No está siendo el comienzo de curso soñado. Esta
mañana hemos dado un buen “paseo” (más de 13 km. con cuestas de subida y bajada
muy pronunciadas, pero a lo largo de él he sabido que una amiga, de aquellas
antiguas amigas de Deusto, de las que casi con toda seguridad aún siguen mi
blog, tenía que enfrentarse el próximo jueves a un diagnóstico médico, que quizás
resulte duro, doloroso y desagradable.
Y esta noche leo que han muerto Ana Diosdado y Henning
Mankell.
De la primera he tenido muy pocas noticias
literarias. Creo que hace mucho tiempo leí alguna de sus obras de teatro, pero
no era santa de mi devoción.
El segundo, como sabéis, (o deberíais saber) era
conocido por su serie con el inspector de policía Kurt Wallander. Y de
Wallander me lo he leído todo. Con gusto.
El caso es que a finales de la semana pasada me
preguntaba a mí mismo si leer su última obra o no, a raíz de un artículo sobre
él en Babelia (suplemento literario de El País)
Allí se
podía leer que “el 8 de enero de 2014, de una mañana
fría y nevada, fue al hospital y tras unas radiografías le diagnosticaron un
tumor cancerígeno en el pulmón izquierdo con metástasis en la nuca. Los
siguientes diez días fueron devastadores para su ánimo. Conoció el pavor. Creyó
hundirse. Hasta que emergió con la idea de afrontar la enfermedad, de no
dejarse vencer y de contar ese duelo con la muerte desde la perspectiva de la
vida.
“Arenas
movedizas” es el título que le puso Mankell a
ese libro que reúne sus vivencias.
Parece que Mankell ha perdido el duelo. Pero, a fin
de cuentas, es un duelo al que tendremos que enfrentarnos todos y cada uno de
nosotros. Y sabemos que, antes o después, lo tenemos perdido.
No. No ha sido un buen comienzo de curso. Pero.
leeré “Arenas movedizas”. Será mi homenaje al único autor nórdico de novela
negra, que realmente ha conseguido interesarme.
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