martes, 13 de febrero de 2018

La transparencia del tiempo

La semana pasada, como ya adelanté en este blog, Leonardo Padura estuvo en Bilbao. Como también adelanté yo no fui a oírle (verle no  creo que sea muy emocionante). Sé que la sala donde daba su “conferencia” estuvo llena y que él gustó mucho. No podía ser de otra manera.
Pero tampoco yo estaba para comportamientos sumisos con quien viene a hacer publicidad de su obra y cobra por ello a quien recibe la publicidad. Sigue sin parecerme nada correcto. Aunque ya imagino que la situación tendrá que ver menos con él que con los que lo “traían”.
Lo que sí he hecho en este tiempo es leer “La transparencia del tiempo”. Y aseguro que no me ha defraudado ni un poquito. Padura sigue siendo el escritor que más me interesa en este momento. Conde sigue siendo el expolicía-investigador que marcha a la cabeza de la larga lista de “detectives” con los que ya contamos. Y sus amigos… ah! sus amigos son un regalo continuo para la imaginación y la envidia.
Novela negra. Por supuesto. Y también novela histórica y novela costumbrista y novela de caballerías, y homenajes al realismo mágico. “La transparencia del tiempo” rebasa los límites de la novela de género, pero lo definitivo es que nos lleva por los nuevos derroteros de una “nueva” Cuba, que no dejan de estar marcados por el reverdecer de las viejas clases y las más viejas desigualdades.
Todo lo demás (su prosa elegante, su canto a la amistad, su preocupación y su nostalgia, su concepción de la “vejez” y del amor, su ágil lectura, ese pasar gozoso de los ojos por lo escrito, sus personajes, su entronque con el pasado que no siempre fue distinto…) todo eso deberíais descubrirlo por vosotros mismos.
Pero, quizás no debáis hacerme demasiado caso. Ya sabéis cómo me pone Padura.
 Así sigue viendo a Cuba, después de la “apertura”:
 “Dos mundos colindantes entre os cuales se iba levantando una muralla similar a la que separaba a los nobles de los plebeyos: la muralla a veces más sutil aunque no menos compacta que en la isla habían intentado demoler pero que, persistente como la vida, volvía a erigirse a la menor oportunidad”
“Conde se dijo que en realidad había dos ciudades invisibles dentro de la ciudad visible: el hormiguero hirviente de los desafortunados y los recintos brillantes de los afortunados políticos y económicos”
Así que vamos a beber el buen ron hoy que tenemos y “ya mañana se verá, y que el mundo, la historia y el tiempo se vayan toso a la mierda…, total”

Porque “cuando tantas cosas se iban a la mierda, él (Conde) tenía el privilegio de contar con amigos que lo querían y a los que él quería”.

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