Se acaba el
verano. La mitad de los días de esta semana invitaban ya al recogimiento del
otoño o a la visión de eso que siguen llamando basket en Europa. ¿Terminarán
cambiando todos los jugadores de pista según se ataque o se defienda (como en
el balonmano), o dictando -¿quién?, porque el entrenador no lo hará- las
posiciones por el pinganillo (como en el fútbol americano) o siendo un deporte
de chupar rueda y hacer la goma (como el ciclismo).
Ya sé que
estoy mayor para tanto cambio, pero… nos van a aburrir y va a ocurrir (como en
el fútbol) que sólo importan los resultados. Cuando así sea, me contentaré con
leer los resultados finales de la jornada.
Decía que se
acaba el verano y, para los que no tenemos vacaciones, éste puede ser el
momento de recoger las “tareas del próximo curso” y ponerse a ello.
Para
empezar, este escrito.
Mañana votan
–otra vez– los griegos. Supongo que esta vez con menos esperanza, si cabe. Ya
les han dicho quién manda y cuál es su sitio. Quizás sería bueno por mi parte
recomendaros “La cara oculta del éxito económico alemán” (http://juantorreslopez.com/impertinencias/la-cara-oculta-del-exito-economico-aleman/)
Los sirios, -los
que han podido salir- andan corriendo de un lado para otro. Tiene que ser
terrible tener que marcharte de casa “con lo puesto”, sin saber a dónde.
También a ellos les están diciendo quién manda y cuál es su sitio.
El
Mediterráneo cada vez más lleno de cadáveres de gente que se hizo a la mar sin
saber nadar ni guardar la ropa…
También a
los catalanes les están advirtiendo de quién manda y dónde deben estar ellos.
Y aquí, en
el momento de recoger los frutos de la huerta, hace una tarde preciosa, con un
cielo iluminado por el sol que nada tiene que ver con el de Bilbao, con un aire
fresco que preludia fríos no muy lejanos y la “paz” de quien escribe con los
únicos ruidos del ladrido de los perros, el canto de algún pájaro y el silbido
del viento.
Hoy he
terminado de leer una novela tremenda. No sé qué otro adjetivo usar: “Te quiero
porque me das de comer” de David Llorente. Un asesino
en serie ama a aquellos a quienes literalmente se va a comer. Ni más ni menos.
Pero es que, con un estilo de narración totalmente distinto al usual (a
cualquiera de los usuales) ha hecho que me haya sentido inmiscuido en un
ambiente más que negro, negrísimo.
La
descripción –si hay alguna descripción- de Carabanchel (el distrito de Madrid, que no la cárcel) es
como para que, en el barrio más “oscuro” de Bilbao, nos digamos eso de “virgencita,
que me quede como estoy”, incluida la Merkel, la UE, y el BCE.
No sé si es
una novela a recomendar o no. Es tan tremenda que me ha dejado sin capacidad de
reaccionar y de criticarla, de desmenuzarla.
Pero, como
todavía es verano, no me importa.
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