miércoles, 20 de agosto de 2014

Ruralismo literario

No sé dónde recogí aquello del “ruralismo literario”, denominación bajo la cual querían agrupar algo así como una nueva corriente dentro de la novela actual, casi una especie de nuevo “género novelístico”.
Sus dos máximos exponentes parecían ser Jenn Díaz Y Alberto Olmos. Estoy leyendo “Alabanza” de A. Olmos y ya leí “Es un decir” de J. Díaz.
Pues bien, lo del “ruralismo literario” me parece una memez, la última o penúltima “majadería” de alguien que necesitará títulos llamativos para seguir trabajando en lo que le pagan. Quizás - dejemos abiertas las puertas - sea alguien con capacidades de análisis por encima de las mías y con una buena visión de lo que se cuece en la literatura. Que yo no soy más que un simple lector. A veces con mala leche.
Es verdad que la acción de las dos novelas ocurre en un medio rural. Es verdad que sus protagonistas están o han estado  muy incardinados en ese medio. Pero nada más.
Se me ocurre que sería como proponer la serie televisiva “Cuéntame” como el parangón de la España rural porque los Alcántara pasaron parte de su infancia en “el pueblo”, al que vuelven como ilustres inmigrantes nuevos ricos (o casi). O como decir que yo me he convertido en “el héroe de la vuelta al campo” porque paso mis fines de semana en Medina, “me divierto” en una huerta en verano y, además, he descubierto en vivo y en directo (o sea, yendo allí) la aldea burgalesa de la que salió mi abuelo rumbo a Sestao, allá en los años veinte (del siglo pasado).
Me da que,  quien ha “inventado” semejante denominación para agrupar algunas novelas y sacar chispas a algunos deseos ocultos que todos tenemos (vivir en lo que suponemos la tranquilidad del campo, pero también, retirarnos a alguna playa paradisíaca llena de daiquiris, visitar la luna, o leer siempre buenas novelas en el mejor de los clubes ingleses), no se ha enterado muy bien de lo que es ser campesino.

En esto, como en tantas otras cosas, los estereotipos van muy por delante de la realidad, a veces en paralelo, para no encontrarse nunca.

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