Al terminar de leer “El rey recibe”
me miré en el espejo y vi que se me había quedado cara de tonto. Luego, miré un
poco más adentro y descubrí que rebosaba la sensación de que me habían tomado
el pelo,
Y eso que el principio de la novela
no pudo ser más prometedor. Yo he disfrutado muchísimo (me he reído en voz
alta) leyendo algunas cosas de Eduardo Mendoza. Y ésta prometía. Mucho.
Las primeras páginas eran frescas, irónicas,
con esa mala leche inteligente que él atesora en varias de sus novelas. Y yo me
las prometía felices.
Luego se fue desinflando, luego me
fue mosqueando, después cabreando y, al final, me ha dejado esa sensación que
decía al principio: Eduardo, me has tomado el pelo. Ni aun pensando que esta es
la primera entrega de una trilogía y que, por tanto, algunas historias
empezadas continuarán, ni aún así, merecía la pena el tiempo perdido.
Tenía recogidos algunos trozos buenos
de verdad para escribirlos aquí, pero no lo voy a hacer, el conjunto del relato
no merece que le dedique ni un solo minuto más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario