martes, 13 de agosto de 2013

Una mañana de domingo sin vermut


Valga el título para que, desde el comienzo, quede claro que “todo no puede ser”, que todo no se puede tener, o, como ya estaba dicho, que “no se puede comer sopas y sorber”
El padre (aquí es padre y no aita) se desgañitaba desde la orilla con el dilce convencimiento de que era una batalla perdida, aunque terminaría ganando la guerra: “Hale, chicos, salid ya que nos vamos”. Y los dos niños, al grito unánime de “ya vamos” siguen correteando entre las piedras del fondo del río en busca de pececitos, renacuajos e, incluso, de algún cangrejo perdido.
Un poco más allá, un aitite (éste sí es aitite, que no abuelo) aprovechaba la ocasión que sus nietos le brindaban para recordar aquellos tiempos en los que hacía sus propios reteles (ahora son de plástico) para remover las piedras del fondo y perseguir los cangrejos. Los renacuajos y pececillos no le interesaban. Su pequeña nieta, en aquel momento, tampoco; aunque se dirigía al nieto para trasmitirle su saber.
Otro padre jugaba con su hijo a seguir la marcha de un barco que iba a merced de la corriente, más bien escasa, de un río que, día a día, lleva menos agua. Dicen que “ahí arriba deben estar regando”.
El niño luchaba por hundir el barco con el chorro de agua de su pistola de juguete, o con las bombas en que se habían convertido los guijarros de la orilla.
El tiempo era caluroso, pero sin bochorno. La sombra de los árboles refrescante y apetecible, cuando el cuerpo ya había almacenado el calor del sol en un cielo totalmente despejado.
Una silla suficientemente cómoda, un par de sudokus (por lo de rejuvenecer la mente), varios suplementos de periódico ya pasados de fecha (que no hay tiempo para leerlo todo), el refresco intermitente del agua dulce y una buena compañía, conformaban el oasis de una mañana de domingo de agosto.
Buscarle tiempo y lugar al vermut hubiera sido, a la vez, posible y una complicación innecesaria.

De mi último “paseo musical” (algo más de 6 km.):
Rosa León me recuerda “Palabras para Julia”, poema en el que Goytisolo le dice a su hija, entre otras cosas: (cito todo de memoria)
“Un hombre solo, una mujer
así tomados de uno en uno,
son como polvo, no son nada.”
Inti Illimani, en tono más quevediano (y veraniego), compone esta rima:
Ya te conozco, mulata
mulata, yo se que dices,
que tengo unas narices

como nudo de corbata”

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