Uno había llegado a suponer que no
podría escuchar-leer mayores dislates (la ocasión merece semejante palabra) de
la boca-pluma de los políticos. Salvando, claro está, la espera siempre atenta
al próximo trabalenguas del señor Rajoy. Que de él siempre hay más que esperar.
Y hete aquí que hace un par de días,
en medio de una (dicen) enorme ola de calor, “el consejero de Sanidad de Madrid
recomienda hacer abanicos de papel contra el calor en las aulas”. ¡Qué
maravilla! y ¡qué ocasión perdida!
Si además de ser consejero de Sanidad
lo hubiera sido de Educación (o hubieran trabajado los dos en equipo) ésta era
la ocasión de proponer una unidad didáctica que implicara activamente a todos
los departamentos de las escuelas (públicas).
El departamento de lengua podía haber
profundizado en el lenguaje de los abanicos, en la literatura sobre el abanico,
la aparición e importancia del abanico en la poesía amorosa…; al departamento
de ciencias muy bien le podía tocar encargarse de la relación entre la
velocidad de movimiento y el enfriamiento del aire, o de la resistencia del
aire al movimiento; el departamento de sociales podía estudiar la relación
entre el uso del abanico y las clases sociales y hasta hacer su historia en el
tiempo; los de arte podían haberlos coloreado,…
¡Qué grandísima ocasión perdida!
¡Cómo no se le ocurrió!
Quizás la poltrona y el aire
acondicionado de su despacho de trabajo (y de su casa) hayan ablandado la
capacidad educativa, la imaginación creativa y las ganas de trabajar en algo nuevo que no esté en los libros, del
consejero. ¡Una lástima!
Si podéis llegar hasta ella, os
recomiendo la "Carta de una profesora al consejero madrileño de Sanidad sobre
los abanicos” publicada en la Tribuna Abierta de eldiario.es.
Y, como de disparates se trata, esta
apostilla:
Hoy vuelve a ser primera página en
los periódicos ese concejal de Bilbao que ha privado definitivamente de mi voto
a su partido. Aquel que proclamó que cualquier vecino de esta ciudad puede
cerrar una cafetería. El que multiplicó mi poder ejecutivo hasta límites que
nunca hubiera sospechado. Recordad, si queréis, mi entrada en este blog del
19/11/2016 (“Aquí llama un vecino y te cierra un local”).
Pero, antes de ver el periódico, yo
ya me había acordado de él, de él y de… A la una de la madrugada, primero, a
las tres, después. La culpa era de que mi escasa insonorización y la ligereza
de mi sueño (de viejo) no están preparadas para compartir ciudad con esos
energúmenos que salen del bar-pub que hay debajo de casa, Esos sí que tienen
poder. Cuando ellos quieren yo me despierto, como si fuera una llamada militar
a diana.
Bueno, ahora está muy preocupado con
el peaje de los coches por la ciudad. Esta vez sí que voy a agradecérselo.
Sobre todo si consigue que las carreteras queden libres para que podamos
circular los peatones, porque las aceras no son ya para nosotros, sino para
todas esas terrazas que, estoy seguro, pagan religiosamente los impuestos de
los que cobra el ínclito concejal.