martes, 8 de diciembre de 2020

Herencias colaterales, de Lluis Llort Canceller

 

A lo largo de cincuenta años la vida puede dar muchas vueltas. A lo largo de cien, ni os cuento. ¿Alguna de ellas a mejor? Leyendo “Herencias colaterales” de Lluis Llort Canceller parecería que no.

Ironía no le falta al relatar el periplo vital de unas familias de las burguesías catalana y vasca, de las que parece reírse la historia.

Prosperan y decaen sin que en ellas deje de ser algo normalizado la corrupción, el maltrato a las mujeres o las niñas, la ambición desmedida, la falta de escrúpulos, la idiotez, la violencia llevada hasta el extremo del asesinato.

No son como ese pobre raterillo, incapaz de consumar un timo de poca monta, cuyo fracaso “viene de más lejos: del barrio, de la familia, de las limitaciones permanentes, del rechazo y de las pocas posibilidades de mejora, de la desoladora colección de negativas, de la falta de aire y de oportunidades”.

Detalles aquí y allá de crítica social, crítica socarrona, sí, pero ácida y corrosiva. Una especie de retrato social crudo caiga quien caiga. Como cuando la hermana, esa hermana con la que hace muchos años ni siquiera habla, ha puesto el dinero necesario para salir del apuro y Arturo “se siente salvado. Momentáneamente, de acuerdo, pero dormirá de un tirón, un acto aparentemente sencillo que resulta imposible para millones de personas”.

O cuando muestra la gente durmiendo sobre cartones en cajeros automáticos;

O cuando describe nuestras calles de esta manera: “va en sillas de ruedas. Como tantos otros viejos empujados por inmigrantes, va en silla de ruedas, un medio que ya se disputa el tráfico de la ciudad con los carros de supermercado llenos de trastos de contenedor y la invasión cada vez más numerosa de bicicletas campando a sus anchas”.

Oscuro humor negro, saltos en el tiempo para que todo cambie a peor como suele pasar en las buenas novelas negras.

Perfecta caracterización de los personajes, buen ritmo  con un desenlace brutal e inesperado. Traición, odio, miedo, deslealtad.

Todo ello en “Herencias colaterales”.

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