martes, 10 de septiembre de 2013

La santa cruz

Estamos ya a mediados de la segunda semana de septiembre. Las vacaciones de la mayoría de vosotros se habrán acabado, los niños, vuestros o ajenos, se habrán convertido en alumnos, el clima parece amenazar con un otoño inminente. En el aire esa amenaza de otoño caliente y, supongo, en lo cotidiano, los últimos, por ahora, recortes presupuestarios.
Estamos casi empezando el curso y ya huele a lo de siempre. Entre los EREs andaluces y los discos duros del “caradura ex-tesorero”, sin olvidar a la realeza y su familia, a algunos de los personajes de la “política nacionalista”;… con el asunto de Siria en el ese punto muerto, el de Egipto casi olvidado por la prensa;… Se extiende por doquier un fuerte a tufo a eso que todos sabemos y que no voy a nombrar.
Pero, mucho más cercanas dos reflexiones “domésticas”, o sea de cosecha propia, de la que no podéis leer en la prensa.
Casi ni veo el eurobasket. Me aburre, me ha aburrido lo que he visto hasta ahora. Selecciones nacionales que meten 5 puntos en un cuarto (10 minutos enteros), partidos que terminan con puntuaciones cercanas a los 40 puntos, tanteos que los comentaristas (¡Dios mío, qué horror!, ¡qué cosas tienen que decir!) tachan de minibasket,… defensas, defensas, defensas,… Miedo, miedo, miedo,… ¿Es verdad que los partidos se ganan desde la defensa? ¿Es verdad que para ganar hay que dejar al contrario un punto por debajo? Si ésta va a ser la filosofía para los próximos años, que me borren. Rebelémonos. Esta no es otra cosa que la traducción al deporte del miedo que nos embarga en la sociedad en la que estamos. El baloncesto no ha sido nunca así.
Queda tiempo. Sólo se ha jugado la primera fase.
Y una última cosa. En el pueblo la gente también se muere. Hoy hemos ido a la salida de un funeral. He entrado, después, en la iglesia y, aunque ya había estado antes, me he encontrado con un retablo presidido por una cruz desnuda. La iglesia se llama de la “Santa Cruz”. Y me ha dado por pensar en lo retorcido que puede ser nuestro pensamiento.
La cruz era un sistema de tortura de los romanos que terminaba, generalmente, con la muerte del crucificado. Era eso: un instrumento de tortura. ¿Alguien se atrevería a santificar el cadalso, la horca, el lanzamiento al espacio desde avión, la silla eléctrica, el garrote vil, el fusilamiento (“santa bala”), la guillotina, la paliza hasta la muerte,…?. Pues eso: qué capacidad tenemos para retorcer el pensamiento hasta límites increíbles.

Nos podemos creer cualquier cosa… excepto que nos bajan el sueldo (o la pensión) por nuestro bien.

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