“Alabanza” es una novela
de Alberto Olmos.
La última que he leído,
de nuevo en “soporte” papel. Y vuelvo a descubrir la dificultad que entraña
abrir un libro de 400 páginas (sobre todo si no es tuyo) de forma que las dos
mitades ocupen un mismo plano (o sea, que se abra en 180º), para que resulte
cómodo de leer en una piscina, tumbado en una cama o en cualquier lugar que no
sea una mesa.
Mientras lo leía,
recordaba cuando escuchaba música en un mastodóntico reproductor de doble
cassette (aquello sí que sonaba bien) equipado con cuatro de las pilas gordas;
o cuando escribía en mi ordenador portátil que no pesaba más allá de 3 kg.
(aquél sí que trabajaba bien); o cuando hablaba por aquél móvil que necesitaba
un bolso de mano para llevarlo (no como ahora: que casi ni se habla; sólo se
mandan imágenes o mensajes). Así, pues, ¡larga vida al libro de papel! (éste
último sólo pesaba 325 gramos… y no tenía más que una novela).
Bueno, “Alabanza” es una
novela sobre la literatura, más en concreto, sobre el “oficio” de escritor;
sobre las relaciones de pareja; sobre la aceptación del pasado de uno mismo; y,
también (aunque en mucha menor medida) sobre el atractivo de lo rural.
Irregular, a veces
genial, a veces farragosa, casi siempre verborreica en abundancia, con un cierto
suspense, se hace “largo” leerla. Sobre todo en su parte central, que me ha
parecido excesiva.
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