viernes, 26 de abril de 2019

Los colores del incendio


En el período de entreguerras asistimos a una terrible venganza, fina y sutil, de una gran exquisitez literaria.
En ella, podemos leer escenas jocosas (no perderse la visita del joven Alphonse a las dos mellizas, primas de la protagonista, Madeleine); críticas directas a los políticos, la prensa, la gran industria, la banca, … en las que uno se pregunta si algo habrá cambiado desde entonces; análisis del funcionamiento del capital (impuestos y evasiones); y una buena parte  del discurrir histórico de un tiempo cercano a la Segunda Guerra Mundial, con el trasfondo del auge del fascismo en Alemania y la “respuesta” francesa al mismo.
“Los políticos estaban tan desprestigiados que los votantes no les prestaban oídos ni cuando decían la verdad”.
“Charles ordenó estudiar todas las medidas existentes para controlas las declaraciones (fiscales) y castigar a los evasores.
- Esto es un queso gruyer – concluyó tras dos semanas de examen”.
“En resumen, el escándalo se fue diluyendo poco a poco y unos meses más tarde quedó en nada: los bancos ingleses y suizos prosiguieron su actividad, que ni siquiera se había ralentizado, y los contribuyentes más modestos continuaron pagando proporcionalmente más que los privilegiados”.
Y todo ello salpicado de un elenco de personajes secundarios que merecerían una historia propia cada uno de ellos:
Paul, el hijo de Madeleine con una historia trágica a sus espaldas; Charles, el tío, político que vive siempre a costa de alguien; sus “encantadoras” hijas para las que no encuentra pretendiente, y su mujer (“lo burra que podía llegar a ser era increíble”).
André, periodista capaz de hacer la necrológica de un entierro en el que no había estado: “Aquel joven tenía dos cualidades indispensables para el oficio de periodista: ser capaz de explayarse sobre un tema del que no sabía nada y describir un acontecimiento al que no había asistido”
Leonce, la esposa que causa sensación precisamente “porque no parece una esposa”.
Vladi, la nurse polaca que no habla francés, ni aprenderá una sola palabra, porque lo que mejor sabe hacer no necesita de las palabras.
Solange “la Gallinato”, auténtica diva de ópera que comete más faltas de ortografía que palabras escribe.
El anarquista que ayudará a Madeleine a consumar su venganza como si de cualquier trabajo se tratara.
Y otros.
Con todos ellos Pierre Lemaitre escribe una historia que no te deberías perder: Los colores del incendio

miércoles, 17 de abril de 2019

Finlandia




Que se me perdone la chapuza de fotos, pero...

Hace más de 16 años lo que tuvimos que oir, lo que teníamos que aprender, lo que teníamos que ver. Y hasta fuimos (fueron los jefes) de visita… porque no se podía perder semejante oportunidad para mejorar nuestro trabajo educativo.



Quince años después… tenemos que agradecer que aquel sistema tuviera también su pequeña cuota de fracaso escolar. Por lo menos unos 400.



Ya sé de mi desfase “histórico” al identificar los educandos del 2003 con los votantes del 2019. Pero, posiblemente no haya desfase "filosófico" alguno en la moraleja: ya entonces algunos no nos fiábamos y la única postura sana ante las autoridades oficiales es la de la desconfianza.

jueves, 4 de abril de 2019

Se me ha inflado el bolígrafo


A veces a uno se le inflan los bolígrafos y tiene que descargar tinta. Y entonces es cuando descubre-recuerda que aún no ha cerrado su blog (cosa que viene dejando para mañana desde hace un tiempo) y que ¿hay algo mejor que un blog para largar de forma incontenida (la famosa incontinencia verbal), irresponsable y absolutamente inocua? Bueno, sí. Existen el diario de sesiones de algún lugar sagrado, la entrevista en los pasillos de esos lugares, las tribunas que ya se preparan,… Pero todo ello está fuera del alcance del bolígrafo inflado.
O sea: viene la portavoz del PP en la Diputación Permanente del Congreso (pocos lugares tan sagrados) y dice que va a votar que no a la ampliación de los permisos de paternidad porque ellos están de acuerdo con que los ciudadanos los tengan, pero debe ser su máximo dirigente quien los conceda después del 28A.
Es decir: mire, usted yo pienso así, pero voy a votar que no porque he descubierto que estoy de acuerdo con ud. y ud. no me gusta.
Y esto podría haber ocurrido con cualquier otro portavoz de cualquier otro grupo en cualquier otro asunto. ¡Chiquillos! Es el comportamiento típico de un adolescente: dime lo que te parece a ti para hacer lo contrario.
Y digo yo: para chiquillos nosotros que permitimos que sigan en puestos de decisión cuando lo lógico sería que les diésemos un par de guantazos (figurados, literarios… es una metáfora, hombre). Y les pagamos. Muy bien,
A propósito del asunto ese de las tomas de decisiones, recuerdo que hace un par de días estuve en un grupo de viejos que se quejaba porque nos han retirado de los lugares de decisión, porque “ya no pintamos nada”. Los viejos.
Pregunté entonces y pregunto hoy. Y no busco la respuesta porque me parece muy sencilla y ya en este lugar “irresponsable” (que es mi blog) no necesito hacer investigaciones profundas y correctas. Pregunté: ¿cuál es la edad media de los 5 hombres y mujeres más ricos de España?, ¿de los banqueros?, ¿de los presidentes de  compañías del IBEX?, ¿de los directores de los grandes medios de comunicación?, ¿de los obispos?, ¿de los generales?, … Quizás en cualquiera de esos grupos yo no estaría “fuera de edad”. (En todo lo demás estoy fuera)
Pero es que con los viejos nos está pasando como con cualquier otro colectivo discriminado que se precie de tener que reivindicar sus derechos. Ya no hay mujeres “malas”, ni homosexuales (trans…) “malos”, ni negros “malos”, ni gitanos “malos”, ni… Pertenecer a un colectivo discriminado quita más culpas que el bautismo.
Que nadie sospeche que en las entrañas de mi bolígrafo hay la menor duda de que todas esas discriminaciones están ahí. Pero hay “malos” que son mujeres, que son homosexuales, que son negros, que son gitanos, que son emigrantes,.. que son viejos.
Que el 28A no nos pille desprevenidos.