Acabo de leer “Vertedero”
de Manuel Barea y me a gustado. Algunas partes, mucho. Tanto que ha merecido la
pena leer la novel entera.
Como cuando el
protagonista hace esta afirmación tan rotunda: “en este sitio ninguno de nosotros tiene razón de ser” (no creo que
una novela sea el lugar apropiado para matizar la influencia del “sitio” donde
uno nace y vive). O cuando dice: “porque
necesitamos comprender que las situaciones jodidas son producto de la gente, la
gente sosegada, la gente impávida y egoísta, no de unos pocos dementes, los que
se ceen que hacen labores humanitarias y creen ser buenos samaritanos y solo joden
un poco más al prójimo, un poco cada día, cada noche, como estos dos que
vienen en la fuera borda” cargada de droga.
Pero no me atrevo a
valorar el conjunto. Porque el conjunto necesita una lectura más “atenta” y continuada
que la que yo le he dedicado.
Cada vez “me tropiezo”
con mayor frecuencia con autores que parecen necesitados de experimentar con
las reglas de la construcción de un relato. Y revuelven y mezclan a su gusto
narradores, tiempos, sensaciones-hechos-pensamientos, el estilo directo y el indirecto,….
Y valorar el
resultado, entonces, no es fácil. Ni tampoco lo que a mí me interesa ya, a
estas alturas, dejada de lado cualquier vocación profesoral.
Dejo constancia, no
obstante, de que “Vertedero” se lee con mucha facilidad, sin trabas, aunque con
ciertas perplejidades que al lector (a este lector) le han hecho preguntarse a
veces: ¿ahora por dónde vamos?.
Como la vida misma.
Después de esta
novela, vuelvo a releer “Pedro Páramo”.
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