Como una
invitación más a continuar con la línea de reflexiones que surgían en mi
entrada última, ayer, sábado, el Correo titulaba en primera plana y en letras
muy grandes: “PLANTE MUSULMÁN EN ERMUA A LAS AULAS MIXTAS PARA ADULTOS”.
Lo que
seguía no se separaba de lo que uno `puede imaginar: por un lado la comunidad
musulmana decía que si las aulas de EPA iban a ser mixtas, ellos abandonaban el
Centro de educación y pedían-exigían que las aulas volvieran a ser mixtas como
el curso anterior.
Pero, el
otro lado de la moneda, las mujeres musulmanas decían que si no podían asistir
a las clases se las condenaba no sólo a la ignorancia, sino también a quedar
encerradas en casa.
¿Quién debe
dar el brazo a torcer? ¿La comunidad musulmana? No lo va a hacer: su obediencia
religiosa a la tradición no se lo permite. ¿La Administración? No lo va a hacer
consciente de que la educación mixta es un logro en nuestra sociedad, más o
menos, secularizada.
Así que,
¿qué ocurre con las mujeres?. Pues que seguirán siendo la parte más débil del
conflicto, seguirán “pagando el pato”, seguirán sufriendo su discriminación,
etc., etc.
Situaciones
casi idénticas las hemos vivido muchas veces. Sólo algo tengo claro: el comienzo
de la solución vendrá cuando, y sólo cuando, sean, en este caso, las mujeres
musulmanas, y no la comunidad, las que tomen las riendas del problema y actúen
a su favor.
Mientras, el
otoño se nos ha echado encima y en Villatomil empieza a hacer frío. Habrá que
comenzar ya el curso 2015-16
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