Como
siempre, D. Leon plantea una trama simple que se sigue sin esfuerzos por
parte del lector y con algunos
“destellos de inteligencia social”, o sea con algunas puyas contra la realidad
en la que vivimos y que entre todos construimos o, al menos, permitimos.
Pero,
como ya me ocurrió con Andrea Camilleri, tengo la impresión de que el
personajes (Brunetti), el marco geográfico (Venecia), el entorno familiar y
laboral (la policía) están muy gastados. Casi diría yo que agotados. Habrá que
ir pensando en que D. Leon forma parte de la historia de la novela negra.
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