miércoles, 25 de diciembre de 2019

Termina 2019




Termina el año con varios temas en el candelero (en mi candelero). Algunos asuntos son tan “fáciles”, tan evidentes y claros, que su solución “sólo” requiere medidas políticas.
Y ya sé que lo anterior es una simplificación, pero si no simplificamos, si a cada asunto le vamos añadiendo adherencias, conflictos personales, dudas existenciales, y componentes sicológicos, nunca encontraremos solución. De lo cual alguien se aprovechará.
Por ejemplo, el tema de las nacionalidades, con Cataluña como punta de lanza en este momento. Tan sencillo como preguntar a los ciudadanos qué quieren y tirar para adelante (o sea, aquel derecho de autodeterminación del que ya hablábamos en mi juventud, cuando lo de la primavera de Praga, por ejemplo. Antes habrá que fijar un par de condiciones o de reglas del juego y ya está. Y si los implicados directamente no son capaces de hacerlo, que lo haga algún organismo internacional.
Por ejemplo, el tema de las pensiones. Está claro que “se han disparado”, que hace falta cada vez más dinero. ¿Y qué? Pues se saca más dinero. ¿De dónde? Del único sitio posible, de donde se sacan todos los dineros para gastos públicos, de los impuestos. Que no hay suficiente … se aumentan.
Eso sí, primero se pilla a todos los defraudadores que se olvidan de Hacienda cuando les toca apoquinar, luego se eliminan todas las “desigualdades a la inversa” (eso de cuanto más tengo menos pago), y por fin se  suben los impuestos… de manera progresiva. Realmente progresiva. Todo lo demás son dar vueltas y más vueltas, promocionadas por quienes van a tener que pagar más o por quienes de benefician del fraude y las privatizaciones.
Me llega ahora a la memoria la propaganda y el casi asedio que tuvimos que padecer nuestra generación, cuando éramos jóvenes, porque era – decían … los bancos y los suyos – casi imposible que hubiera pensiones dignas para todos y, por consiguiente, teníamos que hacernos planes de pensiones privados, que, además, reducían la imposición fiscal. (Esto, jovenzuelos, no tiene nada de nuevo, es tan viejo como nuestras primeras inquietudes por las pensiones de jubilación, allá por los 80).
Recuerdo mis cálculos de entonces. Más o menos, dedicándoles la mitad de mi sueldo durante treinta años, luego me llegaría para vivir de la pensión unos poquitos años. Claro que yo no podía dedicarles  la mitad de mi sueldo: estaba la hipoteca, la luz, la comida, los hijos, … y hasta ir al cine. Así que podía dedicar ¿un 5%? Y ya sólo me quedaba pensión para la décima parte de “unos poquitos años”. Que no es casi ninguno.
Pues ahí están los bancos y sus planes de pensiones intentando volver a engañar a nuestros jóvenes. Lo tienen difícil, porque encima los jóvenes ganan menos de lo que ganábamos nosotros entonces.
Y estas reflexiones valdrían para la sanidad pública-privada, la escuela pública-privada y para algunas otras cosas semejantes. Todo eso que debemos privatizar según … ¿Según quiénes? Pues nada más fácil. Según aquellos a los que sus patrimonios o sus sueldos se lo permiten; según aquellos que tienen negocios privados que van a beneficiarse, porque no sólo tendrán menos impuestos sino que además tendrán más razones para desgravar, Vamos según “los mismos de siempre”.
Vosotros sabréis si os dejáis engañar.
Volvamos al principio. Esos son problemas “fáciles”. Luego, además, el año acaba con dos asuntos que me parecen mucho más complejos.
De uno de ellos no diré nada. No me atrevo a hablar del cambio climático. Me parece que para hablar de esto hacen falta otros “sabios”, que muestren los caminos “fáciles” que hay que andar.
Mi única propuesta clara es la que dice que tenemos que dejar un planeta habitable, en las mejores condiciones que nunca haya conocido, para que vivan en él nuestros hijos y nuestros nietos y los nietos de nuestros nietos.
Me queda otro asunto complejo, pero de él escribiré en otro momento.
No se me olvida: Feliz Navidad

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