Supongo que sigo leyendo al viejo maestro Camilleri,
y a su personaje Montalbano, por rendir honores a ambos y por reconocimiento de
lo mucho que mi afición a la novela negra les debe.
Pero Camilleri es eso: un viejo maestro, ya
fallecido, del que siguen traduciendo al español su obra en italiano. “El
método Catalanotti” es la antepenúltima de las aventuras de Montalbano. Así que
aún me quedan otras dos.
La novela se apoya en el teatro. Sobre todo en obras
de Beckett y de J. B. Priestley, dos de mis admirados dramaturgos de aquellos
tiempos en los que leí mucho mas teatro que novela. Tanto que puedo suponer que
leí las obras completas de ambos.
Pero, la novela, además de que a mi modo de ver “deforma”
a Montalbano (quizás también él se ha
hecho mayor) se centra más en su figura que en la investigación del asesinato o
en la del mundo que lo rodea.
Se podría haber quedado en un relato corto, de no
más de 50 páginas.
En fin, que si no tenéis nada que reconocer a Camilleri
no hace falta que leáis sus últimas novelas. Si tenéis que hacerlo, os comportaréis como yo: leeréis ésta
y las que faltan de editar en castellano. Es cosa de tiempo.
Mientras, para no perder el gusto que nos dejó hace
mucho tiempo, recordadle con este extracto:
Así se pregunta Montalbano:
“¿Qué mundo
era aquél en el que la gente no tenía derecho al trabajo, la posibilidad de
ganarse el pan honradamente?
¿Y la
respuesta del Estado cuando aquellos pobres desgraciados se atrevían a
protestar era contraatacar a palos, a porrazo limpio, con gases lacrimógenos,
detenciones?
¿Cuántos
años hacía que estaba él al servicio de ese Estado?
¿Había trabajado
con honradez y con respeto por los demás?
O con este otro:
“- Mire
comisario –dice uno de los personajes- Margherita y yo llevamos dos años
saliendo. Queríamos casarnos enseguida, pero no hemos conseguido un trabajo
mínimamente en condiciones que nos permita fundar una familia, Yo tengo un
título universitario y me saco algo de
dinero descargando cajas de pescado. Margherita también acabó la carrera en
poco tiempo, pero tampoco ha encontrado nada. Sin trabajo, ¿qué posibilidades
tenemos en la vida?.
[…] El
comisario, que ante aquellas palabras solamente podía avergonzarse del mundo de
mierda que entre todos, él incluido, iban a dejarles a aquellos muchachos,
cambió de tema.”
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