestros niños?
Si la renta es universal,
¿esos vagos van a cobrar lo mismo que yo, que aún me mantengo en el trabajo?
¿En qué emplearemos todo
el tiempo libre que nos va a quedar?
(Lo que sigue, al hilo de
lo que vengo escribiendo, sí que es una reflexión ya vieja y un asunto de los
“fáciles”: si el tiempo que no trabajamos es el tiempo libre, el que trabajamos
es el tiempo esclavo… y que cada uno saque las conclusiones que quiera).
Y, de momento, no hay nada
más. Tendré que seguir con el asunto. Apasionante y determinante de la vida de
nuestros hijos y nietos. No menos que el del cambio climático.