En el período de entreguerras asistimos
a una terrible venganza, fina y sutil, de una gran exquisitez literaria.
En ella, podemos leer escenas jocosas
(no perderse la visita del joven Alphonse a las dos mellizas, primas de la
protagonista, Madeleine); críticas directas a los políticos, la prensa, la gran
industria, la banca, … en las que uno se pregunta si algo habrá cambiado desde
entonces; análisis del funcionamiento del capital (impuestos y evasiones); y una
buena parte del discurrir histórico de
un tiempo cercano a la Segunda Guerra Mundial, con el trasfondo del auge del
fascismo en Alemania y la “respuesta” francesa al mismo.
“Los
políticos estaban tan desprestigiados que los votantes no les prestaban oídos
ni cuando decían la verdad”.
“Charles
ordenó estudiar todas las medidas existentes para controlas las declaraciones
(fiscales) y castigar a los evasores.
- Esto es
un queso gruyer – concluyó tras dos semanas de examen”.
“En
resumen, el escándalo se fue diluyendo poco a poco y unos meses más tarde quedó
en nada: los bancos ingleses y suizos prosiguieron su actividad, que ni
siquiera se había ralentizado, y los contribuyentes más modestos continuaron
pagando proporcionalmente más que los privilegiados”.
Y todo ello salpicado de un elenco de
personajes secundarios que merecerían una historia propia cada uno de ellos:
Paul, el hijo de Madeleine con una
historia trágica a sus espaldas; Charles, el tío, político que vive siempre a
costa de alguien; sus “encantadoras” hijas para las que no encuentra
pretendiente, y su mujer (“lo burra que
podía llegar a ser era increíble”).
André, periodista capaz de hacer la
necrológica de un entierro en el que no había estado: “Aquel joven tenía dos cualidades indispensables para el oficio de
periodista: ser capaz de explayarse sobre un tema del que no sabía nada y
describir un acontecimiento al que no había asistido”
Leonce, la esposa que causa sensación
precisamente “porque no parece una esposa”.
Vladi, la nurse polaca que no habla
francés, ni aprenderá una sola palabra, porque lo que mejor sabe hacer no
necesita de las palabras.
Solange “la Gallinato”, auténtica
diva de ópera que comete más faltas de ortografía que palabras escribe.
El anarquista que ayudará a Madeleine
a consumar su venganza como si de cualquier trabajo se tratara.
Y otros.
Con todos ellos Pierre Lemaitre escribe una
historia que no te deberías perder: Los colores del incendio