Hace mucho tiempo que no escribo en mi blog nada que no sea la “reseña” de algo que he leído. Tanto que no sabría decir cuánto.
Hay una razón muy sencilla: con la proliferación de
las comunicaciones en la Red, cuando pienso que debería decir algo, lo
encuentro escrito ya. Está todo dicho.
Así que, si ahora escribo, es porque pienso que hay
algo que no se está diciendo, no al menos tan alto y claro como para que me lleguen
noticias de ello. Y mira que está de moda este asunto de la igualdad de acceso
a la banca (y, en nada de tiempo, a las diversas administraciones, al médico,…)
El tema me ha hecho reflexionar muchas veces.
Y casi siempre que leo algo relacionado con el tema
de “la banca como modelo hostil, edadista y excluyente”, comulgando con casi
todo lo que allí se suele decir, no dejo de echar en falta un elemento, a mi
modo de ver, determinante.
Hablamos sobre cómo “garantizar la igualdad (el subrayado es mío) de
acceso a la Banca”. Pero se nos escapa el asunto de la libertad de
acceso a ella. Me explico.
Hoy ninguno de nosotros puede vivir sin la banca. La
banca se nos ha hecho imprescindible: sin ella no nos llegaría el sueldo o la
pensión, no podríamos pagar la luz, los impuestos, el agua, la calefacción,… Estoy
dispuesto a rebajar ese comienzo de párrafo y cambiar el “ninguno” por “pocos
de nosotros”, si alguien me hace ver que hay quienes no necesitan de la banca
para las actividades citadas.
(Claro está que no vale aquí la categoría de los sin
sueldo o sin pensión, la de los que no pueden pagar la luz o el agua, la de los
que no saben lo que es una calefacción en casa o la de los que nunca han podido
ser perseguidos por no pagar sus impuestos porque no llegan al mínimo
requerido. Y, si creéis que hay pocos de éstos, acudid al último informe de Caritas).
La banca se nos ha hecho imprescindible. De otra
manera, si alguien me trata mal y yo no le debo nada, antes bien al contrario,
le voy a proporcionar su sustento y enriquecimiento (sería fácil traer a
colación los miles de millones de euros ganados este año por la Banca
Española), de otra manera, decía, me marcharía.
La banca se nos ha hecho imprescindible. Y nuestra
libertad ha volado. En las actuales circunstancias, ¿dónde voy a ir? Ya sé: a otra
entidad bancaria, distinta mientras me acoge e igual a la anterior en pocos
meses.
La igualdad de acceso es uno de los lugares en los
que en estos momentos está en juego nuestra dignidad, nuestra ciudadanía y
nuestros derechos. La libertad de acceso es un paso más de esa dignidad.
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