lunes, 30 de diciembre de 2019

El abismo de una sociedad sin trabajo obligatorio


El último asunto del año que acaba es mucho más complejo, más difícil y, de momento, me conformo con ordenar un poco el magma de ideas, datos, y reflexiones que se han acumulado durante los últimos meses, provenientes de conferencias, lecturas, blogs, videos, conversaciones… que no he sido tan precavido como para recoger de forma más o menos ordenada. Me basta hoy con trazar algunas líneas de reflexión y algunas preguntas a las que habrá que responder.
Son ya muchas las voces que dicen que podemos pensar que es posible una sociedad en la que el trabajo nos lleve muy poco tiempo o, incluso, nada.
Para ello serán necesarias dos condiciones ineludibles:
La cantidad de productos disponibles no deberá disminuir. Lo que, dicho de otra manera, significará que la productividad por unidad de trabajo deberá crecer exponencialmente. Ahí están la robótica, la informática, la Inteligencia Artificial…
Los hombres y las mujeres, por el hecho de serlo, tendremos acceso a cuantos bienes necesitemos, deseemos o soñemos, Es el tema de la Renta de Garantía Universal, realmente universal.
Y hay muchas voces que dicen que ambas cosas son hoy posibles, o en un mañana muy cercano. Y, que, por tanto, aquella vieja utopía de una sociedad sin trabajo necesario y obligatorio empieza a poder estar a la vuelta de la esquina.
Y cuando llego aquí se abre el abismo: el abismo de una sociedad sin trabajo. Y empiezan las preguntas. Muchas y muy importantes:
¿Cómo nos vamos a definir? A nivel personal y a nivel social, nos venimos definiendo como aquello en que trabajamos: somos el electricista, el carpintero, el policía o el profesor. Y, ahora mismo, soy el jubilado, el que ya ha dejado de trabajar. ¿Quién voy a ser cuando no haya trabajo para nadie? ¿Cómo voy a conocer a mi vecino?
Si nuestros niños no se van a preparar para trabajar y nos sobra una gran cantidad de horas de educación universitaria, pos secundaria, secundaria e, incluso, parte de primaria, ¿qué hacemos con nuestros niños?
Si la renta es universal, ¿esos vagos van a cobrar lo mismo que yo, que aún me mantengo en el trabajo?
¿En qué emplearemos todo el tiempo libre que nos va a quedar?
(Lo que sigue, al hilo de lo que vengo escribiendo, sí que es una reflexión ya vieja y un asunto de los “fáciles”: si el tiempo que no trabajamos es el tiempo libre, el que trabajamos es el tiempo esclavo… y que cada uno saque las conclusiones que quiera).

Y, de momento, no hay nada más. Tendré que seguir con el asunto. Apasionante y determinante de la vida de nuestros hijos y nietos. No menos que el del cambio climático.

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