Tengo un título universitario que acredita que hice
estudios de Sociología (y los aprobé). Un par de veces o tres (no más) ejercí
de sociólogo. Muchas más veces he opinado (algunas de ellas, supongo que con
criterio y un buen razonamiento detrás) sobre temas de actualidad.
La actualidad, y lo que ella implica respecto a los
centros de interés, el tipo de fuentes utilizadas en su análisis, y las conclusiones
a las que dicho análisis llega, es lo que, a mi modo de entender, distingue a
un sociólogo de un historiador: Los análisis que yo pude hacer en los años 90
del siglo pasado, hoy son material para los estudios de historia. Y de nada
sirve la historia si no es para contribuir a la lectura, comprensión,
interpretación y mejora de la actualidad.
Viene toda esta introducción a cuento de un pequeño
rifirrafe que servidor ha montado en la web “Otxarkoaga.es”.
Hace pocos días apareció allí un texto, “El problema
escolar en Otxarkoaga marginalidad y educación durante el desarrollismo”,
firmado por Íñigo López Simón, que nada me hubiera interesado (o muy
poco) a no ser porque se presentó en un simposium de historia contemporánea
(¿sociología?), por alguien que se decía historiador (y por lo tanto
científico) y porque versaba sobre un barrio que me toca (Otxarkoaga) y una
parcela en la que me he movido durante muchos años, tantos que forma parte del
nombre con el que se presenta este blog (la educación).
Así que lo leí y, a medida que crecía mi
indignación, mi cabeza se iba calentando. Y ahí llegó el rifirrafe. El que
quiera puede acudir a la web mentada.
Pero, al margen del calentón, hay un par de asuntos
que me parece interesante recoger y destacar.
La historia (y la realidad sociológica) se puede
falsear porque lo que cuenta no es verdad; porque lo que se cuenta, siendo una verdad
chiquitita y personal (individual) se engrandece y universaliza, como si fuera
la única verdad; o porque algunas partes de dejan sin contar.
Esta historia de Otxarkoaga, la que aparece en el texto
(tan erudito como pare presentarlo en un simposium) es falsa. No es éste el
lugar para desvelar cada falsedad, pero voy a traer un ejemplo. Algo que se ha
dicho muchas veces de Otrxarkoaga.
El autor trae a colación las palabras de un vecino
nacido en 1962, que trascribe así: “El
aula era un caos […] De los 40 y tantos que éramos en mi clase quedamos 15. Los
otros 30 se han muerto. O droga, o atracos o cosas de esas. De 45 quedamos 15.
Todos han salido delincuentes.”
Según el autor la cita sale de una entrevista
realizada el 14/02/14. O sea, si este vecino salió de la Escuela en 1976 (con
14 años), han pasado 39 años Fiar un estudio a la memoria de un individuo (uno)
después de 38 años…
Pero hay más. Quiero entender que lo de la droga,
los atracos,…las muertes se habrían producido ya para 1988 (elijo esta fecha
porque hay datos contrastados), cuando aquel vecino contaba con 26 años.
En los años de la primera mitad de los 60 en
Otxarkoaga nacieron en torno a los 600 niños. En cinco años nacerían 3000. Como
sólo quedaba una tercera parte de ellos, en 1988 debería haber 1000 jóvenes
entre 25 y 29 años. Los datos estadísticos hablan de 1752.
Y la diferencia entre los que nacieron y los que
seguían vivos en el barrio se explica mucho mejor por algo tan natural como que
los jóvenes se independizaban y se marchaban a vivir fuera porque allí no había
sitio. Eso explica mejor la diferencia que las muertes (que las hubo) y los que
se convirtieron en población reclusa (que también los hubo).
Y hay otro asunto más: no es irrelevante que la
historia se falsee. Y menos cuando abunda en alguno de los clichés que marcaron
la fama (y la lana) del barrio. Por ello pedía yo a esa web mayor firmeza y
claridad para desenmascarar lo que no es cierto. No podemos escondernos,
arrebujarnos en una falsa neutralidad: todo el mundo no tiene derecho a decir
lo que quiera… sin que se le conteste.
Y, si todo el mundo tiene derecho a pensar ( o a no
pensar) y a decir o escribir, yo tengo derecho a no prestarle mis instrumentos
de difusión, porque además de ser míos, lo son (o deberían serlo) también de
los que van a ser minusvalorados, menospreciados, … quizás vejados.
Los calentones deben servir para pensar después.
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