miércoles, 26 de octubre de 2016

La chica miedosa que fingía ser valiente muy mal

Acabo de leer “La chica miedosa que fingía ser valiente muy mal” de @Barbijaputa (ésta es la autora)
Copio de la presentación de la novela: “@BARBIJAPUTA es una de las tuiteras feministas más conocidas en la Red. Con más de 200.000 seguidores, se dedica cada día a analizar la actualidad desde un punto de vista crítico y con un humor cáustico poniendo en evidencia las taras sociales y el sexismo en el que todavía se encuentra inmerso nuestro mundo. Es colaboradora habitual de eldiario.es y de otros medios digitales.”
Ya venía yo necesitando algo así. Se trata de una novela diferente. Por supuesto, quiero decir: diferente de las que habitualmente leo yo. Y eso no le quita ni un ápice de amenidad, de agilidad y de una buena dosis de mala uva.
No es una novela romanticona, como podría haberme imaginado, ni tontorrona, ni bobalicona, ni se acerca para nada a las sombras de Grey.
Me ha parecido una más que interesante radiografía de una parte de la juventud (la juventud de mis hijos), que no ha tenido problemas de trabajo y, por tanto, se ha podido “emancipar” (palabra que muchas veces no significa más que: antes dependías de la familia, ahora dependes de la Empresa), y con la emancipación han llegado formas “nuevas” (no tan nuevas, no nos creamos) de enfrentarse a las relaciones personales, al sexo, a la amistad,… a llevar una casa, incluso.
Quiero destacar la presencia de “secundarios” enormemente valiosos y hasta dignos de convertirse en protagonistas de otras novelas: ese compañero de piso, majísimo, que piensa que vive solo, esa “artista del maquillaje” capaz de vengarse desde su trabajo de quien le hace trabajar, esa amiga que se enamora “mal”…

Mi crítica no hace más que apuntarse a  ese montón de buenas críticas que la novela ha cosechado.

lunes, 24 de octubre de 2016

Un minuto solidario

Primero me ha saludado educadamente y me ha llamado “caballero”. Después, tuteándome ya, me ha dicho:”¿Tendrías un minutín?”.
Así: “minutín”. Vamos un minuto pequeño, de los que ni siquiera llegan a los 60 segundos.
Casi me pone en un aprieto porque yo no sabía si de esa medida de tiempo me quedaba alguno o no, pero, en cuanto le he visto la carpeta, he despachado la situación con un: “No, buenas tardes”, que no ha hecho falta ni medio minutín.
Y es que todas las carpetas son iguales. Las ONG de este país han debido unificarlas (lo mismo que los “uniformes” de sus cuestadores pagados –muy mal, por cierto por lo que yo sé), De esa forma les saldrá más barato encargar un montón de una sola vez y conseguir buenos descuentos.
No sé de qué ONG se trataba hoy. No me ha dado tiempo a verlo (que los minutines son muy cortos), pero la semana pasada puedo dar testimonio de que fui asaltado (tal como suena) por tres diferentes en un lapso de tiempo no superior a un par de horas (y me dio tiempo para hacerme una ecografía en el entretanto): AECC (Asociación Española Contra el Cáncer), Aldeas Infantiles y ACNUR.
Posiblemente andaban “calientes” después de los reportajes de Jordi Évole. Tanto que, sólo a su calor, soy capaz de comprender aquella maravillosa petición de uno de ellos: “¿tiene un minuto solidario?”. De esos tampoco tenía. Pero, su imaginación estuvo a punto de que me lo inventara.
Las calles de Bilbao me dan la sensación de haberse poblado de una nueva clase de mendigos. Y están consiguiendo que, al menos yo, me inmunice contra esa sensación que, todavía hoy a veces, me recorre cuando me acosan ideas sobre lo injusto de este mundo, lo desigual de las situaciones que nos han tocado vivir porque sí, la irresponsabilidad de nuestro consumo, la necesidad de soluciones ya,… Sensaciones de exceso de comodidad, de falta de compromiso. Sensaciones con las que posiblemente hay que vivir, con una cierta mala conciencia y a las que hay que dar respuestas desde ángulos bien distintos a esa conformista entrega de unos euros al mes.

Esperemos que no consigan adormecernos del todo.

domingo, 23 de octubre de 2016

Halloween

A sabiendas ya de por dónde van a discurrir los próximos derroteros de la política nacional, me imagino las redes plagadas de paralelismos entre Halloween y el próximo gobierno. Lo han puesto tan fácil…
Así que me evitaré forzar la imaginación para encontrar el mejor y más ingenioso de ellos.
Me queda la necesidad de no dejarme en el tintero un par de reflexiones-deseos que, con todos los indicios que ya había de lo que iba a pasar, se iban sumando en mi interior a la rabia de que esto sucediera.
El primero tiene que ver con el PSOE. No me gustaría nada que se deshiciera, que se fuera al traste, que se desintegrara, como algunos están ya vaticinando. Al contrario, más allá (¿y al margen?)de Susana, de Felipe, o de Sánchez, debe encontrar su sitio, que seguro que lo tiene, allí donde lucha de clases, política y organización se encuentran.
Que no es fácil, seguro. Que hay muchas trabas para que ocurra, igual de seguro. Pero, a mí me gustaría volver a conocer un PSOE airoso, de izquierdas, fuerte.
El segundo deseo-reflexión tiene que ver con ese Podemos bicéfalo, que no sé dónde acabará. Por un lado una cabeza incendiaria, desmanteladora de todo para crear algo nuevo; por otro, una cabeza más “tranquila”, reivindicativa a más largo plazo. Al fin y al cabo son las dos cabezas que yo (y posiblemente tú) llevo dentro. Esas dos cabezas que luchan entre la “revolución" y la “transformación”.
Su diálogo puede ser lo más fecundo que le pueda ocurrir a la política de este país, de Europa, y del resto. Pero, para ello tendrá que ser verdad que no hay personalismos, que no hay castas, que no se trata de vapulear al contrario, sino de encontrar lo mejor para todos. Y, si esas dos cabezas consiguen conciliar un diálogo que busque, sin a prioris (o con pocos, los justos) la mejor postura en cada momento, único y distinto, entonces volveré a contar con ellos y ellos conmigo.

Más no puedo ofrecer, porque no tengo.

jueves, 13 de octubre de 2016

La carne

“La carne” es la última novela de Rosa Montero. Me ha parecido de lectura ligera, fácil, sin complicaciones. Aunque el tema del que trata no sea precisamente un tema “ligero”.
La forma de relatar resulta, por momentos, muy curiosa: por ejemplo, cuando la autora no tiene ningún reparo en intervenir directamente en la acción, o cuando cita otros escritos suyos,… o cuando llega a parecer que estuviera novelando la vida de otros autores “malditos”.

No dudaría en recomendarla a casi cualquier lector, pero me parece que en especial la degustarán aquellos que, mirando al infinito, exterior o interior, se hayan dicho ya algunas veces estas palabras de la protagonista: “Ah, esas otras infinitas vidas posibles que se abrían como la cola de un pavo real en torno a nuestra existencia, todas esas modificaciones de nuestro destino que podrían haber tenido lugar con tan solo variar un pequeño detalle”.

O aquellos que, variando lo que haya que variar, se hayan visto reflejados a veces en estas otras: “Qué típico también que ella estuviera ahí adornando su caso con referencias cultas; que intentara envolver la historia en el papel de seda de las comparaciones literarias, cuando la cruda realidad era que ella, una mujer mayor, estaba allí comprándole regalos a su puto”.

martes, 11 de octubre de 2016

No, gracias

Pasear por Bilbao una mañana fresca y soleada de otoño me resulta muy agradable. Más si es a primera hora (las diez, por ejemplo) de la mañana.
Así que hoy he aprovechado una revisión rutinaria en el hospital para hacerlo.
Imposible imaginar las veces que he dicho “no, gracias”. Tantas que creo que las últimas he puesto mala cara, voz nada amable y me he visto a punto de encararme con alguno de los sujetos a quienes me dirigía.
La cosa empieza en las entradas y salidas del metro. Individuos cada vez menos jóvenes intentan que les cojas uno o dos papeles (que inexorablemente van llenando las papeleras de alrededor). Son gente que está trabajando. Supongo que por menos de “tres pelas”. Me imagino que no encuentran otro trabajo.
Y por ello siempre me dejan ese poso de: ¿qué me cuesta cogérselo y que acaben y cobren cuanto antes? Y me tengo que repetir que no quiero participar en semejante “desastre ecológico” (por la cosa del papel) ni ser cómplice de tal desmán contra quienes son (deberían ser) iguales a nosotros.
Pero hoy éstos eran los menos. En Bilbao había una cuestación de Cruz Roja a beneficio de no sé quién o quiénes. Y allí había adolescentes de ambos sexos disfrazados de “cruzados”, adolescentes que, supongo, se habían saltado sus clases (o sea, su trabajo diario) para ser solidarios, para sacar una buena nota en reli o en ciudadanía, o para pasar una mañana diferente.
Y había señores disfrazados de traje y corbata, señoras muy puestas disfrazadas de “mira qué guapa me he puesto”, cocineros disfrazados de cocineros haciendo sus cocinillas delante de un político al que se le veía del disfraz.  Había incluso un motero, disfrazado de motero. Todos tenían en común una hucha y unas tiras de pegatinas. Y algo más posiblemente
A todos ellos les he tenido que decir, porque soy educado, “no, gracias”. ¿Estaban por todas partes o sólo se habían colocado para turnarse en mi camino?
Lejos de mí, voluntario por unas horas semanales en una agrupación de discapacitados (que ahora ya no se dice así, pero no sé cómo se dice para ser políticamente correcto), el emitir cualquier juicio negativo con quienes por unos momentos se hayan sentido voluntarios.
Pero, eso sí, puedo decir que tanta presencia e insistencia me ha resultado molesta. Aseguro que me han aburrido.

Y eso no está bien con un jubilado que se pasea por la ciudad en una mañana fresca y soleada de otoño.
Afortunadamente (para mí) el cartel de un hombre que pedía junto a un perro me ha arrancado una sonrisa: "alégrame el día por un pequeño detalle. Gracias"