Termina el año con varios temas en el
candelero (en mi candelero). Algunos asuntos son tan “fáciles”, tan
evidentes y claros, que su solución “sólo” requiere medidas políticas.
Y ya sé que lo anterior es una
simplificación, pero si no simplificamos, si a cada asunto le vamos añadiendo
adherencias, conflictos personales, dudas existenciales, y componentes
sicológicos, nunca encontraremos solución. De lo cual alguien se aprovechará.
Por ejemplo, el tema de las
nacionalidades, con Cataluña como punta de lanza en este momento. Tan sencillo
como preguntar a los ciudadanos qué quieren y tirar para adelante (o sea, aquel
derecho de autodeterminación del que ya hablábamos en mi juventud, cuando lo de
la primavera de Praga, por ejemplo. Antes habrá que fijar un par de condiciones
o de reglas del juego y ya está. Y si los implicados directamente no son
capaces de hacerlo, que lo haga algún organismo internacional.
Por ejemplo, el tema de las
pensiones. Está claro que “se han disparado”, que hace falta cada vez más
dinero. ¿Y qué? Pues se saca más dinero. ¿De dónde? Del único sitio posible, de
donde se sacan todos los dineros para gastos públicos, de los impuestos. Que no
hay suficiente … se aumentan.
Eso sí, primero se pilla a todos los defraudadores
que se olvidan de Hacienda cuando les toca apoquinar, luego se eliminan todas
las “desigualdades a la inversa” (eso de cuanto más tengo menos pago), y por
fin se suben los impuestos… de manera
progresiva. Realmente progresiva. Todo lo demás son dar vueltas y más vueltas,
promocionadas por quienes van a tener que pagar más o por quienes de benefician
del fraude y las privatizaciones.
Me llega ahora a la memoria la
propaganda y el casi asedio que tuvimos que padecer nuestra generación, cuando
éramos jóvenes, porque era – decían … los bancos y los suyos – casi imposible
que hubiera pensiones dignas para todos y, por consiguiente, teníamos que
hacernos planes de pensiones privados, que, además, reducían la imposición
fiscal. (Esto, jovenzuelos, no tiene nada de nuevo, es tan viejo como nuestras primeras
inquietudes por las pensiones de jubilación, allá por los 80).
Recuerdo mis cálculos de entonces.
Más o menos, dedicándoles la mitad de mi sueldo durante treinta años, luego me
llegaría para vivir de la pensión unos poquitos años. Claro que yo no podía
dedicarles la mitad de mi sueldo: estaba
la hipoteca, la luz, la comida, los hijos, … y hasta ir al cine. Así que podía
dedicar ¿un 5%? Y ya sólo me quedaba pensión para la décima parte de “unos
poquitos años”. Que no es casi ninguno.
Pues ahí están los bancos y sus
planes de pensiones intentando volver a engañar a nuestros jóvenes. Lo tienen
difícil, porque encima los jóvenes ganan menos de lo que ganábamos nosotros
entonces.
Y estas reflexiones valdrían para la
sanidad pública-privada, la escuela pública-privada y para algunas otras cosas
semejantes. Todo eso que debemos privatizar según … ¿Según quiénes? Pues nada
más fácil. Según aquellos a los que sus patrimonios o sus sueldos se lo
permiten; según aquellos que tienen negocios privados que van a beneficiarse,
porque no sólo tendrán menos impuestos sino que además tendrán más razones para
desgravar, Vamos según “los mismos de siempre”.
Vosotros sabréis si os dejáis engañar.
Volvamos al principio. Esos son
problemas “fáciles”. Luego, además, el año acaba con dos asuntos que me parecen
mucho más complejos.
De uno de ellos no diré nada. No me
atrevo a hablar del cambio climático. Me parece que para hablar de esto hacen
falta otros “sabios”, que muestren los caminos “fáciles” que hay que andar.
Mi única propuesta clara es la que
dice que tenemos que dejar un planeta habitable, en las mejores condiciones que
nunca haya conocido, para que vivan en él nuestros hijos y nuestros nietos y
los nietos de nuestros nietos.
Me queda otro asunto complejo, pero
de él escribiré en otro momento.
No se me olvida: Feliz Navidad
No hay comentarios:
Publicar un comentario