“La
tierra que pisamos”, de Jesús Carrasco, me ha parecido una magnífica novela. En
línea con
aquella otra: “Intemperie” (en este blog el 22 de septiembre del 2014),
es una novela “rara”, extraña.
Te
hipnotiza para que sigas adelante, aunque continuamente sientas un runrún de
que estás leyendo algo absurdo, inconcebible; aunque, a veces, te tengas que
parar (o seguir adelante hasta que se aclare) para saber quién está escribiendo
en ese momento, quien es el narrador, en qué momento cronológico del relato
estamos; aunque no sepamos si la mujer está contando una historia que conoce o
se está inventando la historia de un hombre que no tiene otra. Y todo eso en el
paisaje de una ucronía.
No
os asustéis, una ucronía (yo también he tenido que aprenderlo ahora) no es más
que “una reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos”.
O sea, algo que podría haber ocurrido (aunque sólo ocurre en la cabeza del
autor y lo utiliza para contarnos su historia): a mediados del siglo 20 (o
quizás en los finales) los alemanes han invadido y conquistado España. Pero, no
esperéis nada parecido a la ciencia ficción.
Y,
por debajo de todo eso, la “rareza” mayor: todos somos parte de la tierra que
pisamos y, si el invadido lo aprende con
dolor y muerte, el invasor lo aprende también, con dolor y muerte, abriendo los
ojos, los oídos, los sentidos todos a la posible historia del invadido.
Es
un poco lío. Y lo malo es que esto que escribo no sé si os va a animar. Pero,
termino como he empezado: “La tierra que pisamos”, de Jesús Carrasco, me ha
parecido una magnífica novela.
Y
se lee de tirón.
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