domingo, 12 de octubre de 2014

Acuerdo laboral

Son muchas las veces que las cosas se ven distintas desde dentro que desde fuera. Por eso, a expensas de que alguien desde dentro me haga cambiar o matizar mi visión, debo decir que me ha alegrado conocer la noticia de que “la privada” ha llegado a un acuerdo entre patronal y trabajadores.
No sé cómo se ven estas cosas desde la patronal. Aunque algo ya me imagino, sin demasiado esfuerzo. Pero, desde los trabajadores siempre he defendido que vale más un mal convenio que su ausencia. Su inexistencia es siempre fuente de arbitrariedades, en medio de las cuales vence el poder del más fuerte (y a corto plazo nunca son los currelas).
Y luego está la otra cara de este acuerdo: la que dice que lo conseguido se queda en 2008. Es decir, 6 años sin ningún avance ni en el tema de los salarios, ni en el de las horas lectivas, ni en el de las responsabilidades de gobierno, ni…
Son los efectos de esa crisis que, por otro lado, se viste de tarjetas negras, whisky, cacerías, fiestas, clubes,… Eso sí, posiblemente sin cometer delito y devolviendo todo lo apropiado de forma no muy correcta. Devolver, claro está, con los mismos intereses que ese grupete de gente marcaba y sigue marcando para los que, como tenéis trabajo y convenio, vais a pedir un crédito.
Más alegría: salen en la prensa unas “monjas” (así lo subraya la propia prensa) que traen metodologías revolucionarias a la educación. Proyectos globales desde los que trabajar con los alumnos en aquellos aspectos que tienen que ver con sus vidas reales. Bienvenidos sean esos proyectos. Ojalá tengáis fuerzas (y medios) para trabajar en esa línea algunos de los que me leéis.
Pero, (también esos algunos) ¿os acordáis de aquellos “sueños” de preparar una “obra de teatro” en la que se implicarían la educación física, la expresión artística, la lengua en sus facetas oral y escrita, la construcción, la carpintería, la electricidad, la física y la matemática necesarias para lo anterior, los valores, el diálogo,…? Sólo faltaban medios y la apuesta decidida de quienes ahora se traen experiencias (interesantes, por lo que parece) de más allá de nuestros lugares para que aprendáis cómo se hace.
Nostalgia, ah. Privilegio de los jubilados.

Que tengáis coraje para que no os arrebaten ni un ápice de las mejoras conseguidas, para conseguir lo que aún falta, y para estar abiertos a todo aquello que prime la educación por encima de la enseñanza.

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