miércoles, 2 de marzo de 2016

Oratoria

Como todavía es tiempo de que en Madrid debatan sus posturas descamisados y encorbatados y se digan de todo (nada agradable, por cierto) y como ésta, si lo es, es una tribuna chiquitita y alejada, uno, o sea yo, puede “largar” sin que las palabras le comprometan demasiado.
Estaba yo hace un rato resintonizando mi aparato de televisión, porque los de Euskaltel me regalaron hace tiempo un decodificador y ya nos hemos convencido de que sólo sirve para que ver la tele sea más difícil (bueno, creo que me da algún canal más, de esos que nunca he visto), estaba en lo de la tele, digo, y empezaba a hablar Pablo Iglesias.
Por lo que he comprendido era su segunda intervención. Y no he podido dejarla de lado. Ni esa ni la tercera (que menudo tomate ha organizado relacionando a Felipe González con la cal viva).
La verdad es que lo que decía –ya lo dije ayer- eran cosas sabidas. Pero, el tono, el guirigay, el cómo ha metido el dedo en el ojo de Sánchez por sus formas, la facilidad de palabra y la rapidez de enganchar asuntos que no van en  los apuntes, los dardos directos y explosivos, las verdades como puños, dichas como puñetazos,…
“Este chico”, con todo el respeto de un viejo jubilado, puede hacer que vuelva a ver la retrasmisión de los debates en la Cámara. Pero, me asalta la duda de si será él quien hable una vez pasada la investidura. Porque, creo, el portavoz es Errejón. Y ahí la cosa pierde muchos enteros.
La oratoria, si no depende de los genes,  si es algo que se aprende, empieza a cogerle a uno desde muy pequeño. Es ella la que te coge. Y, cuando pasó a su lado, Pedro no estaba atento. Aburre más que Rajoy. (Sólo estoy comparando las formas, que se entienda bien). Pero Pablo sí que estaba atento. La aprovechó casi toda. Y en cuanto domine los cambios de velocidad en el discurso, dará gusto oírle.

¿Nos lo dejarán como portavoz de la oposición si Pedro es investido con la abstención del PP?.

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